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Antonio Gallego: “Una cosa que a los ingenieros no nos enseñan, bueno, a nadie, es a gestionar a personas”

  • Nombre: Antonio Gallego.
  • Ocupación: Coach profesional, Instructor de Mindfulness y Mentor de emprendimiento.
  • Qué quería ser de mayor:  Piloto de caza en un tiempo, pero luego quería claramente ser ingeniero de Fórmula1 (por eso estudió ingeniería mecánica, aunque luego resultó que solo tenían una asignatura de coches…).
  • Libro: Ahora está leyendo Expertología de Andrés Pérez Ortega; pero un libro que le ha marcado en la vida por la resiliencia es ¡Viven! de Piers Paul Read.

Antes de empezar la conversation me comenta que está pasando por un momento de cambio. Me encanta, parece que todas aquellas personas que entrevisto pasan por un momento así cuando hablamos. Mientras hablamos me desdoblo por unos segundos y pienso “¿seré causa o consecuencia en esos momentos?”. Tardo poco en volver, lo que me cuenta me llama mucho la atención…

La vida te puso a trabajar en el sector energético. Acabas ingeniería y en lugar de coches, te mentes en eso, ¿cómo fue?

Empecé en una empresa danesa de bombas hidráulicas en la que se vivía muy bien; pero me llamaron de una empresa de combustible que me pillaba cerca de casa y…

Porque a ti te interesaba el combustible en general o…

Fue por curiosidad. He pasado por compañías nacionales e internacionales muy potentes y siempre relacionado con el tema logístico y combustibles. Es un sector donde he aprendido muchas cosas porque nunca me dediqué a ingeniería, me dediqué a la gestión de proyectos. Después a la dirección de departamentos y personas y más tarde a la dirección de desarrollo de negocio. Con lo que he tocado muchas cosas. Nunca quise estar solamente en la parte más técnica, quería gestión desde una visión global de un proyecto.

¿Habías descubierto que te gustaba o te tocó ese puesto y aprendiste a disfrutarlo?

No, me gustaba. Estuve de becario en una ingeniería pura y dura y veía a la gente de 50 años haciendo el mismo trabajo una y otra vez y no, yo no quería eso, quería cosas cambiantes, con proveedores, gestión y al mismo tiempo tratar con la gente. Una cosa que a los ingenieros no nos enseñan, bueno, a nadie, es salir de los estudios a gestionar a personas. ¡Es que al final tu trabajo depende de la persona! Da igual que tengas unos conocimientos de la leche, tienes que coger y saber manejar esa persona en lo emocional, en lo técnico, en lo práctico… ¿Y sabes qué paso? que yo aprendí a base de prueba y error. Nadie me enseñó. De repente tienes un equipo y la cagas…

Bueno, si te dan un equipo es porque alguien ya vería algo en ti, digo yo.

Yo con mis superiores siempre he generado mucha confianza tanto a mis directores de proyecto como más adelante a mi director general. Siempre me han considerado mano derecha, no solo porque transmita confianza, porque intento siempre hacerlo bien. Lo cual también debo decir que me llevó a un perfeccionismo que no me ha servido para esta etapa actual de mi vida. Que quizás ha sido más una carga. Pero bueno en aquel momento fue bien.

Luego lo miro a toro pasado y pienso que cuando no sabes, gestionas a las personas como si fueran un mero recurso material. Intentas aislarte de las emociones y no involucrarte con ellas. En plan “esto hay que hacerlo y hay que hacerlo”. Y aunque es cierto que en las empresas hay esa parte, yo veía que para mí una persona era como un robot, pero con cara. Entonces, solamente con aquella gente con la yo conectaba ligeramente a nivel personal tenía una relación un poco más humana. Empecé a darme cuenta que ese no era el camino.

«Cuando no sabes, gestionas a las personas como si fueran un mero recurso material. Intentas aislarte de las emociones y no involucrarte con ellas».

