Inicio Cine 68º Festival de San Sebastián. Crónica de la Sección Oficial (I)

68º Festival de San Sebastián. Crónica de la Sección Oficial (I)

Empiezo con el detalle de la crónica de la 68ª edición del festival de San Sebastián, que se celebró entre los días 18 y 26 del pasado mes de Septiembre. Primero, abordaré la Sección Oficial, en la que el Zinemaldia ha acogido la mejor hornada de cine en competición de los últimos años, en un año 2020 marcado por la pandemia del COVID-19, las cesiones de la selección oficial previa del Festival de Cannes que no llegó a celebrarse en el pasado mes de mayo y sobre todo las limitaciones de aforos, sesiones, entrevistas y ruedas de prensa. Un amplio muestrario de propuestas desde la inauguración con la última película de Woody Allen, ambientada en la propia ciudad y certamen, donde hoy reviso lo visto en la primera parte de la competición.

Si una añada del festival de San Sebastián, ha querido comenzar con una mejor autorreferencia, esta vez, la opción estaba clara, y no era otra sino Rifkin’s Festival, la última realización del neoyorquino Woody Allen, presentada fuera de competición.  Producida y rodada en la propia costa guipuzcoana, con localizaciones en Guetaria, Alkiza o la propia Donostia, su argumento tiene como marco un festival de cine ficticio que no es otro que éste mismo. El resto del público ya ha podido verla en cines de toda España, solo dos semanas después, el 2 de octubre.

Sin embargo, la jugada (meta)cinematográfica, no fue totalmente redonda. Como sucede con muchas de sus últimas obras para la gran pantalla (no tanto así para su pluma literaria, caso de su reciente autobiografía), Rifkin’s Festival es un solo la muestra menor de un Allen de inspiración justa pero agradable. Y más que una obra plenamente original, resulta una traslación de sus obsesiones y neurosis conocidas, a la que se suma una expresa voluntad de homenaje a cineastas universales que él siempre ha amado como Fellini, Buñuel, Godard o Bergman.

Más un film reverente que con entidad propia, deja una brillante y divertida desmitificación de escenas de varias películas clásicas, luciendo sobre todo la El séptimo sello y su famosa partida de ajedrez, esta vez entre Wallace Shawn y una muerte encarnada por un actor del norte de Europa muy conocido. A resaltar también una buena y esforzada actuación de Elena Anaya con el material que tiene entre las manos. Un arranque entretenido, pues, sin más, que dejaba lista a esta edición en su despegue para ir a por cotas mayores.

Ozon y el verano del 85

Las buenas expectativas en cuanto a nivel de lo visto, se empezaron a materializar ya en la segunda jornada, con el primer título a concurso, Été 85 (Verano del 85) del veterano (pero aún de espíritu rebelde) realizador francés, François Ozon. Un título que, por cierto, ya se ha estrenado en nuestras pantallas a nivel nacional, desde el pasado 9 de Octubre, gracias a Golem Distribución.

Primer título significativo que podía haber contado para los premios, es una historia en el que el camaleónico director, pone en escena una historia de descubrimiento juvenil, no ajena a los primeros títulos de su filmografía, entre la inocencia del primer amor y la revelación de nuestra propia mortalidad humana.

El resultado final, que oscila, pero de forma vibrante y vívida, entre la comedia, el romance, el «thriller» y la tragedia, está inspirado en una novela del británico Aidan Chambers. Están francamente bien, sus dos actores principales, Benjamin Voisin y Félix Lefévbre que bailan una banda sonora con canciones de la época que rememora el film, los 80, con The Cure, Bananarama y Rod Stewart, que crean un fondo curioso y emotivo.

Además, el contrapunto emocional lo completan mejor aún los instrumentales de JB Dunckel, mitad del dúo electrónico Air que da el ambiente melancólico que necesita la película en ciertos puntos. Buen y solido film. que en cualquier otra edición hubiera sido candidato y meritorio a algún premio menor o mayor con seguridad.

Druk o la comedia epicúrea 

La siguiente y tercera jornada ya marcó un hito aún mayor,  con Druk del danés Thomas Vinterberg, recordado autor e integrante original del movimiento Dogma ’95 con su debut Celebración (Festen). Geniales su dirección y actuaciones con una Concha de Plata al mejor actor que fue para el genial actor Mads Mikkelsen, compartida ex-aequo con el resto del cuarteto protagonista, en una decisión que no se antoja discutible en forma alguna.

La fabulosa película danesa está, sin duda, entre lo mejor de esta edición. Druk (Another Round o Drunk, serán sus títulos en otros países) es un film de base filosófica y sociológica de tremenda relevancia y aún así, que puede ser poderosamente humano y popular. Marca un nuevo capítulo de la exitosa colaboración de Mikkelsen y Vinterberg desde la recordada La caza (Jagten) con un film netamente de espíritu epicúreo, planteando no solo la relación de sus cuatro protagonistas, profesores de instituto daneses, sino de la sociedad en general, con el alcohol.

El film comienza con una premisa sencilla, casi de comedia ligera, como es el uso controlado de un orden del alcohol para la vida profesional y social, basada en la creencia de un filosofo y psiquiatra noruego Finn Skårderud, de que el ser humano nace con un déficit del 0,05% de alcohol en sangre. En estos hombres, esta experiencia, que empieza siendo casi un estudio científico durante el desarrollo su actividad docente, se convierte en algo con muchas más capas, a medida que el film avanza.

