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Javier Milei presidente: ¿cisne negro o nueva generación?

Javier Milei no tiene hijos, tiene perros. Aun así, supo ver algo que muchos padres no pudimos.

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En las emociones, el color violeta se asocia con la riqueza y el éxito. En marketing, con la creatividad y la sabiduría. En cierto punto, es el color de los sueños. Para Milei, llegar a ser presidente de la Argentina pudo ser un sueño delirante que se convirtió en realidad. 

Un día de julio de 2021, salió a caminar la ruta política con una mochila cargada de ideas económicas y mucho enojo. Enojo con la situación del país, con el encierro y con la probada comodidad en la que se había instalado la realeza política argentina, que él denominó la casta. Salió a patear la calle cual vendedor de biblias, llevando su mensaje a quien quisiera escucharlo. Una simple palabra que hacía mucho no se escuchaba en mi país: libertad. 

Dos años, cuatro meses y cinco días después, se convirtió en presidente de la República Argentina.  

Síntesis del contexto

Transitábamos la segunda o tercera fase de las medidas contra la epidemia covid 19. Usábamos mascarilla hasta en los parques y hacía poco habíamos terminado un nuevo encierro. Ya nos habíamos enterado del vacunatorio vip, de la negativa del gobierno a importar las vacunas Pfizer para hacer negocios con Rusia, y el cumpleaños secreto de la primera dama. Los chicos seguían estudiando por Zoom mientras nos bañábamos con alcohol en gel. 

Corríamos de un lado al otro mostrando permisos para salir a la calle, hacer las compras en el supermercado, llevar y traer a nuestros padres al médico, cobrar los subsidios estatales para pagar los sueldos, montar negocios virtuales y encargarnos de la logística de las entregas. 

Mientras todo eso sucedía, los chicos sufrían el encierro y la perspectiva de la muerte, en total soledad. Milei, 53 años, soltero y sin hijos, se sentó en un programa de televisión y dijo: esto está mal. Arrasó.

Después vino el delirio. Su elección como diputado elevó su nivel de agresividad. Su discurso no era del todo convincente, sobre todo en lo que se refiere a los derechos de la mujer y la dictadura militar. Se metió hasta con el Papa, y con la motosierra en mano se parecía más a Chuky que a un posible mandatario. Nada de esto hizo mella en sus votantes. 

Aquí te dejo más información de lo que fueron las elecciones en Argentina.

La visión Zeta 

Las razones de los Zeta se podrían resumir así: «Desde que nací escucho a mis padres quejarse y putear contra el gobierno. Fue igual cuando estaba Macri. Ninguno de ellos pudo cambiar nada. ¿Por qué debería votarlos?»

Ahí estaba el primer pase de factura, el reproche a nuestro modo pasivo del hacer. ¿Por qué creíamos en los partidos tradicionales que ya habían sido gobierno? 

 Nuestra respuesta fue la de siempre: que Milei no tenía experiencia, que no tenía aparato político, que nunca gobernó, que no iba a poder. El retruco fue fatal: ¿acaso quienes nos gobernaron hasta ahora, con el aparato, la experiencia y todo eso, cambiaron algo? 

También estaban las propuestas: «Milei fue el único que propuso medidas concretas y cómo hacerlas. No se quedó en la zaraza discursiva. Además, no tuvo miedo de decir que esas medidas iban a doler».  

En otras épocas, los candidatos defendían sus ideas mediante plataformas y programas de gobierno. Esa costumbre se perdió para dar paso a los personalismos y la publicidad basada en las emociones. Milei decidió aferrarse a lo tradicional y fue, incluso, más allá. Reconoció que las medidas que proponía implicarían un ajuste nada agradable. El candidato no les doraba la píldora, los trataba como adultos. 

En el último debate, el periodismo y la política en general dijeron que Massa se había impuesto. Acostumbrados al barro, aceptaron que el candidato oficialista apelara a chicanas o preguntas personales para poner a su contrincante contra las cuerdas. Que Milei sonriera, se mantuviera impasible frente al ataque, pero no saliera a responder con más chicanas, era signo de tibieza. Esta visión fue compartida por la mayoría de los que pueblan la generación X. 

No es lo que vieron los zetas, tampoco los millennials. Para ellos, el exceso de agresividad de Massa y que se metiera con temas personales —su pasantía en el Banco Central siendo estudiante— fue demasiado. 

El colmo de la estrategia fue el miedo. Justamente a ellos que tuvieron que convivir con el fantasma de la muerte, encerrados en sus pantallas virtuales, sin que nadie les prestara atención, pretendían asustarlos con el aumento del boleto de colectivo o presunto arancelamiento de la universidad.  

Como decimos los argentinos, ahí me cayó la ficha. 

¿Es necesario un recambio generacional?

Meses atrás, mientras mirábamos el noticiero, mi hijo me dijo algo así como: «No hay gente de mi edad». Desde hace tiempo que vemos las mismas caras en el periodismo. En la política también. Salvo contadas excepciones, las voces jóvenes no se hacen ver, y las que hay dejan mucho que desear u obedecen al padrinazgo político de otros de mayor experiencia, (y más edad). 

La ausencia de recambio provocó un discurso cíclico y monocorde que nos llevó a que dejáramos de escuchar. La opinión pasó a ser ruido de fondo, a todos nos daba lo mismo. Bueno, a todos no.

Uno de los dilemas actuales es cómo lidiar con los jóvenes en las empresas. Los cambios constantes, la pretensión de ganar bien y tener tiempo para descansar y hacer otras cosas, desconciertan a más de un jefe. Las ganas de buscar felicidad en lo que hacen, también. Los M y los Z no parecen estar dispuestos a usar las mismas herramientas estratégicas que algunos líderes del pasado.

Tal vez esto no sea más que un lapsus mental. Pero creo que la política no es ajena a este fenómeno. Milei no sólo ganó por el hartazgo de la corrupción y los muertos de la pandemia. Milei fue opción para un grupo etario que busca ser tratado como adulto y tener capacidad de elegir. 

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Estudié abogacía, profesión a la que me dediqué por más de treinta años, como especialista en derecho empresario y tributario. Sin embargo, la vocación por la escritura ha estado presente desde que tengo memoria. Soy escritora de ficción, redactora de artículos de no ficción y autora del libro “Salir de Noche” de editorial Libella. Me inspiran las personas y la vida misma. Estoy aquí para contarte, un poco desde la experiencia y otro poco desde la investigación, sobre aquello que pasa y nos pasa cuando hablamos de carrera y liderazgo.

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