El poder evocativo del cine también ha comprendido la forma de hablar sobre las mayores adversidades y cómo convertir esas gestas en relatos del acervo colectivo de la humanidad. Esos títulos no sólo nos han trasladado victorias, sino también fracasos, y en sus mejores ejemplos siempre han estado matizados por una vertiente de relato realista, que ha comprendido pasajes íntimos, que han dotado a esas grandes historias de veracidad. Para los lectores de DÉVÉ, reúno hoy cinco películas de referencia del género épico, que sirven para elevar el espíritu de quienes las vean por primera vez o en su gozosa repetición.
1. LAWRENCE DE ARABIA (Lawrence of Arabia, 1962)
El británico David Lean, es otro de los grandes titanes del cine (1908-1991), y posee dos partes separadas en su filmografía. La primera muy personal, desarrollada en su propio país, cuenta con títulos de adaptaciones teatrales con un detallismo minimalista pero único (cuya cumbre es Breve encuentro (Brief encounter, 1945)) o de obras de Charles Dickens (Grandes esperanzas (Great expectations, 1946)). La segunda estuvo producida en Estados Unidos en su mayoría.
Está llena de títulos espectaculares pero que siempre guardaban en su interior, conflicto, drama y ansias de libertad. En la intersección de ambas, se halla esta gema. Una historia real tan grandiosa que hasta se atreve a empezar por una muerte absurda. La del coronel galés Thomas Edward (T.E.) Lawrence, escritor, diplomático y militar del ejercito inglés, que desarrolló la parte más destacada de su carrera en la península arábiga y los territorios palestinos, entre sus revueltas tribales y la colonización.
Cogiendo como base sus escritos, y en su mayor parte Los Siete Pilares de la Sabiduría, Lean y sus dos co-guionistas Michael Wilson y Robert Bolt, construyen todas las facetas de un personaje ambiguo, etéreo en ocasiones y casi inabarcable, con sus potentes diálogos y escenas, ayudados por un actor casi novel, Peter O`Toole que con sus llamativos ojos azules saltaría a la fama con su papel de Lawrence. Pocas veces la épica cinematográfica ha construído un héroe tan creíble, como contradictorio y herido. La música de Maurice Jarre y la fotografía beige de Freddie Young le acompañan de manera insuperable.
Admirada por todos sus contemporáneos, y también por los grandes realizadores de las generaciones que vinieron después (es la película favorita de Steven Spielberg, y una de las más queridas de Martin Scorsese), la película se llevó 7 Óscar de la Academia. Deja en la memoria, fastuosas escenas, como la del pozo de Alí (con un fenomenal Omar Sharif), el asalto al tren en Hejaz o la toma de la ciudad de Aqaba, pero resulta todavía más hondas las de su captura y tortura o la venganza de Talal. Y además, el corte de montaje más famoso de la historia del cine, creado por la excelsa edición de Anne V. Coates, del apagado de una cerilla al sol del desierto. Sencillamente magistral.
2. ROCKY (Rocky, 1976)
Un joven actor de reparto con aparente poco talento y ascendencia italiana, tiene en los años setenta una idea para lanzar su carrera. Escribir de su puño y letra un guión, que refleje una metáfora de lo quiere para su propio camino. La de un modesto boxeador que es subestimado y sometido a los golpes del destino, que reserva sus peores impactos a aquellos que considera como de segunda fila. Se inspira para ello en figuras como Rocky Marciano, Muhammad Ali, Chuck Wepner o Joe Frazier.
Los productores Irwin Winkler y Robert Chartoff compran el guión, que está lleno de nervio y emoción, al joven que sólo reclama como condición algo de dinero e interpretar al protagonista. El resto, después del austero rodaje en las calles de la ciudad de Filadelfia es historia para Sylvester Stallone, que comienza aquí a ser un nombre considerado por la industria. Todo por este cuento de perdedores que se convierten en improbables ganadores, a base de tesón, esfuerzo y sacrificio.
Rocky Balboa, las escaleras del Museo de Arte de la ciudad, asociadas la partitura y canciones de Bill Conti, se transforman en iconos de la cultura popular. Nada sería posible en este pequeño milagro sin las interpretaciones de Burgess Meredith, como el gruñón pero exigente entrenador Mickey, Burt Young, como su amigo Paulie, o de Talia Shire, como Adrian, la novia de Rocky, y la presencia de Carl Weathers, como su gran rival, el campeón del mundo Apollo Creed.
