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«La pintora y el ladrón»: Arte, autodestrucción y renacimiento

A still from The Painter and the Thief by Benjamin Ree, an official selection of the World Cinema Documentary Competition at the 2020 Sundance Film Festival. Courtesy of Sundance Institute | photo by Barbora Kysilkova. All photos are copyrighted and may be used by press only for the purpose of news or editorial coverage of Sundance Institute programs. Photos must be accompanied by a credit to the photographer and/or 'Courtesy of Sundance Institute.' Unauthorized use, alteration, reproduction or sale of logos and/or photos is strictly prohibited.

Imágenes: Sundance institute


El documental se califica como un genero de no ficción, cuestión que hace que incluso los cinéfilos piensen en ellos de forma prejuiciosa como obras carentes de emoción. El joven noruego Benjamin Ree, con cierta experiencia a sus espaldas, se empeña en demostrar justo lo contrario en su nueva película. «La pintora y el ladrón» es el relato de un cruce de caminos vital de consecuencias imprevisibles para sus dos protagonistas. A partir del 5 de febrero estará disponible a través de Filmin en su plataforma y salas seleccionadas.

La semidesconocida pintora checa Barbora Kysilkova despierta un día de 2015 en su hogar de Oslo con una llamada de teléfono. Le comunican que dos de sus obras de estilo fotorealista más apreciadas han desaparecido de la Galería Nobel de la capital noruega. Los cuadros «Chloe y Emma» y «Swan Song», han sido aparentemente robados por dos hombres que han sido registrados por las cámaras saliendo con ellos por un almacén que conduce al lugar del delito.

Trabajando de manera rápida y eficiente, la policía encuentra a ambos sospechosos. El principal responsable parece ser un hombre con antecedentes penales: Karl-Bertil Nordland. Ya estuvo en prisión por hurtos, consumo y tráfico de drogas. El día de la apertura de vistas del juicio, Barbora decide acudir al juzgado. Quiere ver cara a cara al hombre que le ha quitado algo que para ella no son solo dos elementos de valor. Como sabremos luego, son hijos de su dolor, de su experiencia vital. De un necesario cambio de vida. Un reinicio.

Espera poder preguntar a la salida de la sala al muy tatuado y musculado delincuente, por qué lo hizo y dónde están los lienzos. Descubre, sin embargo, en su mirada, al dibujarlo y después al mirarlo o hablar con él, una cierta ternura, sensibilidad y admiración por su obra, que subyace en su voz y en sus actos. Además, aquel individuo no niega el crimen, pero dice no recordar el paradero de las obras. Alega haber estado tan drogado y borracho que desconoce el lugar en el que ha escondido el botín.

Barbora queda intrigada por el hombre. Empieza a investigar sobre la vida de Bertil en redes sociales y observa su cuerpo lleno de tinta con mensajes inquietantes sobre los que cometen delación: «los chivatos son una raza a extinguir». Tras su breve paso por prisión preventiva, quedan a tomar sucesivos cafés. De la inquietud y ganas de seguir interrogándolo para  saber si dice la verdad, la artista pasa a una sensación de fascinación. Quiere que pose para ella.

Lo que sigue en este documental, son aproximadamente tres años en la singular vida de ambos personajes y también de sus respectivas parejas. Un transcurrir del tiempo que a veces fluye hacia adelante y otras veces atrás para explicar vacíos, silencios súbitos y largas ausencias. Que recoge diferentes adicciones y procesos de autodestrucción por ambas partes. Dos personas que han mirado al abismo en formas diferentes. Con cicatrices más o menos visibles. Ni Barbora es un ser de existencia inmaculada, ni Bertil está lejos de ser consciente de que para sobrevivir debe cambiar y dejar atrás sus hábitos.

Podríamos decir que «La pintora y el ladrón» es una historia de redención, pero ésta no se produce de manera forzada o rutinaria. Transcurre como la mayor parte de los actos cotidianos en nuestras propias vivencias: gradualmente, casi sin estridencias. Incluso con períodos de recaídas. Además, la amistad que desarrollan Barbora y Bertil, va adquiriendo hasta una carga de atracción más física. No podemos negar al contemplar su historia por entero que dos espíritus libres y diferentes se han encontrado y reconocido en este mundo.

El arte que surge y se recupera de sus encuentros y huidas del pasado, algunas del maltrato o de la pobreza, retrata en la cámara y en las paletas, lo único de dos seres poco comunes, fallidos en sus decisiones en numerosas ocasiones. También decididamente inspiradores en otras. Su último plano, con un último cuadro, hablan de esta reunión sellada en frío, óleo y luz. Intangible a veces pero materializada por obra y gracia de la vida.

Benjamin Ree crea el prodigio de rescatar esta luminosidad de las sombras, casi de los residuos de lo que la sociedad considera o no como aceptable. Más allá de lo perdonable. Lo que en principio, era una idea para seguir los pasos creativos de su amiga Barbora, se transforma en una aventura compleja y cambiante gracias a la interferencia criminal de Bertil.

Si su talento ya se había puesto al servicio de retratar y humanizar aún más, al gran maestro y campeón de ajedrez mundial Magnus Carlssen en Magnus (2015), aquí lo hace con dos desconocidos para el gran público. Consigue colar su cámara (casi imperceptible) en sus casas, en las calles, en las celdas y bosques que habitan. Indaga con acierto y sutileza en las historias anteriores que les han llevado a estos momentos.

Es una idea desarrollada en muy diversos formatos como el video casero o con teléfonos móviles y de forma arriesgada en cuanto a su narrativa. Ree ha necesitado de la ayuda de tres montadores para completar esas sensaciones a transmitir. Al final presenta apenas hora y cuarenta minutos que condensan lo esencial que deseaba mostrar.

El resultado no es sólo un éxito cinematográfico, sino añadir otra capa de arte y emoción sobre las que ya despliegan por si solos Barbora y Bertil. Uno de los mejores documentales filmados en estos últimos tiempos. No les contaré más sobre el desarrollo de su historia. Ni siquiera de sus posibilidades de premios y reconocimientos, que seguro que tendrá.

Vayan a verla con la idea de que quizá les guste, les inspire o no, pero que al menos dejará en sus retinas instantes de gracia, belleza y verdad irrepetibles. Incluso aquellos que trascienden la realidad para manifestarse. Al visionar su final me entenderán.

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Ingeniero civil. Ahora trabajo sobre caminos de hierro, pero el resto del tiempo busco tender puentes con otros ámbitos y profesiones, además de transitar por sendas culturales y de ocio. Mi lema es que siempre hay nuevas formas y tiempo para aprender, y también para enseñar.

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