Cada estreno de un film de Marvel ha adquirido la etiqueta de acontecimiento. Lo es más aún cuando se cierra en grande algún capítulo sobre personajes concretos. Es el caso de Guardianes de la Galaxia, Volumen 3, broche de finalización de las tres narraciones (y media, si contamos un especial de navidad en Disney+) en las que el director James Gunn ha presentado y dado a conocer a una gran audiencia a estos antihéroes que desarrollan sus aventuras entre la comedia y la space opera.
En los últimos años ha habido cierta sensación de decepción con las películas del estudio. Aparte de WandaVision en el medio televisivo, solo Daniel Destin Cretton con su aproximación netamente asiática a Shang-Chi o Ryan Coogler con su segunda parte sobre Pantera Negra parecían dar señales de cierto desafío inteligente al público más allá de lo trillado. Los fans de Marvel empezaban a dudar si este era el inicio del declive.
Amado lector, conserva tu fe en el estudio al menos por una sesión más. Vas a ser recompensado al final de la película. Si querías una voz propia, un capítulo impredecible de tus galácticos favoritos, aquí lo tienes para disfrutarlo. Sin embargo, puedo adelantarte que no todo lo que te voy a contar son buenas noticias para el futuro del estudio.
Cuando veas la película, lo primero que te preguntarás a los pocos minutos será: ¿qué les ha pasado a nuestros personajes favoritos para que sean ahora tan tristes y oscuros? Pues, como todo en el cine, tiene sus posibles explicaciones fuera de la pantalla.
El trabajo final de James Gunn para Marvel

En el mundo real, tras haber dirigido de forma triunfal y exitosa las dos entregas anteriores, James Gunn fue despedido inicialmente del proyecto hace cinco años. Una opinión irónica expresada en Twitter años atrás se volvía contra él y los jefazos de Disney/Marvel querían estar limpios de polémica, así que el realizador de Missouri se vio privado de rodar el deseado final de su trilogía durante cierto tiempo.
A pesar del apoyo recibido por el reparto protagonista, Marvel mantuvo suspendido el proyecto durante meses. Apaciguado el conflicto y con Gunn guardando silencio, el estudio se lo pensó dos veces y quiso volver a contar con su guion y su mano tras la cámara para filmar la última historia de Star-Lord, Gamora, Rocket, Drax, Groot, Nébula y Mantis. Sin embargo, justo días antes de esta oferta, el estudio rival en el género, DC Studios (perteneciente al grupo Warner) lo había contratado para filmar la secuela de El Escuadrón Suicida (The Suicide Squad, 2021) con Margot Robbie, Idris Elba, John Cena y Viola Davis.
Esto impedía a Gunn abordar la tercera parte galáctica durante unos tres años. Además, el episodio del despido temporal, según su propia confesión, lo había cambiado. Con su ego vuelto a la tierra, decidió reivindicarse y en lugar de sobrevivir adaptado a la industria, quiso volver a poner en escena esos toques bizarros de sus obras originales que no contaron gran apoyo de los majors, como Slither (íd, 2006) o Super (íd, 2010).
Ese tono ya estaba presente en su visión de El Escuadrón… y se prolongó en un spin-off como serie de televisión de su personaje Peacemaker (íd, 2022). Donde además, para gusto de DC, Gunn fue dando ciertos ajustes para conformar el universo del rival de Marvel. Se consolidaría así una narración más coherente y un nuevo inicio, junto con David Zaslav, CEO de Warner Bros. Discovery.
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Mismo director, intenciones distintas

Cuando Gunn vuelve al redil de Marvel, ya sabe, al igual que el estudio, que va a ser para un único proyecto. Va a echar una última partida con sus guardianes y con la intención de terminar la historia. Ojo, no la de Peter Quill/Star-Lord, sino la del mapache Rocket. Desde el principio, consideraba a este último el personaje principal de su trilogía. Pero quizás su alto en el camino influyera en que el origen del peludo mamífero y sus revelaciones sean una de las tragedias más violentas y dolorosas de los personajes de la Casa de las Ideas.
Por eso, espectador, la estructura del film de James Gunn se vertebra en torno a la historia retrospectiva de Rocket contada a través de convenientes y a veces desconcertantes flash-backs. Es el argumento de cuatro animales que adquieren conciencia y se hacen amigos cuando son sometidos a la cruel experimentación científica de sus cuerpos por el villano de esta tercera película, el Alto Evolucionador.
No te vayas. Aún hay más novedades. El hecho de que Marvel matase al personaje de Gamora y lo recuperara sin memoria de lo sucedido en las dos aventuras anteriores, hace que Gunn tenga a los personajes de Quill y la hija de Thanos otra vez en la casilla de salida en el capítulo afectivo. Aquí el director se ocupa del dolor de la pérdida o el duelo afectivo, con el objeto del deseo del superviviente, de cuerpo presente. Eso sí, se va a ocupar de darle una conveniente resolución fuera de lo habitual.
Una visión del futuro crítica, pero esperanzada

