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El cine y su poder de evasión en 5 títulos

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Vivimos tiempos convulsos. Cada generación ha estado sometida a un gran acontecimiento que la ha puesto a prueba. Quizá estos días de inicios de 2020 pasen a formar parte indeleble de nuestra existencia. Mientras tanto, luchamos contra un enemigo invisible con resistencia, con paciencia, al fin, con resiliencia. Pero nuestros espíritus precisan también  para aguantar del aliento de la compañía de los otros, aunque sea a distancia, además de la risa, del baile, del canto y de aquello que ayuda a encontrarnos, a pesar de estar retenidos en un mismo lugar, en otro destino diferente. El cine es un espacio estético que es a la vez suma de otros. Este es mi homenaje al séptimo arte como bálsamo para estas jornadas. Un paseo a través de la magia analógica o digital, en 5 ejemplos para poder disfrutar en casa y aún animar a seguir soñando con sus fotogramas.

1. LA GRAN EVASIÓN (The Great Escape, 1963)

El americano John Sturges (1910-1992), gran realizador artesano, había filmado hasta principio de los años 60, al menos cuatro títulos notables: el thriller Conspiración de Silencio (Bad Day at Black Rock, 1955), por el que fue nominado al Óscar y tres westerns como Duelo de Titanes (Gunfight at O.K. Corral, 1957), El último tren a Gun Hill (Last train form Gun Hill, 1959), y sobre todo se hizo muy popular con el remake americano de Los 7 Samurais de Akira Kurosawa, Los 7 Magníficos (The Magnificent Seven, 1960), con música original de Elmer Bernstein.

Sin embargo, su mayor momento de gloria con el público, y el título que le dejará para siempre en la posteridad, es de un genero muy diferente, un drama bélico y de resistencia: La Gran Evasión. Una película que traía de vuelta a la pantalla la Segunda Guerra Mundial de una forma casi inédita en los cines, la del punto de vista de unos prisioneros de guerra aliados en Europa que buscan hasta el último aliento su posibilidad de escape, (que se ha convertido en un deber) de un campo alemán, para distraer al ejercito nazi, y porque no, regresar con sus propios regimientos y seguir luchando.

El film es un canto a la esperanza, al sacrificio colectivo, pero sobre todo a la persistencia y al amor a la libertad. Cuenta con un guión de Paul Brickhill y James Clavel, además de un reparto magnífico al que se suman actores ingleses (Richard Attenborough, Donald Pleasance y James Donald) y estadounidenses (James Coburn, James Garner y Charles Bronson), pero por encima de todos, está el magnetismo de un Steve McQueen imperial y las animadas fanfarrias musicales de Bernstein.

Dos horas y media de aventura y emoción, que nos dejan momentos icónicos, como el de la celda de aislamiento, el guante y la pelota de beisbol, la excavación de un túnel para el gran intento de escape, y sobre todos ellos, el de un McQueen lanzado al estrellato con su chaqueta de cuero o su jersey azul recorriendo en moto las praderas europeas, para huir del asedio y persecución alemanes. Un emblema para la eternidad.

2. EL HOMBRE TRANQUILO (The Quiet Man, 1952)

¿Cómo se puede hablar de un gigante de la dirección cinematográfica como John Ford (1894-1973)  o de su biografía en 4 líneas? Es sencillamente imposible por abrumador. El autor de El delator, La diligencia, Las uvas de la ira, ¡Qué verde era mi valle!, Centauros del desierto o El Hombre que mató a Liberty Valance… Ganador de 4 Óscar como realizador. Una leyenda que hizo de todo en la gran pantalla, drama, comedia, thriller, pero que se consideraba ante todo director de westerns.

Para esta selección, sin embargo, nos alejamos de su amado escenario del Oeste como era Monument Valley, para irnos a su Irlanda natal. Un lugar al que regresa el boxeador Sean Thornton (John Wayne, uno de los actores fetiche de Ford), después de su periplo americano. Un campeón, pero también un héroe trágico abrumado por su pasado reciente, que quiere refugiarse en su amado pueblo, Innisfree.

