- Nombre: Glory Meyers
- Ocupación: Actriz, cómica, reportera y guionista
- Qué quería ser de mayor: Cantante y escritora
- Libro: Una historia de amor como otra cualquiera – Lucía Etxebarria
Me avisa por mensaje que va a llegar un par de minutos tarde. No pasa nada, tiene un buen motivo. Al llegar me comenta que viene de un casting en el que le ha ido muy bien. Crucemos los dedos para que le den ese papel, aunque no creo que sea del tipo de personas que dejan las cosas a la suerte. Calidad, tiene.
Lo que más te sorprende de esta ex-abogada es su energía y positividad. No es de esa gente que se recrea en los fallos. Es versátil, valiente y estoy seguro que hasta le pone enfrentarse a lo desconocido. Su trayectoria personal y profesional así lo demuestra.
Gloria García López, actriz, cómica; pero antes abogada, ¿cómo te metes en la abogacía?
Por el gran reto de hacerse mayor y pasar e ir a la universidad… [risas]. Yo quería estudiar periodismo y comunicación audiovisual; pero mi profesora de historia de COU les dijo a mis padres, “mi hijo ha estudiado periodismo en Sevilla y no tiene trabajo…”. Así, que claro, mi padre dijo, “uy, uy, uy, yo no quiero que eso le pase a mi hija”; y pensó en alternativas. Me dijo, “mira, puedes estudiar esto, pero tienes que hacerlo en una universidad privada”, porque en aquella época no había periodismo en Granada. Yo pensaba, “bueno, es lo que quiero hacer y si se quieren gastar el dinero, suena bien, yo encantada…”.
Yo pensé que ya estaba hecho. Hice las pruebas e ingenuamente pensé, “¡qué guay, voy a hacer periodismo, está todo controlado!”. Sin embargo, a la semana de las pruebas, recibo una carta de la universidad diciendo “lo sentimos, no quedan plazas…”. La flipada de mí…
O la optimista. ¿Y cómo vas a Derecho?
Con la noticia yo entré en shock. Entonces, mi padre me comentó, “métete en derecho, miras si te gusta y si no, el año que viene, lo vuelves a intentar con periodismo”. Pues le hice caso. Mi padre es abogado y lo he vivido toda la vida en casa, no me disgustaba, dije, “venga, vamos a probar”. Ciertamente el primer año me gustó bastante, luego el segundo, el tercero… y sin darme cuenta hice 5 años… Fue justo en ese último año cuando ya me di cuenta que algo no cuadraba, “uy, igual no me gusta ninguna de las salidas que veo…”.
«Fue duro. Recuerdo el último año en ese trabajo que era ir a la oficina y a veces meterme en el baño a llorar».
¿Y qué haces? Te empiezas a dedicar a ello o…
Pues empecé a trabajar con mi padre y en seguida me di cuenta de que era algo complicado. A veces trabajar con un familiar es muy difícil. Es necesario poner mucha voluntad por las dos partes… se hace cuesta arriba. Si lo gestionas bien puede ser muy bueno, eh; pero si encima le sumas la depresión que me entró al acabar la carrera, con el “qué hago con mi vida” o el “no me gusta esto”…
Busqué alternativas, empecé a echar becas por todos lados para irme por ahí y me salió un curso en Granada de gestión de empresas. Y fue como “bueno papá, me ha salido este curso, ya no voy a poder trabajar contigo, es gratis, así que…”. Mi padre se enfadó un poco, pobrecillo. Hice ese curso y por las tardes me busqué un curro de camarera en un restaurante mejicano. Necesitaba aire fresco.
Cuando acabé el curso, de nuevo: “tengo que hacer algo con mi vida”. Empecé a echar currículums y me cogieron en una empresa de construcción puntera en Andalucía en el departamento jurídico. Éramos mi jefe y yo, estaban creando el departamento.
Fueron 2 años. Estuvo muy guay, sobre todo al principio, cuando todavía no había estallado la crisis. Tenía un trabajo muy bueno, vivía sola en un pisito en el centro de “Graná” y estaba de lujo. Ya ves tú, con poco más de 20 años… Pero luego vino la crisis. Claro, una empresa de construcción… La de marrones que me venían, era una cosa tremenda. Era ir al trabajo y tener a los trabajadores protestando en la puerta… me tocaba defender a los “malos”. Fue duro. Recuerdo el último año en ese trabajo que era ir a la oficina y a veces meterme en el baño a llorar. No me gustaba lo que hacía.
