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Invierte en tu mente y ganarás; no lo hagas y perderás

A la hora de invertir, tu dinero y los consejos de inversión importan menos que tu mente. Los mejores inversores lo saben, y priorizan esto antes de cada movimiento.

Las finanzas no tienen tanto que ver con el capital en sí sino con su dirección. Al menos en la realidad. En ese sentido, cuando hablamos de asuntos financieros lo hacemos en un sentido amplio, mucho más complejo que el simple “dos y dos son cuatro”, que hasta ahí todos llegamos, al menos teóricamente.

Cuando nos preguntamos qué podemos hacer con nuestro dinero suelen ser tres las opciones más sonadas: gastarlo, ahorrarlo e invertirlo. En este artículo voy a hablar de lo tercero, de la inversión, y de un tipo específico de tal: la inversión en educación.

No me voy a enfocar en empresas o gobiernos oficiales, sino en unidades independientes pero interrelacionadas con el resto del contexto como somos las personas por individual. Tú, que me estás leyendo, puedes ser estudiante de la ESO. O todo lo que hay entre el grado medio y un doctorado (Bachiller, un grado superior, un grado universitario, un máster, o un programa concreto de una escuela de negocios). Bien, de acuerdo, la formación “oficial” en la que te estás centrando es muy importante. La has elegido por algo y desempeña un rol fundamental en tu día a día. Tienes un plan para aplicar esa formación que estás adquiriendo. Enhorabuena, estás en el camino correcto. La primera inversión que tienes que hacer es esa (y si encima consigues por tus méritos cualquier tipo de beca, déjame decirte que lo estás haciendo genial).

¿Pero qué hay de tu autoformación? Ahí también tienes que invertir, pues hacerlo supone estar en el camino de la adquisición de unas ventajas estratégicas considerables. Vale, ¿qué es esto? Lo que tú aprendes “a tu rollo” de una manera plenamente disciplinada y sofisticada en pro de tu propio interés, por ejemplo, como instrumento potenciador. Vale, en un esquema básico que sintetice esto: existe la formación oficial, en la que debes invertir, y existe la formación extraoficial, en la que también debes invertir. La primera está bien cubierta, ¿pero la segunda también?

Pongamos el ejemplo de un/a estudiante del grado en economía de cualquier universidad. Estudia macroeconomía, regímenes fiscales, operaciones logísticas, calidad, ventas… De acuerdo. Realiza todos los días sus tareas: unos ejercicios matemáticos, unos bocetos de planes de producción e incluso unos ensayos de digitalización de mercados… Genial. Es el/la mejor de su promoción. De acuerdo. ¡Pero eso solo en lo oficial! ¿Qué es lo extraoficial? Que también esté leyendo en sus tiempos libres un libro que se acaba de comprar sobre finanzas personales para poner en práctica en primera persona aquellas normas sobre presupuestos que él mismo está elaborando para una asignatura. O esté aprendiendo idiomas para poder optar en un tiempo al salto a un nicho de mercado que solo existe en el extranjero. Además, esté mejorando algunos aspectos de su personalidad asesorado por un mentor especializado en el tema de su interés. Que también esté mejorando su sonrisa, su contacto visual o su entusiasmo si lo que le apasiona es el marketing directo. Por ejemplo, son algunas cosas que se me ocurren.


A la mayoría de nosotros nos pagan por pensar.
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La inversión en conocimiento es una estrategia muy inteligente de desarrollo tanto personal como, por ende, profesional. Invierte, por tanto, en lo oficial y en lo extraoficial. Vale, ¿pero con qué capital debes invertir? Con el que tú y solo tú te ganes. Solo así vas a aprovechar realmente la formación a la que te estás dedicando. Por ende, trabaja (en lo que tú quieras, pero haz ese esfuerzo) para financiar tus estudios, tanto los oficiales como los extraoficiales. Si eres capaz de lograr eso, te aseguro que el éxito es para ti.

Lo más fácil es pensar que la inversión en formación oficial es suficiente, y que por ende si haces bien esa no hace falta abrir ese segundo horizonte de la formación extraoficial, y aún menos el tercero de trabajar para poder financiar todo. Aquí es donde cae casi todo el mundo: en la comodidad. Pero en la comodidad no habitan los logros. Puedes tener excusas o resultados, pero nunca ambas cosas a la vez. Tienes que elegir (volvemos al “coste de oportunidad”).

Decidas lo que decidas, déjame decirte algo: juega a lo grande, desarróllate, crece en tu sector y no dejes que el miedo, la comodidad o los absurdos dictados de la sociedad marquen tu camino. Siempre con racionalidad, orden, técnica y método. Invierte en tu mente y ganarás.


2ª Edición del artículo (Marzo 2023). Primera edición: noviembre 2018

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Filósofo emprendedor. Trabajo por un mundo libre, justo y responsable. Además, creo en el respeto y en la victoria profunda del valor sobre el miedo. No me importa lo más mínimo todo aquello que no tenga que ver con el progreso.

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