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 Air: zapatillas para una leyenda

Reseña de la película Air, en la que Ben Affleck ilustra el sueño de Michael Jordan y las zapatillas Nike

¿Cómo elige un deportista de élite en sus inicios profesionales a la marca y el halo que lo van a definir a lo largo de sus años? ¿Se puede predecir el éxito profesional solo por la promesa de lo que vendrá o la ambición ya presente? ¿Qué forja a un campeón? ¿Es posible dejarse llevar en lo laboral por las corazonadas? ¿Se puede ser exitoso rompiendo las reglas establecidas? ¿Es posible admitir la futilidad de nuestras vidas y ponerlas al servicio de un talento ajeno pero que será inolvidable en la historia humana?

Todas esas preguntas y temas de sempiterna actualidad son abordados sin complejos y con síntesis por la modélica Air (íd, 2023). Con hechuras de cine clásico norteamericano y con un look and feel heredados de la década de los 80. También Ben Affleck (Berkeley, California, 1972) regresa a la dirección con gran acierto en esta producción tras siete años de pausa en su mejor faceta cinematográfica. Y con un hilo argumental sencillo, pero atractivo a la postre: la historia de cómo Nike consiguió hacerse con la exclusividad del que demostraría ser el mejor jugador de baloncesto de la historia para vestir sus zapatillas cuando era solo un novato debutante en la NBA, en un ya lejano 1984.

La amistosa dupla Affleck y Damon suman a un gran elenco

Para ello, escoge a su mejor compañero y amigo en el oficio Matt Damon para que dé vida a Sonny Vaccaro, el cazatalentos de la mítica marca que logró esta hazaña, cuando el mercado en el que se movía la empresa de Phil Knight (aquí interpretado de forma precisa por el mismo Affleck en un rol secundario de tonos que rayan la comedia) estaba dominado por sus dos rivales, Adidas y Converse. Un hombre con olfato y capacidad para reconocer un diamante en bruto. Pero también al tiempo para realizar apuestas que no llevaban a ninguna parte más que al fracaso.

En esta historia coral, donde la pasión profesional, el marketing y las cifras del negocio marcan las condiciones de contorno, se desvela algo en este milagro de su tiempo para la compañía de Oregon. Son las actuaciones de sus intérpretes (junto a Damon, Viola Davis, Jason Bateman, Chris Messina, Chris Tucker o Marlon Wayans); la realización de Affleck y sus ágiles diálogos, elaborados con esmero por el guionista Alex Convery, novato en el largometraje, los que elevan y propulsan a un ritmo endiablado a un relato nada convencional sobre la búsqueda del éxito.

Otro acierto en la brillante carrera de Affleck como director

Pocos son los cineastas actuales que logran enfocar sus trabajos detrás de la cámara de forma que el espectador sepa reconocer la esencia de una época ya vivida, pero lo suficientemente distante como para no estar presente en su día a día. Por sorprendente que parezca, ese don de recreación y perspectiva casi de médium es una de las constantes que mantiene la obra de Affleck en su brillante carrera como director. Aparte de manejar casi a la perfección repartos llenos de talento con medida al otorgarles el nivel de protagonismo apropiado en sus historias.

Además, quizás con la excepción de su anterior película, Vivir de noche (Live by night, 2016), la puesta en escena del californiano siempre logra recrear en sus producciones con perfección modélica los tiempos de su ambientación. Para dar además cobertura a diversos géneros y temas en la misma cinta. Los ambientes y momentum del thriller criminal de acción del nuevo milenio y las preguntas sobre el sentido del núcleo familiar y la amistad en sus dos primeras películas (Adiós, pequeña (Gone Baby Gone, 2007) y Ciudad de ladrones (The Town, 2010)) o bien el suspense dramático, el cine político de los 70 y la comedia coral, en su film más conocido como autor, la fantástica y premiada Argo (íd, 2012).

Colaboraciones idóneas

Gracias a la cámara del veterano Robert Richardson y el montaje, esta vez sí, de un colaborador habitual en su cine, como William Goldenberg, volvemos a sentir el toque kitsch de los años más horteras del siglo pasado, ambientado por una banda sonora de temas de bandas como Tangerine Dream, The Alan Parsons Project, Dire Straits o Violent Femmes. En este caso aportan verosimilitud a todo lo que vamos a ver. A como un perdedor busca encajar su potencial jugada ganadora y su pasión personal en un equipo engrasado. Sometido a los códigos que generaron el negocio de las marcas deportivas, los modelos de marketing preestablecidos, las preferencias personales y haciendo frente a los posibles giros del destino.

Un retrato de los inicios de Michael Jordan

Como este relato cambió las vidas de sus implicados y transformó el propio segmento cuando sus protagonistas estaban trabajando para la marca de la Diosa de la Victoria, se observa con respeto, emoción y atención. Curiosamente, sin ver en ningún momento en pantalla al propio ícono. Solo su voz, o la marca y logos que llevarían a Air Jordan, no únicamente hacia el estrellato deportivo, sino a formar parte de la memoria colectiva, por su desempeño épico en las canchas y en el ejemplo individual en volverse a levantar una vez caído y retornar en la forma más gloriosa posible.

El carismático retrato de estos inicios del personaje es una buena introducción a la vida de Michael Jordan para aquel que quiera indagar en ella más allá de las canchas de basket. También, es útil en constatar de nuevo dos cosas. La primera, cómo Matt Damon se va convirtiendo poco a poco en el James Stewart de su generación. Que retrata a hombres en apariencia corrientes y en el fondo, singulares. La segunda, cómo en una familia negra, una buena madre que lidere un hogar y ayude a sus vástagos es un tesoro. En este caso la Deloris Jordan que encarna en otro memorable, eso sí, muy sutil, recital interpretativo, la gran Viola Davis. Air es una experiencia agradabilísima y cinemática, sin aires de trascendencia, aunque muy por encima y más allá del mero entretenimiento. Uno queda deseando ver los próximos retos del californiano, más allá de sus buenas actuaciones (que las tiene y con talento, como actor de carácter, en Argo, Hollywoodland o en las más recientes The Tender Bar o The Way Back), sea en la dirección de una nueva adaptación de Testigo de cargo o abordando una saga literaria juvenil fantástica como Keepers of the lost cities.

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Ingeniero civil. Ahora trabajo sobre caminos de hierro, pero el resto del tiempo busco tender puentes con otros ámbitos y profesiones, además de transitar por sendas culturales y de ocio. Mi lema es que siempre hay nuevas formas y tiempo para aprender, y también para enseñar.

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