¿De qué trata “Pequeña Mamá” (“Petite maman” (2021), en su título original)? Es una joya de orfebrería con guion y dirección de Céline Sciamma estrenada en salas de toda España a finales de octubre de 2021. Una película que nos ofrece una duración justa, de apenas 72 minutos, ni estirada ni recortada: dura lo que dura la historia que quiere contar. Lo que sigue continuación no es una crítica al uso de este largometraje, sino unas reflexiones con su metraje sobre la mesa.
Hay pensamientos que la riqueza del mensaje que aquí presenta Céline Sciamma, en forma y fondo, hace crecer en las almas de casi todos los que la hemos visto. Una película asombrosamente compleja en un envoltorio extremadamente simple. Un milagro, fenomenalmente creado por la directora y sus actrices, cuatro, y su único actor.
No es una revisión al uso porque no puedo desvelar casi nada acerca de la película, más allá de que trata de las relaciones entre madres e hijas, sin reventar mucha o casi toda la gracia de la historia. Gran parte del efecto que tiene se basa en no saber de antemano lo que ocurrirá. ¿De qué escribo, entonces? De algo que Devé tiene de forma habitual en su punto de mira, de la reflexión sobre lo que ocurre a nuestro alrededor, de cómo ocurren las cosas en nuestro entorno.
En este relato hay tres planos de reflexión: la trama, cómo sabes lo que sabes de una historia, y cómo puedes opinar o juzgar de las relaciones entre personas desde el exterior de esas relaciones. Del primer plano, la trama, no se puede hablar en este momento, porque destripa el film, y prefiero que todo el mundo la pueda ver con una mirada fresca.
Quedan los otros dos restantes como tema de esta conversación muda entre tú (lector) y yo (autor) que es este artículo. Porque, mientras lees, hablas, me interpelas, asientes y difieres, discutes y sonríes o frunces el ceño. Lamento no estar ahí para verlo, para corregir mis errores al escribir en función de tus reacciones, para reírme, silenciosamente o no, contigo.
Del segundo aspecto, he de haceros saber que siempre me ha asombrado del cine francés su capacidad de tomar las Tranches de vie, una expresión que recoge muy bien mucho del cine francés de las últimas décadas. Es el título de una película de François Leterrier de 1985, basada en un comic de Gerard Lauzier de 1978. Un relato, un retrato de un trozo de vida, en contraposición a una historia completa, desde el principio hasta el final.
En este contexto, destaca la intención de Sciamma en contar aquí una parte de una historia que empezó antes del inicio de la película y seguirá después. Se contrapone con la tradición de otras cinematografías, como la americana o la española, en las que el hilo narrativo de lo que te cuentan es lo principal de las vidas que retratan, lo fundamental, lo que todo lo explica. Intentan relatarte el inicio, el elemento detonante, la crisis y casi todo lo importante, de manera que después de que la palabra «Fin» cruce la pantalla, o peor, sin siquiera ponerla, ya sabes que el resto será decadencia o irrelevancia, pequeños momentos buenos y malos, marcados por lo que te han contado aquí. No hay nada más que saber que no sean detalles sin importancia.
Por supuesto, la vida no es así en absoluto, casi nunca. Por suerte, diría yo, ya que puedes construir un camino decente y confortable, abierto y agradable, aunque partes anteriores del recorrido vital sean más bonitas o más feas.
En suma, la vida es mucho más parecida al cine francés. En Petite Maman te cuentan dos vidas y media, la de la madre, la de la hija y la mitad de la de la abuela, pero también te asoman a la del padre. Te cuentan cosas relevantes de los cuatro personajes que salen, los ves, y, a la vez, te da la impresión de saber muy poco de ellos. Sabes lo justo, pero les entiendes, te gusten o no. Empatizas sobre todo con la hija, al fin y al cabo, es lo que Sciamma pretende.
Si lo piensas, todo lo que te presentan es a fragmentos, no lineales, a trozos del pasado y del presente. Al final, sabes muchos detalles y pocas cosas concretas, pero tienes una imagen muy completa de la madre y de la hija, y relatos muy parciales de la abuela y del padre. No te enseñan su relación con el resto del mundo, no hay escenas cotidianas fuera de casa, no hay otras personas.