El largometraje lanza a lo largo de sus dos primeros actos cuestiones candentes como el maltrato animal o los límites éticos de la ciencia. Hay pie para reflexionar sobre cómo utilizamos a sujetos de nuestros avances a los seres vivos, a través de modificaciones genéticas, cibernéticas/robóticas y de inteligencia artificial.
Más adelante y con cierto detalle en la pantalla, Gunn desplegará otra crítica soterrada más: a la supuesta vida idílica en los suburbios de las grandes ciudades americanas, usando el ejemplo de un mundo lejano de la Tierra, pero cercano a su espíritu: la Contra-Tierra.
Todo lo anterior, bastante sombrío, no significa que hayan desaparecido del todo los toques de humor y los viajes intergalácticos de las dos citas anteriores. Tampoco las escenas de acción. Las más reseñables están en un pasaje en el que los Guardianes van a realizar su robo más arriesgado (casi a la manera de una Misión Imposible) a vida o muerte en la base de la empresa OrgoCorp, y, como no, en el tercer y final acto.
Por último, de nuevo Gunn, como ha hecho a lo largo de sus películas, apela en toda su extensión a los sentimientos y a la familia (la de sangre y la creada a lo largo de la vida) como fuente de sanación y salvación de sus protagonistas. Esa amistad próxima a una sensación de hermandad de estos personajes ha justificado en buena parte su periplo juntos desde la primera película y aquí se mantiene como una clave más del triunfo humano a ambos lados de la cámara que supone culminar este proyecto.
Esta improbable mezcla de humor, tensión, ternura y fondo tétrico hace que los personajes de Nébula, Drax y Mantis queden mejor definidos que nunca. Y que las adiciones que ya se venían avisando, la perra Cosmo y Kraglin (en sustitución del ya fallecido Yondu) funcionen bien integrados. No ocurre igual con un personaje como Warlock, que aquí hace su primera aparición (quizá la única imposición del estudio), aunque probablemente sea más importante en su desarrollo futuro.
Disfrutar y bailar con los Guardianes

El largo, a diferencia de los últimos productos Marvel, parece vivo, lleno de colores y no tiene esa pinta tan artificial o llena de efectos CGI y tonos negros en pantalla grande. La cámara de Henry Braham y el montaje de Fred Raskin lo hacen fluir de manera normal y orgánica, sin depender por entero de la post-producción. Curiosamente, su visión es algo mutante en su formato, puesto que sus imágenes pasan de proyectarse de 1:1,69 a 1:2,35 en los momentos más relevantes de sus dos horas y media.
Lo más probable es que el resultado haya venido condicionado por las propias experiencias vitales de su autor. A sus 55 años, recientemente casado de nuevo y convertido oficialmente desde hace meses en la nueva cabeza creativa de DC, ha decidido clausurar por todo lo alto su trílogo marvelita. Tal y como deseaba: un espacio donde cada una de sus tres partes conversa con las otras, de igual a igual.
Pese a ciertos baches narrativos, este tercer volumen completa la trilogía más exitosa de Marvel. Gunn la culmina con cierto aire de venganza oculto en el film. Hay una intención en fondo y forma de demostrar que lo limpio y lo perfecto no es novedoso o rompedor. También, de que todo el mundo merece segundas oportunidades.
Culmina, no puede ser de otra manera, de forma festiva, casi bailando. Sí. La música vuelve a ser importante en esta conclusión. Con la desaparición de las cintas y walkman de Quill y su madre, en este capítulo este apartado sufre una modificación trascendente. La conexión emocional infantil de Star-Lord con ella desaparece, para dar lugar a la fascinación del personaje con las playlists de un dispositivo Zune y todas las melodías que se ha perdido durante las décadas ausente de la Tierra.
Así, canciones de los 80, 90 y el nuevo milenio de Radiohead, Springsteen, The Beastie Boys, Alice Cooper, The The, The Replacements, Spacehog o Florence and the Machine, son ahora más un fondo diegético y espectacular, que se renueva sobre las aportaciones de las canciones de los 60 y 70 originales. Ambientan la historia, pero ojo, no la complementan tanto como otra capa, lo que era el caso de las entregas previas.
Espectador, como te lo sugiere James Gunn al final del filme con las últimas canciones y los créditos, tú también deberías celebrar este adiós. Toda persona tiene una tonada favorita. Y con cada una de ellas, lo que deberíamos hacer está claro. Imitemos a estos pringaos cósmicos ya convertidos en héroes universales: let’s face the music and dance.
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