Nombre: David Corominas
Qué quería ser de mayor: Profesor de historia medieval
Ocupación actual: Asesor de comunicación y de marca
Un libro: El nombre de la rosa – Umberto Eco
Hablar con David Corominas es un lujo, no solo por lo mucho que se aprende, también por lo buen conversador que es, elegancia y estilo. Hoy tomamos un café con él y tiene mucho que contarnos.
Leer “El nombre de la rosa” te abrió a la historia medieval y más o menos te motivó a estudiar historia y geografía. Cuando entras en la universidad, ¿fuiste víctima de las expectativas?
No, yo disfruté mucho. En la universidad aprendí mucho y de hecho me agarraba a trayectoria universitaria, me fui al Reino Unido. Me fui en un Erasmus, esta cosa de los primeros Erasmus, no sé si fue el tercer año que se había implementado el programa Erasmus. Y ahí tuve la suerte de estar en una escuela de geografía con gente muy interesante y que me dieran una beca allí para estudiar, para escribir la tesis del doctorado. Yo encontré que la universidad me dio mucho.
¿La universidad inglesa o la universidad en general?
La universidad en general.
¿Y el estilo de allí?
El estilo de allí era completamente distinto entonces, te hablo de principio de los 90 y aquello si supuso un shock positivo. De repente, unas dinámicas muy distintas de enseñanza, de relación con el profesor, de relación con el conocimiento, de autonomía con el estudiante, de responsabilidad, de acceso a cosas, de poco magistral y muy relacional. Un buen cambio.
Que el estudiante se buscara la vida y se espabilara, ¿no?
Sí, pero con un seguimiento tutorial muy constructivo. Uno podría pensar, “qué poco contenido dan”; sin embargo, la oportunidad de empaparte es mayor. En cambio aquí, en España, la historia y la geografía eran muy de clase magistral. Yo fui a estudiar geografía y de repente vi una disciplina que estaba atravesada por otras disciplinas: la sociología, la antropología, la economía… Y eso enriquece mucho, porque estás en constante intercambio. Estás con gente diferente que además le apetece compartir.
¿Ese contraste lo viviste al hacer el doctorado o ya con el Erasmus?
Con el Erasmus enseguida lo vi. Además, fue un año y luego ya me dieron una beca y rápidamente te ponen a supervisar tutorías, a dar clases… Y claro, progresivamente te van dando más responsabilidad Al cabo de 3-4 años te das cuentas que estás metido en el magma del asunto. Escribes, vas a congresos, das seminarios… Muy interesante.
¿Te metiste tú solo o fue la dinámica que sin darte cuenta te metió en el sistema?
A mí el Reino Unido, siempre me ha fascinado mucho. La universidad británica con eso de la idea un poco romántica, mitificada, de Oxford, Cambridge… Pero donde yo estuve era la universidad de Leeds. Era una universidad grande, buena, pero no de élite. No era exclusiva; que no era malo, ya que tenía un nivel, sobre todo en geografía bastante alto y de reconocimiento. Yo estaba encantado.
Y allí además hice teatro, jugué mucho al rugby, estaba metido en mil cosas, teníamos un programa de radio para el mundo latino, había posibilidades. Había una dinámica y una infraestructura que permitía hacer cosas. Eso siempre me ha gustado. Ahora se habla mucho del emprendimiento, los emprendedores, etc. Antes no tenía esa etiqueta tan elevada; pero estaban las bases para hacer cosas.
Montamos una compañía de teatro, había una comunidad latina de teatro en Leeds y hacíamos teatro en español. Eran teatros pequeñitos que la universidad ofrecía en el campus. Y hacíamos obras en español, eh. Luego estuve haciendo cosas en inglés ya más complicado. Pero las obras que hacíamos en español, tenían público, eh. Y te lo ofrecía la universidad, te daban posibilidades. Era como “adelante”. Te lo tenías que currar tú; pero te daban.
“[Londres] es una ciudad fascinante; pero puede ser muy agreste también”
Te dejo, pero te espabilas.
Claro, claro. Es más, pídeme y yo te dejo. Pero pídeme. La iniciativa, el disparadero de iniciativa, eso me gustó mucho. Es verdad que una de las cosas que más me costó de mis casi 5 años por allí fue el clima. Es un poco duro. Aquí hemos sufrido 3 días de lluvia y ya parece que… Y eso fue una de las razones por las que volví.