 

Eso como director de equipo…

Sí, ahí gestionando a gente. Entonces, en la última empresa en la que estuve, ya no estaba al cargo de gente, trabajaba en remoto. Yo estaba en España, el equipo para el que trabajaba estaba en Bruselas y el resto de la empresa estaba en Hamburgo. Y claro, en esos años de estar aislado, el trabajo no salía…

Te paro un momento ahí. Entiendo que esa parte te daba vidilla, que precisamente el hecho de estar con más personas, gestionando equipo, era lo que te daba esa alegría; sin embargo, en ese trabajo, justo te faltaba eso tan importante…

Claro, porque cuando gestionas a gente, el reto está en conseguir el objetivo del proyecto, pero conseguirlo con la gente. Si interactúas con las personas al final pasa una cosa, que si no sabes gestionarlas bien, pasas a hacerlo tú. Tienes un equipo, pero lo haces tú. Y claro, así terminas súper quemado.

La otra “solución” es obligar a la gente. Un estilo más directivo…

Sí, pero ¿cómo obligas a la gente? Tienes que de alguna forma acompañarle, hacerle entender que eso es importante para ti, para él y para toda la empresa en general. Pero eso no te lo enseñan en ninguna carrera, por lo menos no en ingeniería. Y luego, el cómo regularte tú, tampoco te lo enseñan. Claro, uno sale pensando que la vida es un procedimiento, que la vida es un manual y no. Eso para las máquinas está genial, pero las máquinas es solo una parte. Todo lo demás son personas…

¿No te parece que el sistema está forzando a ver toda relación laboral como si fuera una fábrica?

Es que es así. Creo que el capitalismo tiene cosas muy buenas, pero ha dejado de un lado a las personas. La cosa es que tú eres una máquina de comprar y los otros una máquina de vender. Y entre máquinas lanzamos códigos de 1-0-1-0 y la parte humana se pierde. Yo entiendo que a una empresa esa parte humana no le aporte directamente un ROI, pero nosotros tenemos que conectar de alguna forma y ser conscientes de cuándo estamos siendo parte de esa maquinaria. No por no hacerlo; pero por hacerlo de una forma consciente. Yo soy feliz si me voy a una tienda Apple a ver un cachivache que no me voy a comprar hoy en día, pero no me arrastra o no me siento arrastrado ni con la urgencia de comprármelo. Bueno, yo creo que es navegar un poco entre qué es la parte más marketiniana de la vida y cuál es la esencia.

¿Cuál fue tu momento de cortocircuito?

Cuando trabajaba sin equipo para esa empresa alemana que te decía antes. Me di cuenta que vivía en una jaula de oro. Cobraba un dineral, tenía un cochazo de empresa que estaba muy bien, viajaba a Bruselas, viajaba a Hamburgo, mis jefes estaban a miles de km de distancia…

 

¿Te presionaban? ¿Te pedían resultados de algún modo?

Es que no podían. De hecho, era yo el que decía, “asignadme a un proyecto en Latinoamérica, enviadme a México a prospectar…” y era como “no, espérate a ver si sale la oportunidad en España”. Y yo “que no va a salir, que somos España…”.

Por tiempo libre un día llegó el verano, me fui a Almería de vacaciones e hice algo que nunca me imaginé que iba a hacer: me apunté a clases de yoga en verano. Mi madre me dijo “vente que te irá bien para la espalda” y yo le dije “mamá, por favor, estás hablando con un director que acaba de salir de una formación del IESE…”; pero me fui y resulta que el instructor de yoga era un ingeniero químico, venia de la empresa, lo había dejado todo y se había puesto a dar clases de yoga.

Resulta que el yoga terminaba con una meditación. Yo decía “yo paso de estas mierdas, de energía entiendo yo más de lo que puedes entender tú… ¿De qué energía me hablas?”. Entonces, ¿qué pasaba? Que quisiera o no, aunque yo no escuchaba, algo sí que conectaba conmigo mismo. Empecé a conectar a mi rollo y ahí tuve un momento de insight. Fue un momento que me cambió la vida.

