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«Josep» de Aurel: Animación, historia y compromiso artístico

Relato biográfico del semidesconocido pintor Josep Bartolí, exiliado tras la Guerra Civil española, «Josep» es un ejemplo de gran film de animación por su manejo de las distintas formas de trazo y tiempos narrativos en su desarrollo. Es admirable su meticulosa reconstrucción a través del manejo de la música de la época o del repaso al arte gráfico del autor barcelonés. Así lo reconoció el reciente Festival de cine de Valladolid en la que el jurado de la Seminci concedió a Aurel, su realizador, la Espiga de Plata al mejor director. Es posible ver la película en salas o a través de Filmin desde el pasado 4 de diciembre.

En muchas ocasiones, los mundos del comic o del dibujo animado cinematográfico son aún tomados como medios dirigidos en exclusiva a la infancia o a la juventud, y por tanto, menores respecto a otras formas de expresión artística. Nada más lejos de la verdad. Lector, puedes comprobar que existen obras tan adultas como Maus de Art Spiegelman o Persepolis de Marjanne Satrapi si hablamos de viñetas impresas o de películas tan fantásticas y maduras como Vals con Bashir de Ari Folman o El viaje de Chihiro de Hayao Miyazaki.

Vuelve a quedar demostrado lo endebles que resultan esas tesis prejuiciosas cuando vemos un trabajo como Josep del dibujante Aurel, aquí convertido en director de cine.  El galo describe de partida muy bien un escenario en el que las milicias de Franco persiguen justo hasta el límite la frontera pirenaica franco-española en enero de 1939 a los combatientes del bando republicano, que se arriesgan pese a todo, a atravesar durante el frío invierno esta zona para salvar sus vidas. Brigadistas internacionales les acompañan en esta ruta.

Situando el inicio de su historia justo en esta huida de miles de españoles se nos delinea un mundo frío de colores pardos, beige, azules y grises a través del trazo del propio director, amable solo en cuanto a los rostros y anatomía de sus personajes. Estos desfilan lentos y cansados bajo la nieve. Imaginan que serán bien acogidos al otro lado con el fin de recuperar fuerzas y luchar futuras batallas contra las fuerzas fascistas de la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini.

Cuando se ven recibidos hostilmente por la gendarmería y ejercito franceses se dan cuenta de su error. Se encuentran un país ya próximo a las ideas que impulsarán la Francia colaboracionista del régimen de Vichy dirigida por el mariscal Pétain. Lleno de prejuicios hacia la izquierda política. Xenófobo y racista. Terminarán internados en campos de trabajo donde sus condiciones vitales y opciones de supervivencia serán complicadas desde el principio.

Aurel es valiente y no deja fuera de su relato cinematográfico la descripción de aquellos inesperados horrores. Hombres y mujeres sentados o tumbados a la intemperie, sobre el barro o la nieve sin techos sobre sus cabezas, sino simples telas o mantas. Sometidos a racionamiento, hostigados y menospreciados. Justo es aquí  donde el director, y su guionista Jean-Louis Milesi, empiezan a canalizar su historia a través de dos de estos españoles en la debacle y cerca del abatimiento: Helios y Josep.

Una vez enfocado el pasado, rompen el tiempo, yendo hacia una historia más contemporánea, situada también en la región de la Occitania francesa, setenta años después. La de un nieto con vocación de dibujante, y su abuelo, muy enfermo y a punto de fallecer en su casa. Un hombre muy frágil, cuya memoria ha empezado a fallar y a la vez a revelar recuerdos de aquel mismo campo de concentración, vividos en primera persona, que intercalan al de los refugiados españoles, las de otro hombre, un novato gendarme francés, al que se le observan atisbos de piedad y humanidad a diferencia de sus compañeros más despiadados.

Poco a poco, los colores se reducen, quedando casi en exclusiva el blanco y negro, aparte de los tono de piel de las personas que estuvieron en aquel campo. Las más oscuras de la guardia colonial francesa de ascendencia africana, las algo morenas de los españoles, las blancas de los gendarmes y los habitantes de las poblaciones próximas occitanas. Los lazos que unen a los tres hombres se refuerzan, así como los del resto de compañeros de campo. Llegan por efecto del tiempo y el contacto,  la amistad incluso entre los anarquistas, marxistas o trotskistas del grupo más politizado. También el amor.

