Finanzas, finanzas… ¿Finanzas? A ver, pero… ¿de qué estamos hablando en realidad?
Hay quienes, para vender más, tergiversan algunos conceptos básicos (es la dialéctica natural del capitalismo, un sistema que siempre necesita construir nuevas salidas por naturaleza), y nuestra mentalidad hoy se encuentra, en algunos casos, cuanto menos, en jaque mate en lo que a entendimiento de algunos de estos asuntos se refiere.
Cuando hablamos de finanzas hablamos no solo de recursos sino, también, de su administración. En este punto es crucial entender una clave fundamental de este mundo: lo primero son las personas, pero dado que cada uno tenemos unos intereses diferentes utilizamos nuestros recursos de maneras diferentes: creándolos, delegándolos, invirtiéndolos, prestándolos, regalándolos e incluso destruyéndolos. Es ahí cuando aparece el asunto de la “economía”, palabra más que ligada a la de “finanzas” tal y como la estamos presentando.
Cuando entendemos que contamos con recursos limitados para encarar ambiciones ilimitadas empezamos a entender cómo funciona esto: tenemos que articular planes para dar negativas a unos caminos en aras de, efectivamente, poder recorrer otros. A esto, algunas personas le llaman “coste de oportunidad”, otras simplemente le llamamos “saber enfocarte en lo que quieres y decir que no a todo lo demás”.
Uno de los problemas principales de la economía y de las finanzas es que son disciplinas tremendamente invasivas si no sabemos controlarlas. En muchos casos, las personas confunden su identidad con su valor de mercado, y esto no es así. En absoluto. Esto es, hay quienes creen que solo valen lo que cobran por su trabajo. No, no y no. Cada persona es única y tiene un valor incalculable por el simple hecho de vivir. Lo que ocurre es que la vida, en este caso, la vida humana en su más álgida expresión, tiene muchísimas facetas. Es por ello por lo que muchas personas poseedoras de ingentes cantidades de capital dicen que, simplemente, no son felices. ¿Y por qué? Hay quienes pueden pensar: “¡anda ya!”. Por supuesto, y cada vez más. Porque la parte económica y financiera de una persona es eso, simplemente, una parte más de su vida, pero no la única. Alguien puede tener mucho dinero, pero carecer de salud. Alguien puede tener mucho dinero, pero carecer de amor y/o amistad. Alguien puede tener mucho dinero, pero carecer de tiempo. Y las variables se pueden relacionar entre sí, por supuesto. Es una cuestión de prioridades. Pero, sobre todo, de saber encontrar (y, si no es así, inventar) nuestra propia felicidad. ¿Cómo? Configurando y priorizando unas facetas, es decir, unas líneas maestras vitales sobre otras. Me refiero a que, por otro lado, alguien puede tener mucho amor y amistades, pero no tener tiempo alguno para hacer todo el deporte que le gustaría. Otra persona puede tener todo el tiempo para leer del mundo, pero, sin embargo, echa de menos tener a alguien con quien dialogar sobre sus perspectivas. Y así hasta el infinito, las combinaciones no terminan nunca, porque cada uno somos un mundo independiente. No obstante, lo peor que le puede ocurrir a alguien es que lo tenga todo para ser feliz y, aún así, no lo sea. Eso es carecer de pasión. Y eso es lo más difícil, es decir, lo más sumamente duro de la existencia humana.
Sean cuales sean nuestras diversas metas (en lo físico, tal; en lo psicológico/moral, tal; en lo social, tal; en lo intelectual, tal; en lo financiero, tal…), dos son las prioridades principales que tenemos que tener en cuenta en todo momento para poder alcanzar el éxito: la primera es que tenemos que tener pasión, porque eso es el motor de todo lo demás, y la segunda es que tenemos que conocer de una manera muy detallada qué es lo que queremos de cada uno de los campos en los que decidimos dividir nuestra vida, porque no podremos jamás atinar a una diana que no vemos.
¿Ha quedado claro? La economía es importantísima y las finanzas son importantísimas, pero no son (ni deben ser) el único horizonte de la existencia humana. Si hacemos esto estaremos errando estrepitosamente al omitir todo lo que podemos demandar y extraer de la vida. Estaremos confundiendo la parte con el todo. Debemos ser un equilibrio pleno entre todas las cosas que deseamos ser, mucho más allá de sistemas, culturas y modas.Porque los seres humanos somos integrantes de una especie capaz de trascender, capaz de ir más allá, capaz de moldear nuestro destino a nuestra manera. Lo importante no es vivir, sino ser quienes deseamos.
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