Yo creo que fue el yoga ese día, me acuerdo bien, iba yo por la calle y me viene un pensamiento súper claro. Los insights son tan claros que no puedes negarlos, es como muy real. Yo decía, “joer, ¿cómo puede ser? Yo estoy en mi casa, porque me gusta estar con las niñas, que cuando ellas se ponen malas estoy con ellas. Por la tarde estoy con ellas también; ¿cómo puede ser que yo haya decidido esta vida para disfrutar de mis hijas y tengo la sensación que están creciendo tan rápido y que no estoy con ellas?”. Ahí me di cuenta de que yo estaba físicamente con mis hijas, pero no estaba a nivel mental. Hasta el punto que recuerdo estar en el suelo jugando con ellas y no recuerdo lo que me decían, porque mi cabeza solo escuchaba “tengo un viaje mañana a Bruselas…”.

A partir de ahí, me sentí como el culo y me puse a investigar. Me leí un libro de Mario Alonso Puig, Reinventarse, en el que trataba sobre mindfulness. Investigué en Google y vi que tenía un soporte científico que se alineaba con mi forma de ver el mundo. No se metía en misticismos ni nada así y me puse a buscar un curso. Lo hice, empecé a practicarlo y vi que ciertas estructuras muy rígidas empezaban como a suavizarse, me permitía cosas, empecé a conectar con mis emociones, que era algo completamente desconocido para mí, no desconocido, pero con una coraza de hormigón…

Están ahí, pero como que las pones en otro lugar y no las muestras.

Sí, sí, ¿cómo vas a mostrarlas si eres una máquina? Entonces, eso fue haciendo mella, se juntó con que cada vez tenía menos trabajo y empecé a sentirme mal conmigo mismo por estar ganando dinero aportando nada. Era un trabajo que cuando hablaba con mis amigos me decían “me cambio por ti” y yo “que no… Se te empieza a oxidar el cerebro”. Es que te sientes inútil, hay días que ni me cambiaba de ropa, estaba en pijama todo el día con el correo abierto esperando a que llegara un “ha cambiado la situación”. Al final, en ese decir qué hago, se me ocurrió apuntarme a un curso de coaching y me formé los fines de semana durante un año mientras trabajaba.

«Dicen que el tiempo dice si te equivocas o no. Yo creo que no te equivocas si haces caso a lo que sientes, podrás luego tomar una decisión diferente; pero en ese caso la decisión seguro que era correcta».

 

Allí fue el derrumbe total, porque ahí la primera pregunta que se hace en coaching es “¿para qué haces esto?” y yo decía, “pss… No sé para qué estoy aquí, para ganar dinero…”. Yo ni siquiera estaba en este sector porque me gustara, yo llegué allí de casualidad hacía 13 años y me había ido llevando la dinámica, un trabajo más, un puesto más alto, más dinero, un coche más grande… Pero yo no quería estar ahí. Al final fui descubriendo que se me daba bien el conectar con gente y podía aportar bastante más desde mi experiencia personal. Así que después del curso de coaching decidí hablar con Bruselas. Les explique la situación, que yo les estaba costando un dineral, que no les estaba rentabilizando y el negocio iba a tardar por lo menos 2 o 3 años en salir (Y de hecho así pasó). Lo entendieron, fueron muy amables, pactamos una salida de la empresa y conservamos una amistad.

¡Encima estaban dispuestos a seguir pagándote por no hacer nada! Pero está genial, tuviste el arrojo de ser honesto con lo que sentías, hay veces que lo que sientes puede más que la mente…

Sí, como dices, si yo noto algo dentro muy fuerte, evidentemente lo observo, no es inmediato. Si veo que no hay otra opción, intento ser honesto con ello. Si no, entras en una disonancia y te vas quemando con el tiempo… Dicen que el tiempo dice si te equivocas o no. Yo creo que no te equivocas si haces caso a lo que sientes, podrás luego tomar una decisión diferente; pero en ese caso la decisión seguro que era correcta.

