En momentos de recesión, el consumo de dulces, plataformas de entretenimiento y artículos de lujo, lejos de reducirse —como sería lo razonable, se ha incrementado. Preguntemos sobre el ahorro y el comportamiento errático del ahorrador medio.
A qué estás dispuesto a renunciar hoy para ganar mañana.
Voy a ligar lo que hemos venido viendo hasta ahora con un concepto económico muy importante: el coste de oportunidad.
Se trata de saber a qué estás renunciando y por qué.
Los consejos sobre cómo ahorrar son buenos, pero implementarlos ya es otra cosa. Es una decisión complicada porque se trata básicamente, de renunciar a una cosa de manera inmediata a cambio de un beneficio futuro e incierto.
La ciencia económica nos dice que los recursos económicos son escasos. A la hora de utilizarlos e invertirlos en producir un bien, necesariamente debemos renunciar a dedicarlos a otra inversión. La pregunta del millón es: ¿Esta es la decisión adecuada?
Pues es difícil saberlo. En primer lugar porque no se sabe realmente a qué se renuncia, y tampoco a cambio de qué. ¿Por qué dejar de cenar un solomillo de ternera hoy, si me apetece más que un triste lomo de salmón congelado? Ideas gastronómicas aparte, estamos hablando de decisiones más de la mente (o estómago) que del bolsillo. Vamos a ver, ¿cuántos de los aquí presentes toma decisiones eminentemente racionales? A mí me cuesta un montón. De hecho, no me gusta tomar decisiones eminentemente racionales. Ya solo la palabra eminentemente me aburre.
Suscríbete a Dévé desde 6 euros al mes: únete a los profesionales que salen antes de la oficina, lo pasan bien en su 9 a 5 y disfrutan de lo bueno que ofrece la vida. Dévé pone en tu mano las claves de la cultura, la sociología y el coaching que Internet no te enseña.
¿Qué puedo hacer entonces? Ni idea, pero tal vez comprender y aplicar el concepto de coste de oportunidad te ayude.
No se trata llanamente de «cómo ahorrar»: Vamos a ponerlo esta manera:
Quiero irme a estudiar un año sabático a Estados Unidos, pero no tengo dinero ahorrado para poder costearme los estudios y la vida allí.¿A qué tengo que renunciar hoy? A muchas cosas.
Conclusión, no me voy. Dentro de unos años te descubres diciendo: «Me hubiera gustado irme a Estados Unidos hace años y es una espinilla clavada que tengo».
El caso es que en el ejemplo, renunciar a muchas cosas implica un coste de oportunidad muy elevado. No compensa llevarlo a cabo, no solo económicamente, sino anímicamente.
Ahora, si lo planteamos en términos de inversión, ¿qué tengo que hacer para conseguir ese objetivo? (también me vale el pagar el préstamo, la tarjeta de crédito, o pagarme el viaje a Indonesia del verano que viene).
Pues bien, aquí entra la idea del plan de negocio, en el que tendré que buscar los medios para lograr mi objetivo financiero, para lo que estaré dispuesto a renunciar a ciertos eventos sociales, a la cena semanal y convertirla en quincenal o mensual, ¿a cambio de qué? De lograr el objetivo que me he marcado, y que está al alcance de ese plan de negocio (o presupuesto familiar) que me he marcado.
Cada cierto tiempo habrá que parar y valorar si el plan de negocio se está desarrollando como querías o hay ciertos desajustes. Al poco, esas renuncias que habrás hecho no pesarán tanto ya que irás viendo cómo tu objetivo cada vez está más cerca. Por tanto, el coste de oportunidad no será ya una razón de abandono, sino un acicate a la hora de tomar decisiones financieras (y no financieras).
¿Te imaginas el coste de oportunidad que tendrías si en vez de leer Dévé estuvieras viendo la tele?
Perderte los buenos tiempos sí que tiene un coste de oportunidad elevado…
Este artículo está actualizado (primera edición, septiembre 2018)