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«Les Misérables» y «Hors Normes» («Especiales»): París, sus desheredados y la (des)integración social

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Durante mediados de otoño se han estrenado en Francia dos visiones contrapuestas del París contemporáneo y de cómo abordar la integración, o de cómo no emprenderla puede resultar en los márgenes más complicados de su sociedad el germen de una revolución mayor. De una visión crítica, aunque amable, se encarga Hors Normes (Especiales), la nueva criatura de los directores Olivier Nakache y Éric Toledano, que sucede a sus exitosas y premiadas comedias Intocables (Intouchables, 2011) y C’est la vie (Le sens de la fête, 2017), comercial y galardonada con el Premio del Público del reciente festival de San Sebastián, y que llegará a las pantallas españolas en febrero del 2020. Sin embargo, le gana por contundencia y visión acerada cinematográfica Les Misérables, la ópera prima del realizador Ladj Ly, un film que ha sido seleccionado por la academia francesa para luchar por la estatuilla de Hollywood a la mejor película en lengua extranjera, y que cuenta con tres nominaciones destacadas en los European Film Awards, las de Mejor Película, Mejor Guión y Mejor Descubrimiento, y que en España podremos disfrutar desde el próximo viernes 22 de noviembre.

Son Nakache y Toledano expertos en extraer oro de las «dramedias» que realizan pensando en reflejar en ellas las desigualdades de nuestro país vecino, y no es Hors Normes, la primera obra en la que explotan la fórmula. Tanto Intocables como la más fallida Samba, reivindicaban la integración de aquellos emigrantes que entraban a la sociedad gala, tomando su alegría de vivir y diferencias culturales, como factores positivos para reforzar la misma. Hay que agradecerles que en Hors Normes, hayan rebasado sus planteamientos iniciales más bien esquemáticos por algo que es más complejo: adaptar las vivencias y desventuras de dos asociaciones reales benéficas que ayudan al bienestar de individuos a los que el Estado y la administración han abandonado casi a su suerte.

La primera, La voix des justes, la encabeza Bruno (un inspiradísimo y contenido Vincent Cassel) un judío practicante de mediana edad, y trata de ayudar a enfermos psíquicos con necesidades especiales deshauciados por las clínicas y médicos convencionales,  a través de los pocos recursos que tiene: la dedicación de voluntarios y las donaciones de sus miembros donde estas suscripciones le ayudan a mantener su actividad en un piso, que comparte con el apoyo de otra sociedad, «L’Escale», donde su amigo, el musulman creyente Malik (el aquí muy sobrio Reda Kateb), le cede a jóvenes que se quieren reintegrar como elementos útiles a la sociedad, después de delinquir o superar los ambientes de pobreza de donde proceden,  mientras se forman profesionalmente poco a poco como cuidadores terapéuticos.

Este fino equilibrio, en el que el trasunto de las organizaciones reales Le silence des justes, creada por el amigo de la infancia del duo de realizadores Stéphane Benhamou, y Le Rélais Île-de-France, liderada por su amigo Daoud Tatou, se mueve para hallar cada día soluciones concretas a los enfermos, se ve afectada por varias crisis a la vez, como los efectos de la incorporación de un nuevo joven autista al que atender (Valentin) y otro al de cuidadores (Dylan), las necesidades de encontrar trabajo por parte del primer atendido por la asociación (Joseph), la propia vida personal de Bruno (o más bien, su ausencia), y sobre todo, una inspección por parte del Estado francés, que les realiza una auditoría al no estar en regla con sus requisitos legales para prestar esta atención.

¿Sobrevivirán ambas asociaciones y la amistad de Bruno y Malik a estas jornadas de lucha, llenas pequeños triunfos pero tambien trufadas con ciertas derrotas significativas? Dejamos a los espectadores averiguarlo en su visita a las salas, porque el viaje merece la pena. Hors Normes es una película popular, en el sentido de que busca descaradamente a su público, pero no es populista, dado que lo hace sin manipulación, de tal forma que nos hace sentirnos de modo agradable y cómodo del lado de estos «outsiders», que luchan por integrar a toda una comunidad de desplazados a los márgenes de la sociedad, antes de que esta se pueda sumir en el caos o en la desperación.

Los jovenes Bryan Mialoundama (Dylan) y Aloïse Sauvage (Shirelle), además de los actores no profesionales, Marco Localetelli (Valentin) y Benjamin Lesieur (Joseph), secundan a los dos actores principales, en esta resemblanza de una realidad cercana y problemática, pero afortunadamente esperanzada.

En cuanto a la otra obra que nos ocupa ahora, precisamente Les Misérables, parece una especie de reverso negativo del film de Nakache y Toledano. Habla de las consecuencias de no integrar a los desheredados en nuestra forma de vida actual. Pero también nos narra las razones y sensaciones de ese caleidoscopio social y nos hace sentir mucho más que eso. Mientrás Nakache y Toledano, apenas llegan a tocar el espíritu de la «banlieue», Ladj Ly nos sumerge en ella. Hasta el fondo.

Miembro fundador del colectivo Kourtrajmé de artes cinematográficas (que integran también entre otros el documentalista y artista gráfico JR, o el también director Romain Gavras) y que toma sus referencias y talleres en el extrarradio parísino, Ladj Ly ya había sido premiado en el festival de Clermont-Ferrand, y también nominado al César por un cortometraje, que era un preludio de la historia, al igual que sus documentales anteriores, que en este su primer largo que aquí desarrolla y amplifica en extensión, mensaje y efectos.

