Tiburón, Encuentros en la Tercera Fase, E.T. el Extraterrestre, En Busca del Arca Perdida, El Color Purpura, Parque Jurásico, La Lista de Schindler, Salvar al Soldado Ryan, Munich… Listar este conjunto de notables películas, algunas de ellas obras maestras del séptimo arte, solo nos puede traer al pensamiento rápidamente un nombre singular: el de Steven Spielberg (Cincinnati, Ohio, USA, 1946). Quizá el último gran cineasta popular con fuerte impacto crítico. Ese Rey Midas nacido para el mundo audiovisual en la prodigiosa década de los 70 de Hollywood que, ya septuagenario, aún sabe sorprender por su planificación y maestría.
Sabemos que dejó notas de su propia biografía dentro de sus películas, sobre todo en sus primeros años. El fantástico y las aventuras vividas por niños y solitarios no hacían sino reflejar detalles similares a los sucedidos por la ruptura de su familia a raíz del divorcio de sus padres Arnold y Leah, que dejaron muy marcados a Steven y sus tres hermanas menores: Anne, Nancy y Sue. ¿Qué no sabemos de él los amantes de este oficio de sombras y luces llamado cine? ¿Qué podríamos descubrir aún de este realizador?
El nacimiento de Los Fabelman
Fue Tony Kushner, dramaturgo y compañero en la escritura de estos últimos tiempos, el que sugirió hace ya casi 20 años —y sabidas por boca del propio Spielberg— varios capítulos aislados de sus primeros años, Él alegaba que la historia de Steven Allan, antes de ser célebre, era algo que merecía la pena contar. Que desvelar algo más los secretos de la niñez y adolescencia de ese joven, hijo de devotos judíos, descendientes de emigrantes rusos, era una asignatura pendiente y a recuperar para los cinéfilos y audiencias en general.
Ese es el proyecto que, con estructura cinematográfica, tras su versión de West Side Story, presentan ahora Kushner y Spielberg en Los Fabelman (The Fabelmans, 2022). El director, trata nada menos que hacer con esta semi-autobiografía aún más notorias las ilusiones que inspiraron sus años de formación en el arte de filmar. Aquellas nacidas el día que siendo niño admiró en una sala junto a sus padres los fotogramas del choque de trenes de El mayor espectáculo del mundo (The Greatest Show on Earth, 1955, Cecil B. de Mille). Eso sí, con humildad y tras la máscara de esta familia de apellido cambiado.
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Una vez cogida la cámara de 8 mm., la adolescencia del doble de Spielberg, Sammy Fabelman (el joven intérprete Gabriel Labelle), sería mucho menos sencilla. Las frustraciones, profesionales y personales de sus progenitores le generarían más dramas y melancolía en su entorno familiar. Además de obligarle a elegir entre el camino al mundo científico que el oficio de su padre como ingeniero en computación le ofrecía o al artístico que su madre había abandonado como prometedora pianista, para ser un ama de casa que acompañó a su marido e hijos en sus hogares, haciendo una vida nómada y de adaptación continua de Ohio, a Nueva Jersey, Arizona para llegar finalmente a la soleada California.
Un homenaje para cineastas y para cualquiera que persiga sus sueños
Con este filme, en parte homenaje a sus padres ya desaparecidos y también en buena medida (y sin estridencias o subrayados innecesarios) al cine que le sorprendió y al que después haría, Spielberg y sus colaboradores habituales, Janusz Kaminski a la fotografía, Michael Kahn en el montaje, y como no, el inevitable John Williams (¡con más de 90 años!) a la partitura, construyen un relato en 35 mm. sobre cómo enfocar todo aquello que nos emociona de una sala oscura.
Cómo se hace y lo que cuesta dedicarte a algo que se inspira en parte en tu más íntimo acervo para multiplicar las sensaciones de quien lo observa. A decirte que aquello por lo que podrías sacrificar a tu familia y todo lo que amas para someterte a los caprichos de un mundo, mitad industria, mitad artesanía, es no solo un modo de vida sino tu forma natural de expresión y narración como hombre.

El espectador descubrirá este camino viendo las interpretaciones del fantástico reparto como sosías de los Spielberg, del joven LaBelle, pasando por Michelle Williams (como la madre, Mitzi), Paul Dano (el padre, Burt), Seth Rogen (como Bennie Loewy, el tío postizo) hasta el veterano Judd Hirsch (el auténtico tío y espíritu libre, Boris) o las jóvenes que encarnan a sus hermanas. Se emocionará con pasajes que le recordarán su propia juventud, brío y ganas de encajar, los primeros amores y decepciones… Spielberg y su familia, abiertos en canal, condensados en apenas dos horas y media y vistos casi al final frente a sus propios (y grandes) mitos, esperanzas, miedos e historias reales.
Así, algo que podría haber sido una biografía solo para los asiduos, pasa a tener el gusto de un retrato de lo emocionalmente inteligente e inequívocamente humano. El efecto de tomar como la realidad solo la sombra platónica del reflejo, aumentada en este caso por la luz de un proyector. Pero ¡qué reflejo tan encantador! Y qué cuento verdadero, tan rico, para inspirarlo. Este largometraje es parafraseando a uno de sus protagonistas «…un sueño que nunca olvidas». Que así sea, Steven Spielberg. Ojalá nos enseñes esos horizontes de grandeza por muchos años más.
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