¿Quién no ha soñado en circunstancias muy desfavorables remontar hasta lo impensable? ¿Luchar hasta el último aliento? Esta sublimación del «underdog» nos hace volar y querer cualquier obstaculo. Desde lo más modesto hasta la gloria. Sus secuelas, van poco a poco desmereciendo el original. Pero ver el origen, nos recuerda batallar siempre ante el reto más importante, agotando el aliento y no abandonando jamás. Inspiradora y aún rutilante recuerdo de lo que nuestro genio y ganas son capaces de sacar adelante.
3. LA TRILOGÍA ORIGINAL DE LA GUERRA DE LAS GALAXIAS (Star Wars, 1977, The Empire Strikes Back, 1980, Return of the Jedi, 1983)
George Lucas (1944), era sólo un joven estudiante califormiano de cine en UCLA, cuando empezó modestamente en Hollywood, con sus cortos de carácter experimental. Pertenecía sin embargo, a una generación prometedora entre las que contaba como a amigos y compañeros de universidad a Francis Ford Coppola, Steven Spielberg y John Millius, que se ayudaron a hacer sus films intercambiando ideas. A raíz del gran éxito de su segunda película, American Grafitti (1973), producida por Coppola, Lucas se plantea su siguiente proyecto mucho más ambicioso.
La idea, era volver la vista atrás, para recuperar los seriales radiofónicos sobre aventureros del espacio exterior como Buck Rogers y Flash Gordon. Con ella construiría una ambiciosa opera espacial. Lucas, amante también del cine de samurais japoneses de Akira Kurosawa, transformaría el concepto en una búsqueda mística, donde una misteriosa energía «La Fuerza», guiaría a los protagonistas en su confrontación con un Imperio que se apoya en el lado oscuro de esa fuerza, amenazando el equilibrio y la paz de una galaxia lejana.
Y así entre un rodaje caótico y complicado en Túnez y los estudios Pinewood ingleses, nació el mayor hit de los años 70 y 80, una saga de tres películas, donde se narraría el destino de Luke Skywalker y sus amigos, abordo de su nave, El Halcón Milenario, en medio de la desesperada lucha de la Alianza Rebelde contra el Emperador y su mano derecha, Darth Vader. La película propulsaría a un efímero estrellato a algunos de sus actores como Mark Hamill (Luke) y Carrie Fisher (Leia Organa), dando también su primera gran oportunidad a Harrison Ford, que como el canalla capitán Han Solo brillaría lleno de carisma.
También haría populares a los personajes de sus dos androides (R2-D2 y C-3PO) y al villano Darth Vader. Una historia absolutamente deslumbrante en sus dos primeras entregas, sobre todo en la segunda, El Imperio Contraataca, ya dirigida por Irvin Kershner, con guión de Leigh Brackett y un joven Lawrence Kasdan, solo pierde algo de fuelle en la última, El Retorno del Jedi. Será siempre el referente de crear un nuevo universo donde nuestros mejores sueños viven más allá de nuestra Tierra.
4. EN BUSCA DEL ARCA PERDIDA (Raiders of the lost ark, 1981)
Después de haber dado a luz a su saga galáctica, George Lucas lanzó un reto a su compañero de generación y talentoso amigo Steven Spielberg. Ahora tratarían de retomar los seriales de aventuras exóticas de los años veinte y treinta, para lanzarlos al nuevo público de aquel entonces. Con esta base y una mezcla del «sense of wonder» de las novelas «pulp» baratas, las películas «B» de los 50, con algo del espíritu del «Tintin» de los cómics de Hergé, ayudados por el realizador Philip Kaufman conciben a Henry «Indiana» Jones.
Este profesor de arqueología, mitad sabio de biblioteca, mitad buscador de mitos, no podría haber sido tan popular sin el ingenio y talento del guionista Lawrence Kasdan, que construye junto a Spielberg y Lucas, y es uno de los grandes hallazgos del cine moderno. Junto a él, somos capaces de pasar de suntuosas universidades persiguiendo culturas extrañas y misterios extraordinarios con asombrosa naturalidad entre espectáculos.
