¿Vivirán los músicos para siempre en nuestras mentes? ¿O en nuestros corazones? Quizá sólo dependa de que sus canciones les sobrevivan. La sorprendente y fascinante ópera prima de Javier Macipe, La Estrella Azul, da la razón a este argumento. Presentada en la competición de Nuevos Directores del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, muchos cinéfilos se preguntaron tras las primeras proyecciones por qué esta joya española no había sido incluida en la Sección Oficial.
El comienzo de la película recoge los momentos de vacilación y deriva del grupo zaragozano de punk-rock Más Birras y de su vocalista, Mauricio Aznar (Pepe Lorente en su primer papel protagonista). Al principio, uno no reconoce al principio que está basada en hechos reales. Más Birras son contemporáneos de Héroes del Silencio, historia del pop-rock de los 80 y 90 en España.
Mauricio, incapaz de hacer frente a la fama, lastrado por el abuso de drogas y alcohol en el pasado, la vida de Mauricio comienza a desmoronarse de forma catastrófica. Públicamente, durante un concierto en el que se enzarza en una pelea verbal con un fotógrafo del público y abandona el escenario interrumpiendo una canción enfadado. En privado, cuando es abandonado por su prometida, Olga (Bruna Cusí), aunque le consuela su querido hermano, Pedro (Marc Rodríguez), también músico.
Mauricio decide respirar lejos de su problemática situación. Amante de la música folclórica latinoamericana, recorre Argentina, visitando pueblos alejados de la capital y festivales folclóricos (donde se canta tango y milonga) con la intención de visitar la mítica casa de Atahualpa Yupanqui en Cerro Colorado.

Los giros de la historia se sucederán orgánicamente, haciendo que Mauricio acabe en cambio en las afueras de Santiago del Estero, la ciudad más antigua del país, buscando al líder de la familia Carabajal, Carlos Carabajal. De él se dice que es el creador de la chacarera, otro tipo de música folclórica menos comercial en Argentina, que se suele bailar en pareja y que se basa en ritmos de tambor y rasgueos de guitarra con compases de 3/4 o 6/8. Podemos entender perfectamente la fascinación inicial de Mauricio por estas danzas, melodías y sus letras sentimentales, ya que también embelesan al público con su interpretación musical en directo.
Lo que sucede a continuación, durante el segundo acto, podría ser una de las historias musicales más animadas jamás vistas en la pantalla —el cruce del rock’n’roll con el modo de vida de la familia Carabajal y su peculiar sentido de la música. Cómo cambia a Mauricio la inspiración de estos descubrimientos conjuntos es un reto fructífero. No sólo transforma su medida artística como compositor, sino también a sí mismo como hombre. El amor, el humor, la poesía, la solidaridad y la lucha colectiva por los desfavorecidos impregnarán todas las facetas de su personalidad durante el resto de su vida.
Pero si esto ya es un nuevo triunfo dinámico, el tercer y último acto es el verdadero salto de fe de esta película y la forma en que se realice plenamente, dejará una huella indeleble en el género. No revelaré el secreto, solo diré que difumina los límites entre ficción, no ficción y metaficción en la narración cinematográfica. A lo largo de La Estrella Azul se han presentado indicios de esta mezcla por todos los medios posibles, desapercibidos pero tangibles. La forma original y audaz en que se resuelven las escenas y su impacto duradero en la vida de Mauricio es tan inolvidable y conmovedor que permanecerá (también a través de un epílogo) en la memoria del espectador durante muchos días.
Especial reconocimiento a Macipe, anteriormente nominado en dos ocasiones a los Premios Goya de Cortometraje de Ficción, que se revela aquí no ya como una promesa, sino como un cineasta hábil y poderoso. En La Estrella Azul, ninguna escena parece forzada, sino un camino natural para completar el enigma de la desaparición de Mauricio de la memoria colectiva. Además, llama la atención lo bien que está Lorente en su primer papel protagonista como el carismático Mauricio. Destaca, destila encanto y verdad por todos los poros de su interpretación. Se ha convertido en otro actor europeo a tener en cuenta a partir de ahora para futuros proyectos cinematográficos de altura.
Destaca también el trabajo de una pareja de talentosos directores de fotografía, Álvaro Medina y Rui Poças (O Corno), que comparten labores de DP tras la cámara. Esto nos permite apreciar por separado la luz que emana del sofocante ambiente nocturno español de Zaragoza o del soleado interior argentino y sus también cautivadoras noches estrelladas. Por último, tome nota: hay un cameo de la voz del famoso músico español Enrique Bunbury.

Galardonada ya en el SSIFF con el Premio TCM del Jurado Joven, es una lástima que el impacto creado de esta coproducción argentino-española, no salga en cines hasta febrero de 2024. La Estrella Azul podría ser la película del año en todos los años posibles. En cualquier caso, los productores españoles Simón de Santiago y Fernando Bovaira saben que ya tienen en la lata un tesoro inesperado, que podría tener atractivo a ambos lados hispanohablantes del Océano Atlántico. La forma en que consigan darla a conocer a un público más amplio podría marcar la diferencia. O tienen en sus manos un sleeper o un gran éxito.
Esta pieza ha sido publicada en colaboración con la revista británica de crítica de cine DMovies (Dirty Movies). Puedes ver la reseña (en inglés) pulsando aquí.
La Estrella Azul

Dirección: Javier Macipe
Año de lanzamiento: 2024
Procedencia: España/Argentina
Reparto: Pepe Lorente, Marc Rodríguez, Bruna Cusí, Catalina Sopelana, Manuel Chacón, Cuti Carabajal, Mariela Carabajal
Nota: ★★★★ (y ½)
Duración: 129 min.
Con qué me quedo: Cuando pides un deseo, tus sueños pueden no hacerse realidad en absoluto.