Luego, además, súmale que me veía el resto de mi vida en Granada, encerrada en una vida que no quería…
Entiendo que por un lado estaba la parte ética y por otro, una más existencial…
Claro. No sabía lo que quería, pero eso no lo quería… Y encima todo el mundo te decía “qué suerte donde estás…”, todo el mundo te felicitaba, pero yo era tremendamente infeliz. Entonces, en octubre del 2009 me despidieron porque la empresa se fue a pique y yo me alegré -de mi despido, no de lo de la empresa-. Con el dinero del finiquito dije, “me voy, necesito salir de este micromundo”. Y me fui a Londres. Hacía mucho tiempo que tenía ganas de ir y me fui para allá. A las dos semanas ya estaba super instalada trabajando en una tienda de ropa. Me quedé 2 años ahí, y me mudé 8 veces, toda una experiencia [risas].
Para aprender a actuar: Manual Práctico de Actuación para Principiantes : Técnicas para la formación del actor y actriz de cine, teatro y TV : Descubre los primeros pasos para triunfar con la actuación
¿Cuándo decides volver?
Decido volver cuando empiezo a notar que ya no estoy tan a gusto. Se estaban yendo todos los amigos que conocí en Londres y yo también pensaba, “¿qué voy a hacer con mi vida?”. Vi que la experiencia estaba llegando a su fin. Decidí volverme a España; pero cuando vuelvo a Granada, a los pocos días, ya estaba volviéndome loca. Duré una semana. Me fui a Barcelona que tenía unos amigos allí. Me fui para unos días y me quedé unos 3 años, trabajando de abogada.
¡¿De abogada?! Creía que lo odiabas…
Sí, porque pensé, “¿de qué trabajo? Vamos a darle una segunda oportunidad al derecho, que igual era muy joven y no supe apreciarlo”… Y ahí me empecé a meter en algo tan guay y bonito como son los casos de separaciones y divorcios… Se me quitaron las ganas de casarme de por vida [risas].
Fue en Barcelona cuando se cruzó el teatro en mi camino. Yo ya estaba decidida a montar mi propio bufete y fue como “bueno, me voy a entregar a mi destino, porque parece que este es mi destino” y antes de hacer nada, fui a un curso de teatro durante unas vacaciones y me ofrecieron una beca…
«El resultado de un test me dio mis profesiones ideales: guionista, actriz, y en último lugar… Abogada. Justo lo opuesto a lo que me había dedicado…»
A ver, a ver, ¿cómo salió el curso de teatro? ¿Te gustaba o no te gustaba la abogacía…? Por el empeño que le metías, me imagino que te iba más o menos bien…
Casi a los 3 meses ya me empecé a hartar de nuevo. Pero me engañaba a mí misma “no, aquí estoy guay”; pero no. Me daba cuenta de que ir a trabajar para mí era un coñazo, comparado con mis compañeros de trabajo, que sentían la necesidad de estudiar, dedicarle tiempo… Yo era otra movida, solo tenía ganas de irme a casa y hacer mis cosas fuera del trabajo.
En una de esas, hice un test… Fíjate todo fue por un test psicológico… Me meto en la sección de trabajo de la web del ayuntamiento de Barcelona y el resultado de un test me dio mis profesiones ideales: guionista, actriz, y en último lugar… Abogada. Justo lo opuesto a lo que me había dedicado… Y yo, “pues igual me estoy equivocando en lo que estoy haciendo, ¿no?” [risas]. Total, que me apunté a un curso de dirección de cine.
Y cuando haces el test, ¿qué es lo primero que te pasa por la cabeza? ¿Lo aceptas o lo rechazas?
Lo primero que me pasa por la cabeza es, “qué bien, que venga un test a decirme lo que yo ya sentía por dentro pero no me atrevía a decir…”. Yo recuerdo ilusionarme, decir, “¿ves? ¡Te tienes que dedicar a eso!”; pero aún así, en ese momento digo “¿dónde voy a ir ahora casi con 30 años? Bueno, me apunto a este curso de dirección de cine y ya vemos qué tal”.
Fueron 3 meses y estuvo genial. Me encantó. Cuando empezamos a hacer un corto en las prácticas me di cuenta que me gustaba más estar delante de la cámara que detrás.