Es el cómo estás, sentirte bien, no tanto el supuesto éxito…

Exacto. Y nada, ahí empecé, me hice un máster, luego de experto en mindfulness en la complutense un año entero. Porque yo si hago algo, quiero tener un respaldo…

¿Veías necesario tener tanta formación?

Sí, primero por mi afán perfeccionista, segundo por esta mentalidad de formarme continuamente, que ya la intento suavizar un poco; pero luego porque en mindfulness trabajas con personas y hay mucha gente que se lanza haciendo el cursito de fin de semana y se ven con los bemoles de hacer el curso. Yo necesitaba un background psicológico. Supe muy bien dónde sí podía aplicar mindfulness y dónde no. Por ejemplo, yo una intervención clínica no la hago. ¿Un caso de depresión? No lo hago porque no soy psicólogo. Yo no tengo ese arrojo de mucha gente en este país. A veces hay cursos de nosequé que lo da una persona que no tiene la formación adecuada… Pero, por ejemplo, yo me orienté a organizaciones. Mi proyecto de fin de máster fue una formación de 8 semanas para personas de una empresa, además, no clínico. Yo avisé, “si estás en un proceso de terapia, avisa a tu terapeuta y que considere. Ahí me curo mucho en salud.

Me gusta mucho lo de descubrir el don. Tú lo hiciste. ¿Cómo se descubre nuestro don?

Yo creo que se descubre, primer paso, con la autoconciencia. Pararte a conectar contigo mismo, porque el don no es solo algo racional, también hay una parte de intuición. Cuando haces algo que te motiva, que te estimula, que te eriza la piel, que notas un gusanillo en el cuerpo… Ahí hay un don. Si no tienes esa capacidad de parar y conectar contigo mismo te vas a racionalizar y te vas a ir a la parte más racional, más dudas y no vas a conectar. Y luego, una vez que conectas, coraje. El coraje tiene que ver con el miedo. El miedo te puede paralizar y tienes que saber cómo actual tu miedo, “pues mira se me suben los hombros, se me tensa la espalda, me da miedo porque de verdad me gusta o me da miedo porque a lo mejor se me queda grande y tengo que trabajarlo un poco más…”. Autoconocimiento, sin duda.

 

«Yo creo que para gestionar el miedo algo importante es hacerlo presente, y para hacerlo ¿qué mejor que como cuando quedas con un amigo? Que lo pones encima de la mesa y lo comentas».

 

Muy potente. Últimamente estás publicando conversaciones sobre el miedo en tu Instagram. ¿Cómo sale eso?

Eso sale porque todos tenemos miedos y yo tengo muchísimos. En lo profesional, por ejemplo, en mi autopercepción, muchísimos. Son miedos que de forma objetiva no tendrían que estar ahí, por mi formación, por mis capacidades, por el feedback de la gente; ¡pero de forma irracional están! Yo creo que para gestionar el miedo algo importante es hacerlo presente, y para hacerlo ¿qué mejor que como cuando quedas con un amigo? Que lo pones encima de la mesa y lo comentas. Entonces, yo hablo con el miedo, que eso no te lo va a quitar, pero al menos sabes que está ahí, lo identificas y, a base de hablar con él, vas aceptándolo.

Totalmente, delimitas las ideas negativas. En mis mentorings a gente creativa, cuando se bloquean, lo que hago es el ejercicio de escribir todos los problemas, y una vez está escrito, es mucho más fácil avanzar…

Claro. ¿Y sabes por qué? Porque los pensamientos en la mente crecen a velocidad de la luz. Crecen y se ramifican. Así que, como no los plasmes y los concretes, se convierten en una nebulosa que crece muchísimo y lo que es “me da miedo porque no viene nadie” acaba siendo un “tengo pánico escénico y me voy a hundir”. Otra cosa es que el miedo cambie de forma y cueste de identificarlo. Eso va a pasar. Miedo siempre vamos a tener. Pero bueno, es un camino.