Unos sentimientos que aún así, no hacen desaparecer el motivo más poderoso que llevó a Josep a cruzar las montañas: el de buscar a su novia embarazada. Había atravesado la frontera antes por ferrocarril por Figueras. En esta espera, el lápiz y el papel también caerán en las manos del artista. Al igual que Francisco Boix en el campo alemán de Mathausen con sus fotos, dejará testimonio de los abusos, del hambre y de la muerte, con un dibujo mucho más duro y detallista que la primera animación ya vista.

¿Qué tendrán en común el anciano, su nieto y nuestros refugiados? ¿Quién es el muerto retratado en el dibujo enmarcado que guarda el abuelo en su habitación? ¿Por qué sueña con México y recuerda en sus vivencias a la pintora Frida Kahlo? ¿Quién es el hombre mayor que pinta cuadros abstractos de vivos colores, azules y rojos, desde un edificio donde se observa el skyline neoyorquino? Dejo aquí a ti, público, el placer de descubrir estos misterios que se esconden esta obra densa y a la vez sencilla de tan solo 77 minutos de duración.

Si Milesi ya era un notable guionista al servicio de los mejores trabajos del director marsellés Robert Guédiguian (Marius y Jeanette ó Marie-Jo y sus dos amores, entre otros), aquí vuelve a confirmar su talento ya de modo independiente a su antiguo compañero cinematográfico. Pero resulta ser Aurel, cuyo auténtico nombre es Aurélien Froment, el verdadero descubrimiento del film.

Su sensibilidad y deseos de realismo estaban presentes en sus bandes dessinées o en las caricaturas, dibujos o reportajes ilustrados en medios prestigiosos como Le Monde, Le canard enchaîne, Politis o Le monde dipomatique.

Para la gran pantalla solo había co-realizado  un corto, también animado, Octubre negro, sobre la revolución argelina de 1988. El resultado de su primer largometraje es fascinante. Han merecido la pena todos los esfuerzos de cuatro años, los que ha tardado el proyecto en ser concebido, producido y animado. Así se ha reconocido mediante su entrada en la prestigiosa selección del Festival de Cannes 2020 (que no se pudo celebrar, pero sí que anunció sus títulos) o en su aparición en el palmarés de los diferentes certámenes en los que ha participado, como Annecy o Valladolid.

Josep es un ejemplo de colaboración europea financiado entre Francia, España y Bélgica. Nada es forzado en una producción donde los idiomas francés, español y catalán, empiezan cada uno por su lado y luego empiezan a fluir y dialogar entre sí. Crea además un espacio fraternal y universal donde se afirma, con razón, que la empatía puede convertir en aliados a adversarios aparentes.

Su animación es un milagro de sencillez y artesanía. Dan voz y vida a sus personajes en la versión original, entre otros, por el lado norte pirenaico, la comediante Valérie Lemercier, y por la cota sur, el actor Sergi López o la cantante Silvia Pérez Cruz. Esta última pone también música y canciones (con letras tomadas de los hermosos poemas de Miguel Hernández) a las historias de los protagonistas, con sus alegrías o sus agonías.

Constituye Josep un necesario y valioso recordatorio a estar abiertos para ver los demás como personas completas, más allá de nuestros prejuicios, diferencias y dificultades de comunicación. Contiene las razones que como impulsos básicos deberían potenciar una Europa de verdaderos hermanos, libres e iguales, avisando de los peligros de encerrarnos en nacionalismos o ideologías.

Pero, ante todo, la obra de Aurel y Milesi es una ventana al mundo y al arte como su reflejo expansivo y multiplicador. Aparte del poder redentor inmediato de sus acciones anteriores que supone a Josep, hace notar que su legado no sólo tiene un significado importante para sus descendientes o para los que conocieron a este autor en persona. Al final será relevante para todos los que encontrarán en el futuro la visión vital y la obra de Bartolí, bien por casualidad o bien por una búsqueda voluntaria y fructuosa.

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Ingeniero civil. Ahora trabajo sobre caminos de hierro, pero el resto del tiempo busco tender puentes con otros ámbitos y profesiones, además de transitar por sendas culturales y de ocio. Mi lema es que siempre hay nuevas formas y tiempo para aprender, y también para enseñar.

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