Lo que decía antes, hice el curso en junio, venía el verano y al año siguiente me había proyectado ya ser una abogada de bien y dije, “voy a hacer un máster de abogacía. Sigo trabajando en ese lugar de abogada de divorcio, pero cuando acabe el master…”.
¡¿Cómo?! ¿Aún más abogacía?
Sí, sí, fíjate cómo iba. Salió esa parte mía de responsable. Salía ese yo que quería montar mi despacho de abogados y que quería estudiar un máster…
Me hace mucha gracia, tenías claro que no te gustaba tu profesión, pruebas lo de dirigir, actuar… Te encanta y aún así, decides hacer una huida hacia adelante.
También había mucho de lealtad a mi padre, “bastantes malos ratos le he dado a mi padre por no dedicarme a la profesión”… Luego también está ese deber de ser una mujer de provecho, claro.
Ahora lo pienso y no es para tanto; pero en su momento fue así de importante. Una no se da cuenta de lo que le mueve de verdad hasta que pasa mucho tiempo, pero fíjate que de nuevo la vida, el azar, el destino, te dice “que no, que te estas desviando otra vez”. Porque en septiembre, un mes antes del máster, me apunté a un curso de teatro. Pensé, “tengo las tardes libres y cuando empiece el máster no voy a tener tiempo libre, así que voy a disfrutar”. Me apunto y me flipa.
Y con estas, me llama la directora de la escuela y dice, “oye, que nos has gustado mucho, te queremos ofrecer una beca, te regalamos un año entero para realizar el curso que quieras. A cambio, te pedimos que vengas por las tardes y lleves tú las llaves y la abras tú”. Fíjate, yo no podía, tenía ya organizado trabajar por las mañanas y por las tardes máster… Pero por fin decidí escucharme, decidí dejar el máster. Aproveché que sólo hice la presentación para borrarme el primer día.
Todos los días iba a hacer clases de todo, de teatro, de todo, lo cogí con muchas ganas. Mis compañeros de piso me decían “eres una persona muy diferente cuando vienes al medio día del trabajo que cuando vienes por la noche del teatro…”. ¡Hasta el brillo en los ojos se me notaba! Y ahí empezó todo.
¿Qué empezó?
Empezó Glory Meyers, ahí empezó mi proyecto actual de vida. Ya llega un momento que ya no soporto el despacho de abogados, lo dejo y me busco un trabajo en una tienda y sigo con las clases. Luego, acaba ese año, me cambio a otra tienda, me suben a encargada, me dan un montón de horas extra de trabajo, y dejo de ir a clases de teatro… Y yo, “bueno, ahorro algo de dinero y más adelante trato de hacer una formación más reglada”. Porque yo sabía que hacía cosas, pero me faltaban más.
Luego, de repente… La escuela en la que yo estaba en Barcelona tenía una comercial -también actriz- que trabajaba desde Madrid para esta escuela, Marian. Nos hicimos muy amigas y más tarde se convirtió en la artífice que hizo que yo esté hoy aquí. Ella ya no trabajaba allí y me llamó diciendo “Gloria, voy a montar una escuela de teatro y he pensado en ti, a lo mejor te interesa. Vienes a Madrid, haces el plan de formación profesional para actores gratis y a cambio tienes que venir para abrir la escuela, etc.” Y yo, “pues… Igual sí…”. ¡Y me vine! Estoy muy agradecida a Marian, no sólo estoy en Madrid gracias a ella, también ha sido un apoyo fundamental a todos los niveles: profesional, personal, emocional… Cuando acabé la formación en Expresando, pasé también a trabajar allí un tiempo. Es un buen lugar, para todo el mundo que quiera hacer algo relacionado con las artes escénicas.
«Decidí apostar plenamente a esta profesión. Porque claro, trabajando en otra cosa tenía la atención dividida y luego no tenía energía para escribir mis textos…»
Qué guay, ¿no? Te han ido ofreciendo…
Sí, es como que esta ahí para mí… Deseas algo y mira… Me salió esto. Y encima mis jefes, que eran un poco cabrones, cuando les dije que me iba, me dijeron que estaban tan contentos conmigo que me podían trasladar a la tienda de Madrid que quisiera, ¡cualquier puesto! Que no tenía porqué ser encargada que podía ser dependienta, lo que quisiera. Mira, se me pone la piel de gallina… Así me vine a Madrid, con trabajo y con estudios.