¿Cómo llevas el tema de las redes? Lo llevas de una forma muy honesta y transparente. No sé si te planificas o sigues algún tipo de plan en particular…

Lo llevo bien porque he encontrado la red social que me gusta: Instagram. Facebook, el 1 de enero de 2019 me lo quité. Instagram me ha permitido un contacto más directo con mis seguidores con gente que no conozco, que luego he conocido. Y también me ha aportado contactos en lo profesional. He conocido gente con los que he podido colaborar en cosas puntuales u otros proyectos afines, por ejemplo, como colaborador de la app de meditación Petit Bambou.

¿Qué hago yo para mi comunidad? Me suelo marcar trimestres en los que hablo de una cosa y cambio el formato. El trimestre antes del verano fue mucho video, lo grabé todos en una ruta por la sierra de Madrid, que me encanta… Me puse bajando de la sierra y estuve media hora grabándome —que acabé con el brazo destrozado— y te salen videos a cascoporro. Luego, por ejemplo, este trimestre, son estáticos y son las conversaciones con mi miedo. Y tengo que pensar a partir de enero qué va a ser porque a mi el video me gusta mucho; pero es más laborioso, yo me grabo con el móvil, edito con el mac, subtítulos,… Cada minuto de video me llevaba 30 minutos de trabajo, que hago encantado por aportar valor a mis seguidores.

Para enero quiero volver al video, aunque de un modo más sencillo. Por otro lado, con una pequeña inversión, que no es grande, puedes tener una aplicación para programar las publicaciones. Dicen que te da menos visibilidad, pero hoy en día no tienes igualmente… Yo los publico y por lo menos mis seguidores sí lo tienen. Teniendo eso programado, las stories las hago a diario, que a mí las stories me gustan mucho, soy muy payaso en las stories [risas].

El sentido del humor. Se te ve muy optimista. La gran pregunta: ¿cómo aplicar el sentido del humor en la vida?

Aunque todos pasamos situaciones malas, a mí el sentido del humor me salva. Y no el sentido del humor de “voy a forzarme”, no, es que me sale solo. Cuando lo aplicas, cambia la perspectiva. Cuando yo empecé a hacer stories, había mañanas en las que te levantas y dices, “no puedo” ¿y qué hice? Me puse a grabarme y a compartir cosas graciosas ya que cuando terminaba las stories, me sentía mejor. Lo sacaba, yo me reía grabando, porque tomas falsas tengo… ¡Y la gente se reía también! Así que, yo me he reído, he ayudado a gente a que se ría, pues esto es maravilloso. Además, yo siempre he sido de un humor muy tonto, crecí con Martes y 13. Yo escucho “Móstoles” y se me saltan las lágrimas. Mi madre también tiene ese humor, lo habré heredado.

 

Me has recordado a Mi Hoa Lee, por su forma de ser un bajón le duraba poco. Tenía, obviamente, pero no se recreaba mucho en lo negativo. En tu caso, ¿a ti un momento de bajón te dura poco?

Son casos que inspiran como el de Mi Hoa. Pero depende, un momento de bajón puede durar mucho. Hay que permitírselo. No es “estoy triste, voy a forzar a reírme”, no. Pero estás triste, lo tienes un rato y cuando eso ya empieza a dilatarse más de lo que debería ser, te pones a los Monty Python o me grabo una story y no es algo forzado. Me hace gracia grabarme, me daba mucha vergüenza, yo he sido muy de vergüenza delante de las cámaras; pero a base de estar ahí y darte cuenta que no pasa nada si sales despeinado, si tienes ojeras ese día, si la cagas, si dices un taco… Nada. Entonces, te ayuda a ser más natural y te das cuenta que el humor es importante, es importante en el trabajo. Eso de trabajos grises… ¡Buf!. El humor es muy importante, en las relaciones, en el sexo, en las redes…

Con el humor desdramatizas. Todo se suaviza.

