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Dejen de tomar a Rafa Nadal como un mesías. Es un mal ejemplo.

Dame un momento y te demostraré que estás de acuerdo, aunque el primer párrafo te incomode. Hay jefes que usan a Rafael Nadal para fomentar culturas tóxicas.

Nadal en rueda de prensa sobre el futuro de su carrera | Francisco Ubilla

Cuando Rafa Nadal recibe un premio, en LinkedIn proliferan publicaciones relacionadas con liderazgo, resiliencia, productividad, visión, propósito y una amplia lista de valores. Al contemplar el jaleo, surge la pregunta de si realmente se trata de auténtico liderazgo o si, en cambio, es otra manifestación de meritocracia, o quizás se trate simplemente de la influencia mediática que se posee, en este caso en particular.

Cada sociedad elige, como masa, a quién glorifica. Pero el tenis sienta un nuevo precedente. Nadal un día apareció como un campeón mundial y como una especie de mesías, un salvador de la moral de los deprimidos trabajadores de vida gris. El tenista hace lo que el técnico medio que trabaja 8 horas mirando una pantalla y gana 1900 euros netos no logrará en su día normal: un reconocimiento de su liderazgo, un aplauso a su resiliencia, un premio a su productividad, que valoren su visión y su propósito sirva para algo.

Quizá  por ello, justamente, Nadal se lleva la gloria y los demás no. Estamos en una sociedad corporativa que decae en su sentido del logro. El logro es ver a otro logrando algo en la televisión.  Alguien que, por cierto, en un año puede ganar entre mil y dos mil veces más dinero que el técnico medio. 

Sin embargo, últimamente sus desempeños han estado aquejados por problemas de salud. Durante el último Roland Garros en 2022, el propio Nadal confesó vivir con una lesión crónica que “lo acompañará de por vida”. A pesar de ello, jugó. Jugó otra serie de torneos con el pie dormido y otras lesiones, hasta alcanzar el remate del estado de salud del que los medios ya están hablando.

Y ahí empieza lo malo. En parte culpa de la oferta y demanda en la prensa. Rafa Nadal es un ejemplo hasta donde no tiene que serlo. Hemos pasado años de lucha para que los recursos humanos tengan unas condiciones laborales ya no digo dignas, sino no lesivas. Pero la misma cultura que aplaude que un deportista salga a jugar hasta romperse —o mientras está roto— es la que glorifica el estar hasta arriba, el trabajar a pesar de no poder más y marca al burnout como un distintivo de honor. En nombre de Rafael Nadal. Cada vez que se da más importancia al deportista que fue a jugar con el pie roto o con el pie dormido que a la deportista que se retiró por salud mental, implantamos en la mente creencias que sabotean todo el esfuerzo porque los ambientes laborales sean sanos. Por no mencionar el continuo desprestigio involuntario al resto de profesiones, tema para otro artículo.

Ahora Rafa Nadal estará cinco meses de baja tras su operación —sin temor a perder su fuente de ingresos— y piensa retirarse en 2024. Este periodo podría aprovecharse para ir más allá de mirar cómo otros triunfan en la vida. Para empezar, fomentando el sentido de logro a nivel individual o a pequeña escala. O conversando con otros sobre los límites del esfuerzo. O simplemente, saliendo los humanos ordinarios  a jugar al tennis. Si Rafa Nadal sale de su «zona de confort», tú también.

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Creo que nada es difícil si sabes hacerlo. Soy Esther, ingeniera de Caminos amante de los trenes y del progreso social que traen. Dirijo Dévé, donde edito y escribo sobre estrategia, liderazgo y dinámica social; pilares del desempeño pro y perso. La verdad —simple, directa y clara— te hace libre.

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