La vida no te puso un piso en la Gran Vía porque no se lo pediste…
[Risas] Sí… Pero fue un año duro, eh. Yo me vine aquí y por las mañanas estudiaba, trabajaba tardes y también algunos fines de semana. Y claro, nueva, en una ciudad que no conoces a casi nadie y no tienes tiempo de moverte… el primer año fue durillo.
Me contabas que con Barcelona se creó Glory Meyers, ¿fue a conciencia? En plan “me voy a crear un personaje”…
Cuando digo “Glory Meyers” me refiero al concepto que engloba mi faceta más artística y sí que se gestó en Barcelona; pero el nombre me lo puse aquí en Madrid después de un curso de Stand Up Comedy, cuando íbamos a hacer el cartel, Gloria García, tenía poco gancho… Y surgió por esa tontería. No me preguntes de dónde vino el nombre, había mucho alcohol de por medio [risas].
Ahora me dedico plenamente. Desde el pasado octubre decidí apostar plenamente a esto. Porque claro, trabajando en otra cosa tenía la atención dividida y luego no tenía energía para escribir mis textos… Me salían castings que no podía ir… y pensaba, “si yo he venido a Madrid a dedicarme a esto, ¿por qué no me centro en ello de verdad?”.
¡Qué bien! Entiendo que escribes tus textos, etc. ¿Cómo lo haces?
Pues la vida es una fuente inagotable de inspiración para escribir comedia. Me pongo un horario. Desde que dejé el trabajo, me pongo una rutina. Que me cuesta seguirla al 100% porque soy algo anárquica; pero lo voy haciendo a mi manera. Hay un orden dentro del desorden.
¿Y tienes que escribir mucho? ¿Te obligas para tener más material? Yo he visto que en vuestro show vais cambiando bastante los gags…
Yo empecé en la comedia sola. Tengo 50 minutos de mi show que se llama ‘Superconfundida’; pero me pasa una cosa, que cuando pasa el tiempo, uno se va cansando del material que tiene y quiere renovarlo. Yo no me siento identificada a nivel personal con el material que tengo ahora mismo, pero claro lo tengo más probado, funciona. Luego también pasa que cuando lo has hecho muchas veces a ti ya no te hace gracia, y si a ti no te hace gracia… es complicado.
Hay muchas cosas que quiero cambiar, y claro, es trabajo de escritura y de probar tu texto en open mic. Es algo que es un trabajo casi como un escultor que tiene que estar probando por aquí, y por allá… Cuesta crear texto nuevo, ¡pero me encanta!
Luego está el open mic de ‘LasHijasDePutaComedy’ que hago con Nuria. Somos las presentadoras y es un show temático. Nosotras decimos que vivimos ancladas en la década de los 90 y en base a eso siempre hacemos un texto en referencia a ello. Y lo creamos diferente todos los martes. Por ejemplo, hicimos una versión de Ella Baila Sola… Otro día repaso de noticias de la época… y la gente le empezó a gustar tanto el rollito de las presentaciones, que además del open mic, hemos creado “el show” que es una hora de nosotras dos haciendo un repaso de lo que nos acordamos de los 90, incluyendo canciones. Lo llamamos los “antihomenajes”. [Risas]
«Estamos muy acostumbrados al humor masculino y cuando vemos a una mujer haciendo humor, pues a veces choca».
Sois dos mujeres liderando un show de humor, ¿cómo está la comedia hecha por mujeres?
Yo creo que en España, hasta ahora se han tenido muy pocos referentes femeninos y eso ha provocado que el público, al no estar acostumbrado a un humor “diferente”, lo haya rechazado, no ha tenido paciencia. Afortunadamente, en la actualidad la escena está cambiando y se le está dando más visibilidad a la comedia hecha por mujeres. Estamos muy acostumbrados al humor masculino y cuando vemos a una mujer haciendo comedia, pues a veces choca, sobre todo si tenemos en cuenta la sociedad machista en la que vivimos. Ver una mujer empoderada subir a un escenario y hablar con libertad “asusta” a muchos (y muchas).
Hay una plataforma que graba cómicos y emite los monólogos en YouTube, se llama Phi Beta Lambda -mando un saludo desde aquí [risas]- y muchas veces me paro a ver los comentarios de la gente. Te encuentras cosas como “¿¡ves como las mujeres no hacen gracia!?”, así, en genérico. Igual lo que no le hace gracia es que una mujer ocupe el puesto antes reservado a los hombres. Claro que hay comedia que gustará más o menos pero no porque quien lo haga sea mujer o un hombre, sino por el texto o el artista en sí, más allá del sexo.
