Siempre habrá alguien que critique lo que se salga de cierta norma. Por ejemplo, en 2020, un año en el que todo el mundo tiene que estar triste, sorprenden las explosiones de alegría de los estadounidenses. En la calle. Aunque esperadas, sorprenden. Pero aunque a estas alturas Donald Trump siga llorando por su merecida derrota, esta sería la primera buena noticia del año 2020. 2020, qué año más traumático.
Todos, por supuesto, están hablando del nuevo hombre más poderoso del mundo y de la primera mujer vicepresidenta de la historia de Estados Unidos —a veces me pregunto si hay hechos históricos que no se dan antes porque bien los proponen deliberadamente para equilibrar la Historia, o porque antes no se dan—. Algunos están avisando de que Joe Biden es un ejemplo de lucha y superación de la tartamudez, porque estamos en una época en la que, a la mínima, una horda enfurecida se te echa encima y te aplasta en el descrédito. A Joe Biden le pusieron el mote Joe Impedimenta cuando estudiaba latín en el colegio, pero afortunadamente tuvo recursos para no dejar que eso le definiera como persona. Pero bueno, un recordatorio: él no tiene por qué disculparse por eso.
El tema es que Joe Biden es la representación del liderazgo para reconstruir, quiero decir, ¿qué haces cuando tú asumes un puesto de mando en el que tu predecesor ha destrozado todo lo que ha podido? Lejos de mí hacerme “todista”, aunque desde este medio que tiene una voz y una misión de construcción y desarrollo —de ahí su nombre—, me permito exponer un análisis desde la perspectiva del liderazgo. Primer paso, análisis de la situación, qué daños se han causado, con quién se ha roto la relación diplomática, qué impacto eso causa, por dónde empezar (o prioridades), con quién contar para hacerlo, con quién hablar, qué medios usar para hablar con alguien, cómo comunicar, a quién, con qué frecuencia… también cómo gestionar las expectativas, porque cuando sucedes a alguien que ha sido un destrozo, la gente tácitamente espera de ti un milagro, y uno es humano.
Yo no querría estar en el lugar ni de Joe Biden, ni de ningún dirigente de país ahora mismo —a menos que fuera para sacar del poder a algún inepto caducado y poner orden en el país—. Porque el liderazgo de verdad tiene un lado duro, invisible desde los hashtags de Linkedin. Por un lado, porque el liderazgo es cuestión de carácter. Por otro, porque más que nunca, el liderazgo es trabajo en equipo, para los demás. Probablemente los dirigentes que están deshonrando al liderazgo como concepto estén pensando en otra cosa. Ojo, la frase anterior se puede aplicar a cada individuo.
Mucha suerte a Joe Biden, y a Estados Unidos. Al menos ha derribado el baluarte de las políticas crueles que encontraban legitimidad en ese país y en Europa.
PD: 77 años, eh.
Foto: Quartz