Es alucinante como el clima puede afectar tanto a la hora de tomar una decisión. Estás a gusto, estás encantado y en cambio, te va mermando poco a poco…
Obviamente había otras razones; pero sí, el tener tantos meses sin sol, me costaba, me costaba mucho. Cuando llegaba la primavera y el verano, —que no era verano, que era una primavera lluviosa—; de repente una alegría generalizada. Se podía ver en la ciudad, los vecinos, el campus…
Y a nivel cultural, aunque sea un topicazo, ¿notaste algún cambio más allá de las formas de enseñar?
El Reino Unido, y más en los 90, era un mundo muy distinto Creo que sigue siendo una particularidad. Siempre digo una sociedad que se levanta por la mañana y conduce al otro lado, ya tiene una visión distinta del mundo [risas].
Quizás fue interesante que no estuviste en una gran capital, ¿no?
Exacto, y eso me alegra muchísimo, porque me permitió conocer una Inglaterra distinta. A Londres viajaba mucho, tenía amigos que me invitaban los fines de semana. Yo Londres siempre lo viví como visitante, no como habitante. Es una ciudad fascinante; pero puede ser muy agreste también. En ese momento no era tan cara como hoy, ahora es muy difícil, sin un buen sueldo, aguantar en Londres.
Tiene muchas cosas positivas, eh. Con lo que siempre he disfrutado poder ir al British Museum gratis, a la National Gallery, al Tate… Aunque solo fuera para ver un cuadro. Esa cosa de “¿llueve un poco? Me resguardo ahí”.
Y en Leeds me sentí una parte de allí, muy implicado. Es Yorkshire, que es el norte de Inglaterra, que es muy distinto al sur, Una zona que acababa de atravesar la peor crisis industrial de su historia y que cambió para siempre. Y a la vez, parece que no; pero mucho más cosmopolita de lo que uno se imagina.
Leeds, tiene comunidades jamaicanas, paquistaníes, hindúes, chinas, latinas… Luego tiene dos universidades que atraen a mucha gente del mundo; porque además, como no son elitistas, hay muchas ayudas, muchas becas y mucha gente buena. Encontrarte con un mundo tan amplio era muy enriquecedor. A la vez me puse a jugar en el equipo de rugby de la ciudad, y ahí conecté con gente de Yorkshire, con los nativos como digo yo [risas].
No quiero hacer mucho hincapié en el trabajo, hay veces que le damos más importancia de la que tiene; pero me parece curioso en tu caso cómo das el salto a agencias, a comunicación. ¿Cómo fue?
Por un lado, yo hice mucha investigación cualitativa para mi tesis doctoral; y por otro lado, vengo de una familia de publicitarios. Entonces no me quedaba ajeno. Estaba muy empapado de ese mundo del cual no me sentía partícipe cuando era joven; pero sí tenía el conocimiento por osmosis.
En un momento dado, cuando yo regresé a España y estuve haciendo unos trabajos postdoctorales, empecé a trabajar con institutos de investigación como freelance. Luego, sin esperarlo, por conocidos me ofrecieron crear un departamento de planificación estratégica. Nadie sabía muy bien la forma que tenía que tener y necesitaban a alguien que no hubiera estudiado marketing ni publicidad y dije, “bueno, voy a probar”.
Una duda que me surge es que, aunque vinieras de Inglaterra, cambiar del mundo académico al privado tiene que ser un contraste importante. ¿Fue así?
En mi vuelta al mundo académico español, y hablo del año 97 o 98, lo encontraba todo muy anquilosado, muy reino de taifas, me acuerdo de una persona que me dijo literalmente “¿quién es tu padrino?”.
Wow…
Sí, “tienes una trayectoria, eres joven tienes una tesis en Inglaterra, has publicado un par de cosas, has estado en varios congresos; pero ¿quién es tu padrino?”
Entonces ahí me despertó una luz: “Yo no tengo padrino, y si no tengo padrino, mi camino va a ser muy complicado”.
Qué duro; pero igual bueno que te lo dijeran tan claro, ¿no?
Sí. Me sorprendió esta cosa de la contundencia; pero es verdad que no es necesario tener padrino para lo de la agencia, así que me dije “voy a probar algo nuevo, necesito algo con un poco de marcha”.