Ly explora las barriadas parisinas actuales tanto de Montfermeuil, que en 2005 fueron el escenario original de múltiples revueltas ciudadanas violentas, y a la vez constituye el entorno original de «los Miserables» de Víctor Hugo, (historia en la que esta se inspira más que nada en denunciar las injusticias contra los marginados de una sociedad, sean estos niños, jóvenes o mayores, ayer, refugidos de la campaña, hoy de las antiguas colonias francesas), y de Clichy-sous-bois.

Para ello, el realizador de orígenes malienses, toma dos puntos de referencia. Uno, el de la brigada policial, formada por tres miembros, Chris (Alexis Manenti), Gwada (Djibril Zonga) y Stéphane (Damien Bonnard), en la que se ha incorporado el último como un nuevo agente, que son la unidad de intervención rápida anticriminal que patrulla e intenta mantener (al menos supuestamente) el orden de la zona, frente a los pequeños hurtos o los trapicheos de armas cortas, blancas o drogas. Otro, el de los habitantes de los barrios, en su mayoria emigrantes, con muchos grupos dentro (gitanos, europeos del este, bastantes de origen magrebí o africano subsahariano…), y de muy diferentes edades, con unos, los menos, que participan de estas actividades ilegales, y los otros, la inmensa mayoría, que los padecen y que intentan sobrevivir cada día a su hostil entorno.

Pero, una desgraciada jornada del verano de 2018, después de la victoria en el Mundial de Fútbol por parte de la selección francesa, las pequeñas acciones delictivas cotidianas, cruzan la barrera de la anécdota, y un robo caprichoso por un grupo de preadolescentes (los equivalentes actuales de aquel Gavroche de Victor Hugo) va a generar al final, en la interacción entre estos dos grupos, algo más que un grave incidente. Un hecho lamentable que se quiere ocultar, en la era en la que cualquier teléfono o dispositivo dotado de cámara, puede dejar registrado y en evidencia al que comete un error, por miedo, por descuido o por un acto pleno de inconsciencia.

De repente, de un thriller moral y de formación, pasamos a una película de acción pura y trepidante, para después seguir por un elemento más complejo, como es una película de supervivencia, terminando por un apocalipsis de revuelta urbana cuyas dimensiones, nos resultan tan temibles por su imprevisibilidad (por cierto, verosímil, pues hechos como los descritos han pasado no sólo en 2005 sino también en días más recientes en estos mismos barrios) como pavorosas por sus aún desconocidas consecuencias últimas a largo plazo en nuestras comunidades urbanas.

El odio, la angustia, la desconfianza, como raíz del mal … Esta heredera tardía de La Haine de Matthieu Kassovitz, cruzada con el Training Day con guión de David Ayer, o el The Wire guiado y creado por David Simon, es un animal puramente francés, pero a la postre universal, que hibrida esas sensaciones de pesadumbre con un clima de suspense y angustia condensada en una forma de cine musculoso, eléctrico, pero también de poso reflexivo… Ly es un dignísimo heredero no sólo de las inquietudes sociales y del thriller del citado Kassovitz, sino también de las visiones de horror y suspense, incluso distópicas, de Alexandre Aja, John Carpenter o (sí, lo van a leer bien) Narciso Ibáñez-Serrador, y todo ello a la vez.

La última frase que cruza la película, privándonos a propósito de ver de forma explícita la resolución definitiva de la escena cumbre, es una cita metáforica del propio Victor Hugo:  «No hay malas plantas, ni hombres malos, sino sólo malos cultivadores», que hace una referencia nada velada a como la educación y el buen trato aplicado a todos nuestros congeneres, pueden cambiar no sólo a los hombres que los reciben y ejercen, sino a su consideración por los demás por parte de quienes la ejercen. Un pensamiento, no por ejemplar y general, menos cierto.

La bravura, valentía y virtud de Ladj Ly y de sus coguionistas, Giordano Gederlini y el propio actor Alexis Manenti, resulta de hecho, seguir dejándonos vivir febrilmente en este mundo de grises, y después poder reflexionar cuando la adrenalina y el sudor se posan. Colaboradores de esta electricidad y energía, son la fotografía dinámica y con varios medios, no sólo cámaras cinematográficas, de Julien Poupard y de un montaje estupendo que sabe encontrar la pausa o la aceleración adecuada, obra de Flora Volpelière.

Sus reconcimientos son, por ahora, un Premio del Jurado en el último Festival de Cannes, representar al cine francés en los premios de la academia de Hollywood, y de momento la película tiene 3 nominaciones a los EFA (mejor película, guión y nuevo descubrimiento), aunque seguramente pronto tenga también un montón de nominaciones muy merecidas a los premios César.

En dura disputa con Portrait de la jeune fille en feu (con otras 4 nominaciones EFA, mejor directora, actrices y guión) como mejor película francesa del año, Les Misérables será sin duda un evento fílmico y social, que generará debates en el país galo, donde se estrena el 20 de Noviembre, sólo 2 días antes que en España. Casi en excepcional simultaneidad, gracias a la distribuidora Caramel Films, que hace algo fuera de lo habitual en los circuitos comerciales en España para el cine galo. No puedo sino recomendarles que vayan a verla desde ya. No pierdan la oportunidad en cuanto se les presente.


Copyright imágenes: «Hors Normes» de Quad Films/Ten Cinema/Gaumont, «Les Misérables» de SRAB FIlms/Rectangle Productions/Lyly Films/Wild Bunch

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Cinéfilo y crítico a tiempo parcial, además de ingeniero de caminos. Trabajador del ferrocarril y del celuloide, busco tender puentes con otros campos y profesiones, así como recorrer caminos culturales y de ocio. Mi lema es que siempre hay nuevas formas y tiempo para aprender, pero también para enseñar. El cine es una de ellas, proporcionando además una vida libre. Sigo creyendo que John Ford es el mejor director de cine de la historia.

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