Y es que la película plantea una reflexión sobre en qué momento y qué ocurre cuando el uso de éste se convierte en abuso, cuáles son los casos en los que toleramos socialmente la bebida y su exceso, y sus por qués, o como nos aprovechamos de su capacidad de inhibición y de creación de confianza, a veces muy artificial. El oficio de la enseñanza y su legado o trascendencia futura en los alumnos también tiene aquí un rol muy importante.

Además, incluye agudas observaciones sobre la amistad masculina más allá de los 40 años o de su capacidad de madurar y gestionar de la forma adecuada sus vidas o la de sus familias. Una maravilla de guion de Vinterberg con su habitual colaborador Tobías Lindholm interpretado y dado vida por cuatro actores todos ellos con papeles estupendos, y el qué más destaca Mikkelsen, con su estupendo Martin, profesor de Historia, marido y padre de dos hijos, que desarrolla la teoría inicial, ejemplificando cómo grandes hombres como Roosevelt o Churchill se inspiraron en sus acciones gracias a la bebida.

Esta Druk se convierte así, en una comedia humana de las grandes, como no, con su parte de tragedia y reflexión, con unas escenas finales memorables que culminan en la última, una catarsis con Mads Mikkelsen, en quizás el momento que llegue a definir en el futuro toda su carrera actoral, un regalo musical, que aparece en el film: una interpretación al baile de What a Life de los daneses Scarlet Pleasure, que aparece en varios momentos clave de la película. Un clásico desde que se estrene en España de forma oficial ya en el próximo año 2021, por mano de BTeam Pictures.

El entusiasmo por los títulos oficiales, que teníamos a raíz de ver el anterior, se diluyó un tanto en el pase de Passion Simple de la francesa Danielle Arbid. Por desgracia, este crítico, como otros, no conectó nada con la película, que parecía una adaptación epidérmica (en múltiples sentidos) de la laureada novela de hace 20 años de Annie Ernaux.

Quizá demasiado insistente en la explicitud de las escenas de los encuentros sexuales de sus protagonistas, no llega a plasmar del todo la obsesión amorosa total que se sentía en la obra literaria, además de tomar decisiones discutibles como situar la cámara en un París de forma desenfocada e irreconocible. Podría destacarse a su actriz principal, Laetita Dosch, que hace todo lo que puede en pantalla para insuflar vida a la Hélène que estaba en las líneas de la obra literaria.

Habría que valorar muy bien, no obstante, que el equipo de sus productores, realizadora y sus protagonistas, la propia Dosch y Sergei Polunin, vinieron a San Sebastián no solo para hacer acto de presencia en el festival, sino para presentar el título en una sesión con el público.

Sin expectativas vino Nosotros nunca moriremos de Eduardo Crespo, mostrando otra cara diferente de la habitual en el cine argentino. Lo hacía con una historia pequeña y concisa  sobre la familia, abriendo la posibilidad del reencuentro con los seres más queridos más allá de esta vida.

No obstante era un relato quizá excesivamente mínimo y minimalista para la Sección Oficial de este festival. Sea como fuere, resultaba apreciable el esfuerzo de sus creadoes, por dotar de un tono distinto al clásico lo visto con su narración  fragmentada. Apreciable, quizá hubiera tenido mejor encaje en otras secciones como Horizones Latinos o Tabakalera.

Con tintes oscuros y serios, se presentó Sutemose (In the Dark), la película del director lituano Sharunas Bartas, procedente de la selección de Cannes. Un drama acerca del peso de la mentira y traición ambientado en el país báltico tras la segunda Guerra Mundial y con el principio de la dominación soviética invasora del país báltico, originario del realizador.

Es un largometraje de ritmo excesivamente moroso, lo que hizo que no levantase excesivas pasiones en sus pases a la prensa o para el público, pero es cierto que era una propuesta muy sólida, con su tono de denuncia política y de discusión histórica, con en un fondo muy universal que podría haber resonado con el jurado encabezado por Luca Guadagnino. Sin embargo, al final, no resultó así.

También se marchó sin premios Supernova del británico Harry MacQueen. Una historia que tiene lugar en la campiña británica, a raíz del viaje de su pareja protagonista, que habla sobre los cambios e incertidumbres de las dinámicas de dos personas en convivencia cuando aparece la enfermedad. Stanley Tucci y Colin Firth interpretan muy bien a dúo esta crisis.

El actor americano se impone en mi modesta opinión, aquí al inglés, por los matices que pone a su personaje, el escritor Tusker. Film riguroso, aunque no brillante, que cuenta con un duelo interpretativo interesante y que podría haber deparado, por qué no, alguna Concha de Plata en esta categoría.

La semana que viene continuaré con la segunda parte del concurso de la Sección Oficial que contó con títulos tan atractivos como True Mothers o la ganadora Beginning, así con los estrenos de dos series televisivas que prometen comentarios por su forma de abordar hechos recientes y su valor narrativo, Antidisturbios y Patria. ¡Aquí te espero!

Artículo anteriorLo que dice internet sobre los errores en tu relación de pareja, y por qué no es 100% verdad
Artículo siguienteQué puedo aprender de Victor Küppers para triunfar en el trabajo.
Ingeniero civil. Ahora trabajo sobre caminos de hierro, pero el resto del tiempo busco tender puentes con otros ámbitos y profesiones, además de transitar por sendas culturales y de ocio. Mi lema es que siempre hay nuevas formas y tiempo para aprender, y también para enseñar.

¿Qué opinas? Hablemos.