Luego, a mí me gusta mucho la docencia y cuando me metí en la agencia me quedé con esas ganas de seguir vinculado a ella, cosa que recuperé sin tardar mucho a través de la sociología del consumo, la planificación estratégica y la publicidad. Siempre he estado vinculado a espacios docentes. Me gusta mucho dar clase, la relación con el alumno, la transferencia… Esas cosas que aprendí en la universidad británica.
Cuando tú y yo hablamos, el motivo de fondo para hacer esta Conversation fue el teatro. ¿Cómo empezó tu relación con el teatro?
Bueno, mi relación con el teatro empieza de muy pequeño. Yo de niño estuve muchos años en talleres de teatro.
“En la adolescencia me alejé del teatro, fue una adolescencia pues imagínate, en mitad de los 80…”
¿Lo pediste o fue por tus padres?
Bueno, aquella cosa que tú eres pequeño y no sabes si te gusta o estás ahí porque te ponen. Con 7 años no eliges. Yo encontraba que me desarrollaba bien, y luego esa cosa de la adrenalina de la actuación, de subirte a un escenario. Es verdad que en la adolescencia me alejé del teatro, fue una adolescencia pues imagínate, en mitad de los 80… Muy rockerilla. Incluso con un grupillo de rock casi ratonero.
Muchas ganas y poco método, ¿no?
Además, a cada uno de nosotros nos gustaba un tipo de música distinta; el mínimo común denominador decidimos que era el punk [risas]. Pues punk. Entonces yo aporreaba un bajo de mala manera….
Ahí ya estabas experimentando desde otro lado, pero vinculado con la escena, con un escenario…
Sí; aunque poco, tocábamos en fiestas. Pero sí, había una cosa de expresarse, de escribir letras, de cantar, de hacer un poco el payasete.
Más tarde me puse a jugar al rugby y en mis años universitarios en Madrid no hice nada de teatro. Cuando fui a Inglaterra, fue cuando me reenganché.
¿Lo buscaste activamente o fue que el teatro te encontró a ti?
Un tipo argentino en Leeds, con el que compartía casa, le faltaba un actor para poner en marcha una obra. Y “venga tío, anímate, va” y di el paso, y la verdad es que muy satisfactorio. Y desde entonces he hecho cositas. Nunca me he dedicado plenamente ni le he dedicado mucho tiempo porque cosas de la vida… De hecho, la parte docente tiene un poco de show, de cosa actoral, de saber manejarte.
Saber jugar con las emociones de la audiencia, le pongo drama aquí, genero interés….
Sí, es estar en escena, que digo yo. Con objetivos radicalmente distintos, pero estas en escena. Tienes la mirada de un público semi cautivo, el aula, estudiantes, clientes… Y donde además, tienes que generarles interés, provocarles ganas.
Coe, en otra Conversation nos contó que usa muchos recursos de drama en el trabajo.
Lo importante es ser consciente de que estás protagonizando una escena y la tienes que modular. Hay escenas que en función del público tienen que ser más contenidas, hay otras más alocadas.
Claro, dicen que lo bueno del teatro es que dependes de la reacción del público, que cada obra es distinta.
Y hay momentos que, dando clases o charlas, tienes que cambiar sobre la marcha porque ves que se te aburren, que desconectan. Que dices “¿por qué me han invitado a mí si ese foro no les interesa nada del o que voy a contar?”. Y se trata de cómo hacerlo atractivo, ese tipo de cosas.
Ya para acabar, ya que más o menos hemos hecho un repaso de tu vida groso modo, ¿qué consejos darías al David de hace 20-30 años?
Vaya pregunta… [Risas]. Pues mira, sí. No te desenganches de esas cosas que te apasionan, que te laten ahí dentro. Me refiero a mantener viva la llama, porque luego encender siempre cuesta mucho más. No lo destierres.
Luego también sé prudente en los cambios de registro. Esto que tanto se habla de reinventarse, creo que no nos reinventamos. Yo soy el que soy y voy enfatizando más una cosa u otra. O las circunstancias te pueden obligar a responder más de un modo u otro ante una realidad. Ahora que se dice “atrévete, tienes que ser valiente…” sí, yo creo que todos tenemos que tener de esa valentía; pero a la vez hay que tener un criterio.
Y todo tiene su relación, todo suma. No tenemos una carrera unidireccional. Yo no soy un geógrafo, estudié geografía, y luego también cosas de arquitectura, teatro… Hay que probar cosas; pero con un criterio, de lo contrario puedes acabar dando vueltas como una peonza.