La dirección sutil pero firme de Ford, un guión estupendo de Frank S. Nugent, la maravillosa fotografía en color de Winton Hoch y Archie Stout y la partitura de Victor Young, se suman  a un cast extraordinario y más fordiano que nunca encabezado por Maureen O’Hara como la bella, orgullosa y rocosa pelirroja, Mary Kate Danaher, Victor McLaglen como su no menos tozudo hermano,  Will Danaher, Barry Fitzgerald como el borrachín compañero Michaleen Oge Flynn y Ward Bond como el católico padre Lonergan.

Una película que es la vida y quizá algo más allá, una existencia más soñada que real, en el que el verde de los campos irlandeses, el viento de sus tiempos de tormenta o sus días de fiesta, nos remiten a repetir sus hazañas, besar apasionadamente bajo la lluvia, romper camas de forma homérica, batirnos  por quienes nos amamos, y beber cerveza para recontrar o forjar amistades. La comedia, el drama y el amor eterno. No pasa por ella el tiempo, sólo por nosotros. Única.

3. CANTANDO BAJO LA LLUVIA (Singin’ in the rain, 1952)

Un tanto menospreciado en su tiempo, el film hecho a cuatro manos entre Stanley Donen (1924-2019) y Gene Kelly (1912-1956), es ahora uno de los más grandes emblemas del cine musical. A partir de la historia original de Betty Comden y Adolph Green, ubicada en el tiempo entre la transición entre el cine mudo y el sonoro, Donen y Kelly componen una sinfonía de alegría y buen humor a golpe de memorables números musicales de Arthur Freed, Nacio Herb Brown y Lennie Hayton.

Si bien algunos de estas piezas habían sido ya utilizadas en otras obras de la comedia musical como «Melodía de Broadway», aquí son reinterpretadas y dadas nueva vida por todo un conjunto de actores dotados para el baile y para el canto. Así, Donald O’Connor hace una memorable fiesta de «Make’em Laugh», que se recuerda como un terremoto cómico, dónde danza por las paredes y da vida a objetos inanimados.

O’Connor, junto al propio Kelly, hacen diabluras verbales mientras hacen claqué en la original «Moses Supposes» donde una clase de pronunciado, recitado y oratoria, se transforma en una improvisada fiesta. Y junto al dúo, se suma una jovencísima Debbie Reynolds primero a solas en el delicioso ballet de «All I do is dream of you», y en formato de trío cuando entonan y bailan la más gozosa y deliciosa versión de «Good Morning» que ha visto la luz. O en el dúo final cuando emocionados, Kelly y Reynolds cantan «You are my lucky star».

Apariciones estelares en papeles bailados de Cyd Charisse (con sus larguísimas y esbeltas piernas) en «Broadway Rhythm Ballet» y Rita Moreno, y una especialísima actuación de Jean Hagen con su peculiar voz, que le valió una nominación como actriz secundaria. Y como joya de la corona,  el fragmento que todo el mundo recuerda: el número titular «Singing’ in the rain» interpretado bajo la lluvia por el propio Gene Kelly en un día de rodaje en estado febril y que representa con su jubiloso ritmo toda la alegría de enamorarse y de vivir que se pueda conocer. Simplemente magnífica e inolvidable.

4. FELLINI 8 y 1/2 (Otto e mezzo, 1963)

El genio del italiano Federico Fellini (1920-1993) era francamente inigualable. Después de haber realizado siete películas, con varias obras maestras como Los inútiles (I vitelloni, 1953), La strada (Id.,1954), Las noches de Cabiria (Le notti di Cabiria, 1957) y la excelentísima La dolce vita (Id., 1960), el de Rimini, ya conocido en todo el mundo, se quiso lanzar a hacer su octava película, un proyecto original como los anteriores ¡Y qué film! Pues sólo su título ya lo indica, no es sólo el octavo de su filmografía, es mucho más que eso.

