En directo desde el 71 Festival de Cine de San Sebastián
Una mujer grita a pleno pulmón durante el parto. Desde Gritos y susurros (1972), de Ingmar Bergman, no había oído unos lamentos femeninos tan fuertes e insoportables. La comadrona María (Janet Novás) se encarga del arduo trabajo, con un par de ayudantes cerca. El director de fotografía, Rui Poças, capta la acción con todo lujo de detalles, con primeros planos y planos detalle extremos de diversas partes del cuerpo de las actrices. Nace un hermoso bebé. Paralelamente, María recoge marisco (percebes, mejillones y otros manjares marinos por los que es conocida la región española de Galicia) en las playas rocosas de la isla de Arousa.
Corre el año 1971 y la España fascista sigue bajo el mando de Franco. Siendo una de las zonas más pobres de la nación, hay pocas oportunidades para María. Sin embargo, parece contenta con su vida y sus ocupaciones. De vez en cuando, ayuda a mujeres jóvenes a interrumpir su embarazo. El oficio de abortista es mucho menos fascinante, pero María sigue igual de entregada a ayudar a sus clientas en momentos tan difíciles. El aborto era ilegal en aquella época (no se legalizó hasta catorce años después), y nuestras protagonistas utilizan métodos poco ortodoxos, como pociones caseras. María confiesa que una vez se practicó un aborto a sí misma con el gancho de una percha. Muy lejos de la España moderna, pero en un pasado no tan lejano.
Finalmente, algo sale terriblemente mal y tiene que huir del país. El problema es que no posee nada y no conoce a nadie en el extranjero. Le espera un duro viaje, que implica cruzar aguas peligrosas y esquivar guardias fascistas. Afortunadamente, María encuentra a algunas mujeres solidarias dispuestas a echar una mano a la misteriosa desconocida sin hacer muchas preguntas. La sororidad se impone. Algunas de estas ayudantes femeninas son ciudadanas muy marginadas, y es de suponer que su sentido de la complicidad exige empatía. El momento más impactante de la película utiliza la lactancia como indicador del racismo y la misoginia, una escena tan impactante que merece un visionado independiente.
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Hablada casi en su totalidad en gallego (una lengua parecida al portugués), O Corno lleva al espectador en un magnífico paseo por la dramática costa de la nación celta. Los planos del cuerpo femenino se contraponen a amplios planos del paisaje para ofrecer al espectador una instantánea de una mujer indómita que vive en un entorno indómito. Novás ofrece una interpretación visceral, incluso cuando las dotes dramáticas de los actores secundarios no están del todo a la altura de las suyas. Al guion también le falta vigor, con muchas líneas artificiosas.
En general, se trata de un drama cálido y pausado sobre los dolores físicos y psicológicos que sólo las mujeres tienen que soportar. Un bello homenaje a una tierra que recientemente se ha convertido en tema habitual del cine español (con películas como Vendrá el fuego, de Olivier Laxe, Elisa y Marcela, de Isabel Coixet, y As Bestas, de Rodrigo Sorogoyen, todas de los últimos cuatro años).

O Corno participó en la Sección Oficial del 71º Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Obtuvo el máximo galardón del certamen, la Concha de Oro. Es la primera vez en la historia que una española gana el festival, y también que una película hablada en gallego gana un gran festival internacional de cine. El gallego fue la primera lengua de mi padre, y a menudo se avergonzaba de hablarla, ya que era percibida como una lengua de campesinos. El Zinemaldia de Donostia merece un reconocimiento por ayudar a otra región de España a recuperar su identidad.
O Corno se estrenará en cines el 11 de octubre.
Esta publicación ha sido hecha en colaboración con la plataforma británica D Movies. Puedes leer la reseña en inglés pulsando aquí.

Dirección: Jaione Camborda
Año de estreno: 2023
Reparto: Janet Novás, Siobhan Fernandes, Carla Rivas, Daniela Hernán Marchán, María Lado
Calificación: ★★★★☆
Mensaje clave: Hay muchos tipos de dolor que sólo una mujer puede soportar.