Nos entusiasman los términos ingleses para definir situaciones cotidianas. Nos dan “ese yo qué sé, que qué sé yo” que te hace sentir una persona actual, cosmopolita incluso… pero en la mayoría de los casos no estás dejando de hablar en un spanglish que mucho criticas en las canciones de reggaetón pero que tú te empeñas en utilizar a cada momento.
¿Qué hay más de nosotros que un “una cañita después del trabajo”? Será por el sol, por nuestro carácter latino o por la inclinación del país en el globo terráqueo, pero nos encanta salir a despejarnos con amigos que en más de una ocasión son los mismos que tus compañeros de trabajo. Lo que viene siendo un after work a la castellana.
Tenemos claro que no todo es trabajar en esta vida, y que salir y hacer algo productivo es aprovechar un día cualquiera, sin que tenga que ser fin de semana. Por eso, vistear algún evento o incluso irte a tomar algo con alguien que aporte aspectos en tu vida personal y laboral es, simplemente, genial.
Lo que sí tienes que saber es alejarte de eso (o esos) que no te dicen nada y que lo único que te hacen es perder el tiempo, porque también se está muy a gusto en casa tirando de un buen libro o una buena serie después de un agotador día de trabajo. Por desgracia, de esto solemos darnos cuenta según vamos creciendo. Creo que lo llaman madurez.
Casi a diario, más si resides en una ciudad con una oferta cultural amplia, hay presentaciones de libros, charlas y coloquios o galerías de arte con exposiciones que te maravillarán. Pero no te obceques en buscar una opción siempre relacionada con el arte más obvio, porque también resulta delicioso una conversación con alguien que realmente merezca tu tiempo.
Si tengo que decantarme por un lugar de encuentro después de mi jornada laboral, prefiero algo tranquilo con buena música y donde me sienta relajada. Un sitio que me aleje del trabajo, pueda conversar tranquilamente y hablar de forma distendida con el resto. Pero, a la vez que sea un santuario donde poder despotricar cómodamente de todo lo que me ha molestado en el día con la persona que he elegido para tan compleja conversación y, muy importante, sin miradas indiscretas ni oídos despistados. Porque al final tendemos a eso, a hablar del trabajo que es justo la antítesis de la reunión.
No dejemos de lado aquellas conversaciones tan productivas que salen de una mesa de bar con decenas de servilletas de papel llenas de fórmulas e ideas con grandes proyectos. Si nos pusiéramos a investigar la de negocios que han salido de un after work nos asombraríamos, seguro. No confundas dicho término con salir de fiesta con los del trabajo, porque se trata de que los pensamientos fluyan y se haga un brainstorming (aquí va otro palabro) en condiciones.
Y es que, cuando uno se siente bien con otro y tiene total confianza para exponer sus ideas, por muy alocadas que sean, es cuando una lluvia de ideas es de lo más productiva, con alguna que otra cañita de por medio incluida.
Pasear sin rumbo fijo y con un antihistamínico ya en el cuerpo, solo con tus pensamientos ahora que las horas de luz se alargan es también una buena opción para quedarte a solas contigo mismo, pensar en tus cosas y saber qué ha sido lo mejor y lo peor del día. Es un buen ejercicio diario que te ayudará a evaluar aspectos y conocerte un poquito mejor.
Un after work no es solo para los que salen todos los días de sus casas a cumplir unas horas de trabajo. También está para los que tienen un parón laboral, ejercen la profesión en sus hogares, y por qué no, también para los jubilados. Llega una hora en el que ya no das más de sí y necesitas salir, hablar de otra cosa y distraerte con una mosca. Sobre todo, hay que valorar esos ratitos para volver a la carga con todas las pilas cargadas.
Abogo por todo esto. Por dejar de trabajar y dedicar un tiempo a disfrutar, a saborear un lunes, un martes, un miércoles… porque los jueves para los más entusiastas ya es fin de semana. Por tanto, apuntad todos el after work con deber diario.