Sí. Si tu te ríes y encima arrancas a otro una sonrisa —porque las risas son contagiosas, yo creo que ganamos mucho más que si nos contamos solo las penas o si vamos a discutir sobre las elecciones, o sobre futbol. Hay temas que me parece que la gente se violenta demasiado, joer, hablemos de algo que nos alegre, nos anime. Si yo tuviera que defender una emoción para toda la vida, el humor. Todo. Tu date cuenta, en los tanatorios, cuando vas a un velatorio, ¡es donde se cuentan los mejores chistes!

Totalmente, todos están serios y están esperando a ver quién arranca.

Claro. La gente en esos momentos tira de humor de forma instintiva. Alivia, está demostrado que la sonrisa libera endorfinas, los músculos de la cara…

Me has recordado uno de estos momentos de bajón que me duró demasiado y me dije “basta ya” y me puse a sonreír forzadamente. Al cabo de un rato, se me pasó…

Claro, está el estudio este del lápiz que si te lo pones, el cerebro cree que estás sonriendo y manda la señal. Pues con esa práctica luego ya no hace falta forzarlo. En mi caso es que yo soy muy tonto, cualquier gilipollez me vale. Yo me río con tontadas. Tiene su parte buena y su parte mala, a veces me río y la gente dice, “¿qué estás haciendo?”.

Se estudió que cuando el nervio de la boca que mandaba la señal al cerebro se veía bloqueado con algunas intervenciones de cirugías estéticas, el estado de ánimo se veía afectado. Es en plan de “me voy a poner Botox en la cara para estar más guapo…” [risas]. Imagínate que piensas que vas a ser más feliz por ese “arreglo” y resulta que precisamente estás bloqueando la sensación de estar riendo. Si lo supieras seguramente no lo harías. También pasa lo contrario, yo me doy cuenta que muchas veces voy por la calle y voy con el ceño fruncido. Que es justo lo contrario, ese gesto activa un pensamiento cerrado, activa la introspección. Ahora, si te meten Botox aquí y no puedes fruncir el ceño, ¡no tienes esa sensación de enfado! Exagerando un poco, eh, pero una vez más, ahí está esa relación cuerpo-mente que siempre decimos está unido, que hay gente que no se lo cree, pues sí. Ahí la tienes.

«Aunque todos pasamos situaciones malas, a mí el sentido del humor me salva».

 

Para acabar, dos referentes que tengas y por qué.

De mis referentes ninguno es conocido ni famoso, pero a una persona se la puede seguir en Instagram, es una persona que admiro muchísimo, que de mayor quisiera ser como ella. Ella es Elena Arnaiz, tiene mucho talento, está dando formaciones estupendas, comparte con un amor brutal, y es un ejemplo de estar ahí, de romper, de ir sin miedo y ojalá yo pudiera tener el coraje que tiene ella.

Y luego, en lo profesional, tuve a un referente que fue un director general de una empresa en la que yo trabajé, trabajamos muy estrechamente. El tío era una máquina de currar, pero luego conmigo siempre tuvo una relación un poco paterno-filial o de mentor. Siempre estuvo ahí para apoyarme. Son de esas personas que dices tú, “wow, no me lo esperaba…”. En un momento a él lo despidieron, seguíamos viéndonos y siguió apoyándome en todo de una forma incondicional. Si yo pienso en un mentor, pienso en él. Cristóbal Sánchez, está trabajando en Argentina y es de esas personas que era un profesional muy humano también. Y aprendí que hay que ayudar a la gente a desarrollarse profesionalmente en una empresa, pero que también se tiene la oportunidad de ayudarle a que crezca personalmente. Y un líder que haga eso no se te olvida.


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Consultor de estrategia empresarial y Mentor de artistas. He trabajado en entornos altamente cambiantes y competitivos en el mundo de los negocios, y he visto lo mejor y lo peor del ser humano. He comprobado que el cómo se hagan las cosas es tanto o más importante que el fin en sí mismo; y que el llamado éxito sólo se da gracias a la libertad de mente y espíritu. Fan de Bunbury y coleccionista de relojes.

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