Hicimos 6 mudanzas en el último año (y se nos dio bien). Así es como lo hicimos
Afirman que una mudanza es uno de los fenómenos más estresantes de la vida. Antes de confirmarlo o desmentirlo, queremos pasar por los aspectos psicológicos y funcionales de las mudanzas —por qué no, contando también con nuestras recientes mudanzas, seis en el último año en total—: qué pasa realmente, por qué tanto estrés, por qué tantas emociones fuertes, cómo no fracasar y sobre todo, cómo vivirla bien. Que se puede, ojo.
«Me acuerdo cuando en medio de mis bultos, llamé a Antonia Caballero. Y me dijo: ‘Créeme, que el 80% de las cosas que piensas llevarte no las necesitas'». Habla Esther » Yo estaba en mi habitación rodeada de todo. Había metido superglue, una máquina de coser portátil y mi reloj blanco del IKEA, que me había mirado fijamente desde que era estudiante. Y por supuesto, mi alfombrilla de yoga. Además, me alegraba porque los 1600 kilómetros que separaban una casa de la otra iban a ser en tren, pero me estaba enervando porque no me cabían mis libros. Pero por qué elegía llevarme mis cosas si podía comprarlas ahí. No me iba a la selva»
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Una mudanza no es solo mover cosas. Es una pequeña muerte.
No todas las mudanzas son iguales, pero generan sentimientos afines. Porque en el fondo es despegarse de algo “muy tú”, hay un componente de pérdida. Y una pérdida es una pequeña muerte.
“Aparecerán emociones como la tristeza, miedo a la nueva situación… que son propias del proceso de duelo. Y esto se une al esfuerzo que conlleva la mudanza en sí, el estrés”, comenta Oihana, coach especializada en superación de procesos de duelo. Se puede entender que alguien que se muda solo a otro país esté estresado, o alguien que se va de la casa de los padres. Pero por qué hay estrés en momentos que deberían ser de alegría? Por ejemplo, una joven recién casada que se va a vivir con su esposo. Oihana afirma que “En ambos casos hay un cambio de vida importante, ‘Pierdo mi casa y mi situación sentimental’”.
Por qué tanto estrés, y tantas emociones fuertes
“En mi caso, y creo que para muchos, el gran problema es la incertidumbre, que la ausencia de control. “¿Qué pasará? ¿Qué puedo controlar?” En general, lo que crea estrés es el no saber qué pasa. Es como en el curro, no sabes cuándo te va a caer un marrón, cuándo vas a tener un problema y eso genera estrés. La diferencia quizás es que con el trabajo, se acaba allí, con una mudanza, es tu vida al completo”. Xavi ha vivido recientemente dos mudanzas opuestas, con dos planteamientos diferentes. “En una, una gran fuente de estrés era cómo me llevo todo esto, qué hago con tantas cosas, cómo me aseguro que lleguen bien, si lo hago yo, si encajan con mi nueva casa, o cuándo hacer la mudanza… Diferentes preguntas alrededor del control. Yo quiero mis pertenencias, mis muebles, mis cosas, forman parte de mí, entonces eso quiero que siga conmigo y esté en las mejores condiciones posibles. Claro, cómo lo hago sin tener que dejar el trabajo unos días… Para mí eso era mucho estrés. Entonces la solución más clara era delegar, pagar para que me hicieran la mudanza. Pagar y te olvidas. Pero cuando tienes que tomar decisiones es un estrés”.
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Cómo vivirla bien.
Lo primero, no negar tus sentimientos: vas a sentir dolor, vas a estar en shock, vas a sentirte inestable, al principio no vas a dormir bien y te sentirás raro. Es normal, hay un duelo, incluso cuando en teoría vas a una situación mejor.
Pero también puedes controlar algo. La lista de cosas que te quieres llevar, las cosas que pueden “perderse en la mudanza”—este es un momento grandioso para deshacerte de lo que no quieres—.
¿Qué hacer con la necesidad de control? Ante todo, serenidad. Suena más fácil dicho que hecho, pero lo que vaya a pasar, pasará contigo en un ataque de nervios o no.
Xavi termina de relatar su última mudanza: “En esa otra ocasión opté por un enfoque diferente, estaba en un momento diferente. Mis pertenencias no me definen, mis muebles no son yo, son muebles. Y entonces, el irme desprendiendo de cosas me fue dando libertad. Cuantas menos cosas tengo, más libertad, más margen de maniobra para hacer lo que me apetezca. Cada vez que vendía un mueble era una liberación, era un “¡qué bien! Una carga menos ya no tengo que decidir qué hago con esto”. Apliqué el mismo concepto de quien se va de viaje con la mochila. Creo que pasa por tener más seguridad sobre quién eres tú y qué te define —tus objetos no te limitan— que es diferente frente a esos objetos que te definen, que quieres cuidar porque te etiquetan en un lugar y una forma de ser.”