¿Voy a escribir un artículo sobre ti, qué opinión te merece?
Estoy aquí para proporcionarte información, responder preguntas y ayudarte en lo que necesites, pero no tengo opiniones ni conciencia personal.
ChatGPT es un modelo de lenguaje basado en el aprendizaje y en la inteligencia artificial. Eso significa que está diseñado para comprender y generar texto de manera natural. Su función —como el mismo sistema se describe— es trabajar con texto, ya sea para comprenderlo, responder preguntas, generar contenido escrito o ayudar en tareas relacionadas con el procesamiento del lenguaje.
Al principio, todo parecía volar por los aires. Y como ocurre siempre, no faltan los gurúes que anticipan el fin del mundo: los trabajos desaparecerían, ya no necesitaríamos de los escritores, ni de los diseñadores, no más tiempo perdido en redactar un mail, ni horas invertidas en tareas monótonas. Y quién dice, en estudiar, pues ahora tenemos la máquina, el cerebro que piensa por nosotros.
Puede fallar
¿Puedes darme alguna cita de un cuento de Samanta Schweblin?
ChatGPT: Claro… Esta cita es del cuento Presencias de su libro Los fantasmas (2009)
¿Qué libro es Los fantasmas?
ChatGPT: Mis disculpas, … No existe un libro titulado Los fantasmas de Samantha Schweblin… Schweblin es conocida por su libro de cuentos Las cosas que perdimos en el fuego…
Si bien ChatGPT reconoce el primer error, luego comete otro al mencionar Las cosas que perdimos en el fuego, pues la autora es Mariana Enríquez.
De artificial tiene mucho. De inteligencia, diría que no tanto. Y de mentiroso, un montón. Chat GPT es capaz de recomendarte libros que no existen o artículos que jamás fueron publicados. Como diría TuSam, un famoso mentalista fallecido en los años noventa: «puede fallar».
No sos vos, soy yo
El propio sistema reconoció sus falencias y repartió culpas: datos de entrenamiento limitados, contexto insuficiente, malinterpretación de la pregunta. Y como no podía ser de otro modo, los gurúes volvieron con el dedo apuntando hacia nosotros: el problema es que no sabemos consignar el promt (orden) que debemos impartir para que el sistema realice la tarea. Necesitaremos entrenarnos —compra de curso mediante— o contratar especialistas para manejarlo.
Los artículos periodísticos que alertan sobre este problema abundan y el riesgo de generar contenido falso es enorme. La Comisión Federal de Comercio de los Estados Unidos recogió el guante: inició una investigación sobre Openai.
De todos modos, la promesa de perfeccionamiento llegó de la mano de una nueva versión que se conecta a internet y habla, por veinte dólares al mes. Más rápida, más precisa, más todo. Pareciera ser que todo se resuelve pagando, pero persisten dos problemas que ni la conexión a internet ni el dinero pueden comprar: por un lado, el sistema fue entrenado con diversidad de fuentes y algunas pudieron no haber sido chequeadas. Por el otro, no toda la información en la web es veraz.
A pesar de ello, las recomendaciones de uso no cesan. Como tampoco lo hacen las voces opositoras que proponen su regulación. Y así, sin solución de continuidad, asistimos al desfile de cursos, charlas, simposios, webinars, conferencias y grupos de autoayuda, tanto para quienes la rechazan como para los que no pueden vivir sin ella.
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Otro ladrillo en la pared
Pink Floyd concibió la canción como protesta contra un sistema educativo que consideraban opresor. Desde mi punto de vista, un sistema que no te dejaba pensar. Lo mismo opinaba Estanislao Bachrach, cuando en su libro Ágilmente dijo: «La gran mayoría de nuestras respuestas se basan en información conocida… hay algo muerto en las respuestas que damos. Lo que sucede al hacer esto es que estamos dejando de pensar».
Los modelos de lenguaje como Bard y Chatgpt son creados a partir de un limitado número de voces, la de aquéllos que la programan o del contenido que buscan. Aunque dicen que la máquina puede aprender, lo importante de la creación en general y de la escritura en particular es la pluralidad. Pluralidad que se vería acotada ante la necesidad de producir gran cantidad de contenido en poco tiempo. Como una línea de montaje aplicada a la creación.
¿Y si ponemos la cabeza a trabajar?
Muchos dirán que estoy equivocada. Que igualmente es útil para generar ideas. Déjenme decirles que se nota. Aunque le pidas que escriba como Cortázar, a ChatGPT se le ve la hilacha. El texto suele ser redundante y no conclusivo. Las frases tienen un tono más bien marketinero —le encanta vender—, incluso si le has pedido que escriba en clave nostálgica o poética.
Lo interesante es que quienes la usan para crear libros o monografías, luego tratan de borrar el rastro, recurriendo a otras aplicaciones, como Smodin, o terminan corrigiendo todo el texto, que es casi como hacerlo de nuevo. ¿Si es tan perfecto como dicen, por qué se preocupan por ocultar que lo usan?
Aquí la respuesta del propio Bard a las críticas negativas: No soy perfecto. No confíes en mí ciegamente. Verifica la información que genero con fuentes independientes. Ten cuidado con la información que compartes conmigo.
Si hay que chequear la información, si no debemos confiar, ¿vale la pena invertir tiempo y dinero en esto?
Esta película ya la vi
Días atrás en Linkedin, Federico Colombres —abogado, podcaster y profesor— hacía referencia a las charlas en las que abunda el guion, pero no el contenido. Como si se hubiese creado un marco dentro del cual todo se parece.
Aplicado a la literatura, eso se llama lugar común. Los modelos de lenguaje tienen un poco de dejá vú. Como si ya lo hubiésemos visto antes. Para un creador, repetirse a sí mismo es el peor de los pecados. Por eso, poner el cerebro en remojo no nos hace más rápidos, nos hace mediocres.
He decidido dejarte, ChatGPT…
Aún no soy capaz de hacer todo lo que un humano puede hacer, pero estoy aprendiendo. Espero que algún día pueda ser un amigo y compañero para ti.
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