Fellini hace aquí acopio de todas sus obsesiones y excesos en la pantalla, y los multiplica, haciéndolos atractivos, metacinematográficos y ensoñadores hasta el límite. Teniendo de nuevo como complice a un Marcello Mastrioanni magistral, que hace de un sosias de Federico, el realizador Guido Anselmi, que se encuentra en crisis en un balneario, tratando de encontrar inspiración a la hora de escribir su nuevo proyecto, del cual ha olvidado su idea original, recurriendo para ello a sus recuerdos y fantasías privadas.

Con un guión siempre sorprendente, entre la realidad y la imaginación, escrito a ocho manos por Tullio Pinelli, Ennio Flaiano y Brunello Rondi, la fantástica música de Nino Rota y el diseño y vestuario del maestro Piero Gherardi, el blanco y negro de su fotografía envuelve al espectador, que no sabe dónde empieza lo auténtico y comienza el relato de lo que se narra. Y tan importantes como el director protagonista son la pléyade estelar de sus mujeres: amantes, esposas, madres o amigas.

Entre ellas, Sandra Milo, Barbara Steele, Rossela Falk, Caterina Boratto, Madeleine Lebeau, y de forma más destacable,  Claudia Cardinale (una actriz y casi ella misma),  Anouk Aimée (Luisa, su mujer) y Eddra Gale (como la salvaje Saraghina) que le rodean e influencian y que también, no por casualidad, suman 8. Algo más que una película, si el cine puede mezclar el arte y el escape de la realidad, su resultado más virtuoso y excesivo, estuvo aquí. Una delicia dispuesta de forma permanente a ser descubierta.

5. CADENA PERPETUA (The Shawshank Redemeption, 1994)

Junto con 1999, el año 1994 es el que los expertos coinciden en señalar como uno de los más importante de las últimas décadas para el cine mundial. Se estrenaron en él, Forrest Gump (Robert Zemeckis), Pulp Fiction (Quentin Tarantino), Quiz Show (Robert Redford), Rojo (Krysztof Kieslowski), Ed Wood (Tim Burton), Balas sobre Broadway (Woody Allen), y una película pequeña realizada por un primerizo Frank Darabont (1959), pero que junto al mítico segundo film de  Tarantino, consiguió trascender el momento y quedarse con el público.

Basada en un relato corto de Stephen King, adaptado a la gran pantalla por el propio Darabont, cogiendo algunos elementos prestados y muy familiares de obras de Don Siegel, la historia de la profunda amistad que se va gestando a lo largo de los años de dos presidiarios, en la cárcel que da título a la narración original, permanece como una de las más humanistas y mejores reescrituras cinematográficas de la obra de King, junto con La milla verde (The Green Mile, 1999) del mismo director o Cuenta conmigo de Rob Reiner (Stand by me, 1986).

Una reflexión sobre la injusticia, la culpabilidad privada y pública, y como sobrellevar las penitencias correspondientes, pero que muestra como una mezcla de determinación, lucha y liberación, puede llevarnos a alcanzar la libertad incluso tras unos muros. Una obra que no se abstiene de mostrar con dureza los momentos amargos, y que también muestran al espectador los pequeños y grandes triunfos que nos pueden ayudar a superarlos.

Interpretada por unos fabulosos Morgan Freeman (Ellis Boyd «Red» Redding) y Tim Robbins (Andy Dufresne), acompañados por un reparto de buenos secundarios (Bob Gunton, James Whitmore, Willian Sadler, Clancy Brown y Gil Bellows), con una música extraordinaria de Thomas Newman y dirección de fotografía excelente de Roger Deakins, su sorprendente y conmovedor final ligado a esos posters de actrices que cubren cada temporada la pared de la celda de Andy, es uno de los más recordados de los últimos años.

Mi próximo artículo lo dedicaré a la épica en el cine. ¡No se lo pierdan!

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Cinéfilo y crítico a tiempo parcial, además de ingeniero de caminos. Trabajador del ferrocarril y del celuloide, busco tender puentes con otros campos y profesiones, así como recorrer caminos culturales y de ocio. Mi lema es que siempre hay nuevas formas y tiempo para aprender, pero también para enseñar. El cine es una de ellas, proporcionando además una vida libre. Sigo creyendo que John Ford es el mejor director de cine de la historia.

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