Seguimos comentando la exposición de la Fundación Louis Vuitton para esta temporada final de año. Esta vez le toca el turno al controvertido y rompedor Jean-Michel Basquiat (1960-1988), un artista fronterizo entre el arte urbano y las galerías, con una obra cuyo reconocimiento ha crecido de manera exponencial en estos últimos años. La exposición sobre su figura y obra ha sido prorrogada hasta el próximo 21 de Enero
Un 22 de noviembre de 1960, el hijo de un haitiano, Gerard Basquiat, y una puertorriqueña, Matilde Andrades, llegaba al mundo en Brooklyn. Lo cierto es que la infancia de Basquiat podría haber sido la de cualquier un chico mestizo de familia modesta en el suburbio de Nueva York de los 60, de no ser porque su familia (que creció dado que tuvo luego otras dos hermanas) se desintegró pronto a causa del divorcio de sus padres.
Es quizás ese desgarro emocional, sumado a la influencia en él de su madre, mujer de reconocida carrera como diseñadora gráfica, que se encargó al inicio de su cuidado, e interesada en que conociera las artes de la pintura, lo que le llevó a conocer el museo de Brooklyn y el MoMA a la muy temprana edad de 5 años. Pero es sin duda el mayor desencadenante un accidente de tráfico que le llevó a estar hospitalizado con un brazo roto durante un tiempo, y que le hizo descubrir en el centro médico, un ejemplar ilustrado de la conocida Anatomía de Gary, que estudia y copia sin descanso, haciéndole iniciarse en la expresión artística mediante el dibujo.
El Basquiat adolescente, sin embargo, queda tras el divorcio parental, a la custodia de su padre, que vuelve con sus tres hijos a Haití durante dos años, cuando Jean-Michel tenía solamente 14. Conocida la realidad del país caribeño, regresará a Brooklyn dos años y medio más tarde. Ya decidido a seguir dibujando y pintando como forma de vida, ingresa en la escuela alternativa City-As-School, un centro de vanguardia en la enseñanza para alumnos superdotados centrado en el intercambio de sus experiencias y los conocimientos prácticos de sus miembros. Es allí donde entra en contacto con el ya célebre grafitero y artista gráfico Keith Haring, cuya obra le servirá con posterioridad de referente.
Basquiat, sin embargo, pese a su brillantez, será expulsado del centro un año antes de graduarse. Su temperamento rebelde chocará no sólo contra la política y normas del centro, sino con su familia, y a la vez decide abandonar el domicilio paterno, para irse a vivir una vida bohemia en la zona del Low Manhattan. Sin domicilio fijo, casi vagabundo, será albergado a veces por varios de sus amigos, sobre todo por el británico Stan Peskett. Conocerá también de esta forma a otros artistas de la escena neoyorquina como Fred Brathwaite o Danny Rosen.
En esta etapa comenzará a practicar el “grafitti” callejero con la firma colectiva SAMO (“SAMe Old shit”) compartida con Al Díaz. Sus murales están dotados de una escritura callejera y llena de mensajes entre crípticos y poéticos y cuyo slogan más popular en muros y vagones de metro será “SAMO is Dead”.
Funda también a la vez un grupo músical, Channel 9, luego llamado Gray, de música sintetizada, uno de cuyos otros integrantes será el luego actor y director de cine Vincent Gallo, que llega a actuar en el célebre club CGCB. Y como no, en la vida artística del underground del Bronx, SoHo y Village neoyorquino de la época, también aparecen en su vida los excesos como los ligados al consumo de drogas.
En 1980, con sólo 20 años, cuando aún vagabundeaba, por fin, pasa a tomar la pintura como principal forma artística, un medio por el cual siempre había tenido una atracción más que intelectual, en realidad una fascinación, sobre todo por ciertos estilos, como el primitivismo o el expresionismo abstracto, entre otros ejemplos por los trazos gestuales de Franz Kline, los primeros trabajos abstractos de Jackson Pollock, los elementos figurativos de Willem De Kooning o las caligrafías pintadas por Cy Twombly, sumado todo ello a sus raíces caribeñas. Esto le llevó a una gran maestría de un grafismo gestual muy expresivo.
En el desarrollo de su obra posterior se le nota interesado también por las combine paintings de Robert Rauschenberg y por el Art Brut, de Jean Dubuffet, así como las obras de otros artistas abstractos como Francis Bacon, Joan Miró o Picasso, así como casi cualquier muestra por la cultura popular y el “Pop Art”.
Expone sus primeros trabajos en una exposición colectiva titulada “Times Square Show”, y de ahí se lanza a una carrera deslumbrante, original, y por desgracia, también corta y fulgurante de apenas ocho años, en la que recorre ambos lados del Atlántico, entre Norteamérica y la Europa Occidental, como representante de la “New Wave” pictórica neoyorquina, en colaboración con los galeristas Annina Nosei, Akira Ikeda, Daniel Templon, Yvon Lambert, Hans Mayer, Tony Shafrazi y Bruno Bischofberger.
