Dos artistas rompedores, sin tener nada que ver en su estilo, sino en la audacia de su trazo respecto a sus coetáneos, son los protagonistas de las exposiciones de la parisina Fundación Louis Vuitton para esta temporada final de año. Sus obras permanecerán accesibles entre el 3 de Octubre de este año y el 14 de Enero del próximo. Egon Schiele (1890-1918) y Jean-Michel Basquiat (1960-1988), murieron prematuramente, demasiado jóvenes, y sin embargo, marcaron como pocos el inicio y el final del siglo XX, con formas muy distintas de entender el arte.
La Viena de inicios de siglo, enmarcada en la transición del final del imperio austrohúngaro, llena de desafiantes intelectuales europeos y sus obras.
La Nueva York de la década de los 70 y 80, situada en un punto álgido del dominio estadounidense en lo económico, político y cultural, en una ciudad rebosante del espíritu de la contracultura…
Ambos puntos oportunos al nacimiento de la creatividad y al desarrollo de artistas rebeldes y rupturistas contra la tradición. Y eso es exactamente, lo que representaron en su máxima expresión Schiele y Basquiat en el campo de la pintura.
Buscando una renovada expresión artística, el austriaco, hijo de un jefe de estación ferroviaria, contemporáneo de otra gran referencia en su país como Gustav Klimt, y partiendo del Art Nouveau y la Jugendstil inscritas en el movimiento modernista, produjo trabajos que, explorando en la expresión de la figura humana en su mayoría, aunaron unas líneas que al inicio tenían un puro carácter ornamental y estético.
Esto ya se fija en sus tempranos retratos a tinta sobre papel de compañeros artistas, pintores, músicos o de profesionales vieneses. A los 19 años, alcanza su culmen en este estilo con Danae, cuadro que es una respuesta al ya producido sobre este mito griego por Klimt dos años antes.
Tras profundizar en el retrato y abundar en este con números autorretratos, después, en una evolución posterior similar a la de su compatriota Oskar Kokoschska, rechaza el modernismo, para abanderar el movimiento expresionista austriaco, trabajando de forma experimental en muchas obras con la digresión y distorsión de las figuras, sobre todo en sus desnudos, y en todas ellas con líneas cortantes, agresivas e incisiva.
Schiele va jugando cada vez más con los desequilibrios en sus proporciones y perspectivas que dotan a los cuerpos de poses al tiempo realistas, pero anatómicamente imposibles. Trazadas de formas rápidas, duras y violentas, para causar impacto al espectador. Retratos además dotados de una carga de profunda psicología.
Al separarse de su inconformista entorno vienés en 1912, e irse a vivir pueblos más pequeños y de carácter conservador, primero a Krumau y luego a Nuelengnach, el escándalo empieza a perseguirle al utilizar a menores como modelos de sus cuadros de desnudo.
Esto incluiría a su modelo favorita y amante durante un tiempo, Valerie (Wally) Neuzil, de 17 años, cuando la conoce. Es cierto que sus pinturas, siempre sensuales, adquirieron con el tiempo un mayor nivel erótico y turbador, y que estos hechos derivarían en su encarcelación durante un mes, y luego en una más larga investigación criminal por obscenidad y corrupción de menores.
Este turbulento período en lo personal marcaría, sin embargo, la adopción de otro trazo más equilibrado en cuanto a lo físico, combinando texturas de líneas rectas y más cerradas para la figura, con fondos modernistas, incluso realizando escenas paisajísticas y de edificios, de colores calientes y fondos ambientales, con efectos de movimientos de objetos que causan la sensación de expresiones corpóreas, en unas formas que mantendría hasta ya entrado el año 1914.
El inicio de la Gran Guerra le lleva primero a Praga y luego, de nuevo de retorno a Viena, al ser reclutado para el servicio militar obligatorio en 1915. Abandona a Wally, a la que quiere mantener como amante, pero con la que termina perdiendo el contacto, y tras un breve cortejo con las hermanas Edith y Adele Harms, se casa con Edith el 17 de junio de 1915.
Su desplazamiento y esta nueva situación de estabilidad enlentecen su producción, pero a la vez le hacen recomponer su línea, y disminuyen su grado de obsesión erótica, para pintar obras de denuncia de la injusticia y violencia de la guerra, según él ataques contra la humanidad misma.
En cartas a su hermanastro y también pintor, Anton Peschka, da cuenta de que ha llegado a una profunda convicción, pues en el marco del sangriento conflicto “…el arte resulta más que un lujo burgués”.
No obstante, y a pesar también de regresar a una estética de retrato ornamental, sus mejores trabajos seguirán siendo los de características más personales como La muchacha y la muerte, alegoría del fin de su relación con Wally una vez casado.
En el último año de su vida, 1918, Egon, en plenitud de facultades, participa con éxito en la cuadragésimo novena exposición de la Secesión de Viena, de la que diseña su cartel y vende la mayoría de los cincuenta cuadros que presenta. En febrero de ese año, morirá su amigo y maestro Gustav Klimt.
La última pintura importante realizada por el artista en estos meses fue La familia, obra bastante inusual en el pintor y de volúmenes no lineales sino gruesos, proporcionados, más corpóreamente realistas. No existe en ella agresividad sino una melancolía casi inexpresiva. Reflexión y tranquilidad.
Después de participar en exposiciones en Zúrich, Praga y Dresde, en otoño de 1918 la pandemia de gripe, llamada española, que causó más de 20 millones de muertos en toda Europa, llega a la capital austriaca. Edith, que estaba embarazada de seis meses, muere a causa de ella el 28 de octubre. Tres días después, el 31 de octubre de 1918, Egon Schiele fallece, de la misma enfermedad a la corta edad de 28 años.
Durante el breve período de tres días que separó sus muertes, Schiele realizó unos bocetos de Edith, que se consideran sus últimas obras. Seguramente si nos basamos en ellos o en La familia, sus trabajos posteriores, de haber existido, habría sido radicalmente diferente de su obra anterior. Aun así, a lo largo de su corta existencia había hecho unas casi trescientas pinturas y más de tres mil dibujos.
Dejaremos la parte dedicada a Basquiat para una próxima ocasión, pues su biografía y la relación con su obra son también apasionantes y requieren de la extensión adecuada para comentarla.
A FAVOR:
• Es la mayor exposición en París sobre Schiele de los últimos 25 años, que consigue juntar fuera de Austria más de cien trabajos, muchos de ellos en manos de colecciones privadas, fuera de las conocidas colecciones en los museos Leopold y Albertina vieneses o de la su villa natal de Tulln an der Donau, a orillas del Danubio
• La disposición en pocas galerías y la colocación de las obras en orden cronológico, junto con las explicaciones complementarias en texto en las paredes de la fundación, del cambio en el trazo del artista, facilitan la comprensión de una obra, en muchas ocasiones tan fracturada y torturada, como la propia personalidad y psicología del artista
• Poder combinarla con las exposiciones virtuales, pero también impresionantes centradas en Gustav Klimt y en el movimiento de la Hundertwasser, de las épocas de la secesión vienesa, realizadas por Gianfranco Iannuzzi, Renato Gatto y Massimiliano Siccardi con la colaboración musical de Luca Longobardi, y que se celebran aún en el Atelier des Lumières parisino hasta el próximo 6 de enero
EN CONTRA:
• No haber logrado más fondos de los museos Leopold y Albertina, pese a ser una gran exhibición, se echan de menos obras significativas como Mujer sentada con la pierna izquierda levantada o la ya mencionada La muchacha y la muerte.