Esta primera aventura a la caza del Arca de la Alianza, es el capítulo más brillante, de unas historias que quizás no hayan aún visto su final. Además es aquella que dota a su héroe, de sus características más reconocibles: su pistola, su látigo y su sombreo pánama. Y además, de su sagacidad, su odio a los Nazis y de un tremendo sentido del humor añadido a su enardecida y continua búsqueda de la justicia, el orden y la restitución del equilibrio. Encarnado siempre por un Harrison Ford, que tan bien sabe integrar todas estas caras de nuestro intrépido héroe. Y aquí acompañado de Marion (Karen Allen), una mujer que le iguala en rapidez mental, aparte de sus inseparables Brody (Denholm Elliott) y Sallah (John Rhys-Davies).
Spielberg se graduó aquí después de sus primeros films, como el director completo que conocemos a día de hoy, y se acompañó un equipo que le seguiría en su mayoría muchos años, donde brillan su montador Michael Kahn, la fotografía de Douglas Slocombe, y la reconocídisima música de John Williams. Sin embargo, no se le reconoció como autor hasta su madurez con La lista de Schindler (Schindler’s list, 1993) o Salvar al soldado Ryan (Saving private Ryan, 1998). Pero esta cinta fue la que le dio el merecido pasaporte al Olimpo de las epopeyas.
5. LA TRILOGÍA DEL SEÑOR DE LOS ANILLOS (Lord of the Rings: The Fellowship of the Ring, 2001, The Two Towers, 2002, The Return of the King, 2003)
A finales de la década de los 50, los libros del escritor J.R.R. Tolkien ambientados en la llamada Tierra Media, se hicieron mundialmente conocidos. Eran historias mitológicas, con sus criaturas fantásticas y llenas de magia, que se inspiraron en su periodo como miembro del ejercito inglés en la I Guerra Mundial. Sobre todo, El Hobbit y los tres tomos relacionados con la saga de El Señor de los Anillos llenaron el imaginario popular, con su búsqueda que llevaba al más insospechado y pequeño de los héroes (el mediano Frodo Bolsón) y a la Comunidad de Anillo que se forma, a enfrentarse y derrotar a un gran mal (Sauron) destruyendo su Anillo del Destino.
Muchos quisieron adaptar la historia, pero la recreación de dicho universo era sumamente costosa. En el año 1978, el director de animación Ralph Bakshi y el productor Saul Zaentz, hicieron realidad una película de animación sobre las novelas de El Señor de los Anillos, pero el proyecto se saldó con un fracaso en su primera entrega, que sólo llegó a cubrir gran parte de los dos primeros libros. Nadie pudo volver a tomar las riendas hasta muchos años después.
Fue el peculiar director neozelandés Peter Jackson, tras sus primeras películas en su tierra natal, y dos proyectos tan especiales como Criaturas Celestiales (Heavenly Creatures, 1994) y The Frighteners (1996), quién propuso junto a su mujer Fran Walsh, a Zaentz y a la productora New Line Pictures recuperar los derechos de las novelas y a rodar tres películas, una sobre cada libro, simultaneamente en Nueva Zelanda, para hacer realidad ver la saga completa en pantalla. Y pese a todos los riesgos asumidos, acertaron de pleno.
La modélica adaptación del relato de Tolkien coge los mejores pasajes de los libros del británico hecha por Jackson, Walsh y Philippa Boyens, modificando solo en ocasiones ciertos destinos de los personajes, y transformando los modelos del diseñador Alan Lee en una producción de paisajes magníficos, llenos de verdes prados o de inmensas batallas o desolaciones. Las películas exudan épica y espectacularidad, y se debe tanto a la fortaleza de la realización de Jackson, como a su selección del casting, donde destacan Frodo (Elijah Wood), Sam (Sean Astin), Orlando Bloom (Legolas), Ian McKellen (el mago Gandalf el Gris) y el mayor acierto que es Viggo Mortensen (Aragorn, donde sustituyó a última hora a Stuart Townsend). Quizás no sea un exceso decir que es la mejor trilogía de films jamás realizada en el género fantástico.
La próxima vez volveré con el inicio de una lista de directores/autores que han marcado la historia del cine. No se lo pierdan.