Este último le introduce en la Factory de Andy Warhol, donde trabaja con el ya consolidado artista en obras conjuntas, al igual que con el italiano Francesco Clemente. Sus encuentros con el fotógrafo Robert Mapplethorpe, o los también pintores contemporáneos Schnabel, Chia o Baselitz también quedan documentados en su cuerpo de trabajo, muestras y correspondencia.
Surge al principio de él, una obra gráfica de una fuerza poderosísima, muy característica, ligada a la repetición premeditada de elementos, estructura de figuración y el esquematismo, pero que refleja los movimientos sociales de su época, los conflictos raciales, la desigualdad social, la marginación y también muy unidas de forma estrecha los elementos de la contracultura, el punk, y la calle. Todo esto imbuido en colores intensos y llamativos, en los que se montan collages que aúnan pintura, serigrafía, graffiti y lenguaje publicitario.
A posteriori, se ve puede observar como crece en complejidad su obra, primero con obras pobladas de palabras, compilación de listas de cualquier tema, imágenes salidas del imaginario del vudú, o tótems y figuras arcaicas, además de retratos en homenaje a héroes de la cultura negra, entre otros, músicos de jazz, escritores, jugadores de baloncesto o boxeadores, y referencias nada veladas y muy críticas a la sociedad de consumo norteamericana.
El ritmo imparable y creciente de creación y preparación de exposiciones, su intensa dedicación al marketing de sus obras, que le lleva el primer artista plástico de color que aparece en la portada del New York Times, y su tendencia a participar en cualquier evento y fiesta, hace que crezcan tanto su dependencia toxicómana como su paranoia, esta última, con cierto motivo, ya que recibía a menudo amenazas o era objeto de robo cuadros de su estudio o de galerías, algunas incluso obras sin terminar para exhibirlas o venderlas, sin su permiso.
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Este ritmo le lleva agotado a desplazarse a Maui, Hawaii en mayo de 1988 por un par de meses para intentar descansar y desengancharse. Una última exposición en Salzburgo, sobre sus dibujos y pinturas en la galería Thaddaeus Ropac, es el preludio de su muerte en su ciudad natal en agosto de 1988, a causa de una “intoxicación aguda de medicamentos”, una sobredosis de heroína, en realidad. Un funeral íntimo y su inhumación y la despedida de 300 colegas y admiradores en una ceremonia en la iglesia de St. Peter cierran los capítulos de su vida.
Quedan de él, aparte de sus excesos, la muestra de un alma nacida y crecida al borde de las tradiciones del caribe ecuatorial, preocupada por el destino de sus semejantes. Imágenes de aristas urbanos, policías, gentes de barrio… Otros artistas gráficos, no sólo de la pintura, sino del cómic (la evolución del estadounidense de origen polaco Bill Sienkiewicz a finales de los 80 es el mejor ejemplo), continuaran sus hallazgos creativos.
Es una lástima no saber cómo hubiera avanzado su obra con posterioridad, dado que en sus dos últimos años de vida, tomando una línea decididamente neoexpresionista, era cada vez mayor la muestra de sofisticación en sus contenidos y la complejidad de su figuración pictórica, a menudo resuelta a través con múltiples y fragmentadas citas sobre las culturas primitivas (incluyendo citas explícitas a las mitologías africana, azteca, egipcia o grecorromana), pero también tomando más elementos de la tradición figurativa pictórica europea más clásica que fusionaba sin aparente esfuerzo.
Su leyenda ha crecido exponencialmente en estos años entre los connaisseurs del mercado artístico, así como los precios de sus obras. Un ejemplo prístino es la adquisición por parte del billonario japonés Yusaku Maezawa de una obra suya “Sin Título”, una de las calaveras de la serie que realiza, que en una subasta por 110,5 millones en 2017 para exponerla en la Contemporary Art Foundation que él mismo preside, y que se puede ver en esta exposición.
Es por tanto una figura enorme, de máximo talento y genialidad sin posible parangón posterior, pese a la dificultad de comprensión que puedan tener algunos de su arte, poco accesible al público en general.
A FAVOR:
• Es una exposición comprensiva de las diferentes obras del autor, que, aunque no tan extensa como para abarcar el conjunto de su obra, sí recoge sus obras más memorables
• La posibilidad de ver varias de sus obras conjuntas con Warhol y Clemente, las cuales están en manos, en su mayoría de coleccionistas privados
• Observar la potencia y el lirismo gráfico, cuasi violento pero poético, dotado de salvajismo, de un artista fronterizo entre las calles y las galerías de arte, un puente que en la actualidad sólo el conocido Banksy ha logrado volver a trazar, aunque sea a veces, a través de actos de performance más allá de la mera exhibición
EN CONTRA:
• Se echa de menos en la exposición la presencia de una línea temporal explicativa, de los cambios rápidos y súbitos que Jean-Michel, plasma en su obra. Es difícil seguir sin ese hilo, o un conocimiento previo del artista, todo lo que el espectador va a contemplar.
Imágenes: David Villalmanzo
Portada: (R) Fondation Louis Vuitton