Yo veo muchos monólogos y muchas veces veo que los temas tampoco son diferentes, igual es que sea una mujer quién lo dice…
Claro, yo creo que es el hecho de que sea una mujer lo que molesta. Que una mujer esté empoderada y diga esto, que una mujer suba al escenario y diga algo. Porque hay mucho machismo… Hay muchos chistes que si los dice un hombre son muy buenos; pero si los dice una mujer… Hay público muy sensible y está acostumbrado a ver humor masculino.
Entonces, ¿crees que es un tema de acostumbrarse?
Yo creo que sí. En EEUU, que nos llevan años de ventaja, este tema no pasa, las cómicas están muy valoradas. El público ya está acostumbrado. Además, es curioso, a mí me dicen, “es que no hay mujeres en la comedia”; no, no hay mujeres no, es que no has buscado. Somos un mogollón de cómicas. De hecho, tenemos un grupo de WhatsApp, Red de Cómicas de España, somos como 50 cómicas. Grupo que saludo desde aquí también [risas]. Nos unimos por eso, porque hay este tipo de cosas, que no se nos busca. De hecho, hay una página web que se llama Más Cómicas, vete allí y ya verás como las encuentras, de todos los gustos y colores.
«La primera vez que me subí al escenario me enganché, es muy adictivo. De repente se olvidan mis problemas.
Es un mindfulness a lo bestia».
No sé si en tu experiencia has visto casos en los que ha habido discriminación…
Sí, lo he vivido, además muy de cerca. Yo cuando empecé en la comedia lo encontré muy difícil, ya no sólo por empezar, que es complicado, también por ser mujer. Te trataban diferente. De hecho, al primer open mic que fui, eran todos hombres y yo. Cómicos de renombre. A mí me dejaron para la última. Todos recibieron unas presentaciones de la leche, con videos y tal y cuando me tocó a mí, me presentaron como “bueno, ahora viene Glory Meyers, qué decir, es una chica rubia, tiene unos ojazos, está buena, yo me la follaría. Está buena y me la follaría… Así seguiría en bucle, pero como no queremos encallarnos, es muy tarde y ya queremos irnos a casa, ¡démosle un fuerte aplauso y que suba al escenario!”.
…
Ahora me pasa esto y le contesto alguna chorrada con mala follá granaína de la mía; pero en aquel momento, la primera vez que te subes al escenario… Lo pasé fatal. De hecho, estuve 3 meses sin volver a subirme y yo, “dejo la comedia para siempre”. Me traumó bastante. Luego el cómico que me dijo esto es amigo, me ha pedido millones de disculpas y ahora es super feminista. Independientemente de hombres o mujeres, hay que valorar el que alguien sea bueno.
Tomando el asunto del trauma, ¿cómo llevas el miedo escénico, nervios, etc.?
Hay días y días. La primera vez que me subí al escenario me enganché, es muy adictivo. De repente se olvidan mis problemas. Es un mindfulness a lo bestia. Pero claro, tienes tus miedos y cosillas y más cuando no sabes cómo el publico va a reaccionar. Sobre todo, en el Stand Up Comedy, porque en una obra de teatro la ha escrito otro, tú tienes tu texto, no es tu responsabilidad; pero en el stand up es tu texto y tus cosas. Si no funciona es muy duro. Yo he tenido días en los que la gente no se reía, eso es muy duro remar. Siempre tienes esos nervios y miedo a que no funcione. Pero cuando funciona, la sensación es la hostia.
Después de repasar tu vida… ¿Con qué grandes aprendizajes te quedas?
¡Uuuf! Muchos. En tu interior sabes cuando algo te gusta; pero muchas veces no te lo acabas de permitir. No te crees merecedor. Pues eso, si algo te apasiona, al final va a salir por un lado u otro. Eso o te vas a convertir en una persona amargada toda tu vida. Y cuando estés en la cama a punto de morir dirás “qué lástima, no lo hice”. Tienes que seguir tu convicción, lo que realmente te llena, aunque creas que no vas a tener suerte o no vas a tener salidas. Al final siempre vas a encontrar algo. Yo antes sentía un vacío enorme. Sin embargo ahora… cuando siento vacío es más bien por hambre, la que pasamos los artistas en este país [risas]. Es eso, cuando encuentres algo que te guste, no lo dejes escapar. Date permiso para vivirlo.