Parece haber sido un máxima de la autora, y es probable que en sucesivas aproximaciones haya ido eliminando todas las demás caras del mundo de las cuatro personas protagonistas. El único personaje que es discutible si es protagonista o secundario es el padre, pero yo me inclino por incluirle en el cuarteto protagonista. Es necesario, no auxiliar, fundamental para la historia que se nos cuenta. Sobre todo, en que la última tarde, noche y mañana de esta casi fábula, las cosas ocurran como se muestran.
Sabes poco de todos ellos como fondo de sus personajes, pero te parecen gente cercana, vecinos, conocidos. Les entiendes, podrías ayudarles en el día a día, ser amable con ellos, apoyarles. Son gente real, con miedos, recelos y amores. Es una prueba del gran talento de Sciamma que toda esta información te llegue con brevedad y claridad, sin los manidos flashbacks, sin que haya en ningún momento narradores y explicadores de lo que pasa, o que sus voces vengan del pasado. Espero que este guion se estudie en las escuelas y talleres de escritura de cine modernas, que se popularice este medio de informar sin dejar de transmitir sentimientos y situaciones actuales.
El tercer aspecto del que prometí hablar es cómo puedes formarte una opinión, juzgar, hablar e incluso intervenir en las relaciones de terceras personas. Terceros, aunque sean cercanos a ti. Incluso aunque convivas con ellos, pero muchas horas y días transcurran en tu ausencia o en la suya. Lo poco que vemos, en realidad, y lo mucho que opinamos.
En la película, y justo por cómo nos van contando la historia, cómo lo que vemos y oímos explica el presente e informa sobre pasados y sentimientos anteriores, nuestra visión de las personas (los personajes, claro, pero en el momento de la suspensión de la credibilidad son personas, estamos en la historia allí, viéndolos en un completo falso directo).
Con lo poco que ves ¿cómo puedes actuar, opinar? ¿Cómo puede ser tan aparentemente sencillo considerarte culpable y cómplice de lo que ocurre? En estos días, estamos sobrecargados de responsabilidad por lo malo que pueda ocurrir y por una atenuación insensata del peso de las buenas influencias.
Hay una búsqueda implacable de causantes y encargados de todo lo malo, y mucha gente se culpabiliza por una mala conclusión, diciéndose que cualquier otro camino, cualquier cambio por su parte habría impedido el desenlace no deseado y malo. Y se lo echan a las espaldas. Estamos llenos de madres y padres que se sienten culpables, de gente que responsabiliza al profesor o profesora, al conductor del autobús, al bar o restaurante donde empezó todo lo que no quiero que haya pasado.
Esta culpabilidad implica que los supuestos responsables conocían la situación con tanta precisión como para tomar cartas en el asunto, con datos incompletos. Si ves una agresión y no intervienes para pararla eres un canalla, cierto. Pero ¿si ves solo indicios, o ni eso, situaciones que podrían devenir en algo malo, qué debes hacer? Si tu respuesta es «intervenir, por supuesto», ya puedes parar y disolver casi cualquier reunión cotidiana en una discoteca, todos los botellones y bastantes reuniones en casas de una, dos o más personas. Hala, todo en público y ante testigos, y bien claro.
¿Qué hacer con lo que se sabe? Pues ayudar con la interferencia mínima, que los débiles sepan que pueden contar contigo y pedirte ayuda, que quienes te rodean sepan que pueden acudir y no serán juzgados, al menos en este momento, nunca de forma superficial y terminante. Ayudar a que las cosas ocurran, o nunca vuelvan a ocurrir, como desean los participantes, y que aprendan lo que deben aprender, cultiven a sus círculos de amigos y de confianza con nuestra ayuda.
Petite Maman es una historia apasionante, planteada como «¿Qué habrías hecho tú, al ver parte de esta historia?» Tal y como ocurre, está a salvo de terceros, aunque llena de preguntas que te interpelan. ¿Y si fuera tu hija o tu madre? ¿Podrías reaccionar como ellos, o de una manera diferente, pero constructiva y leal? ¿Podrías apartar tus miedos y tu miedo a la propia responsabilidad, y respetar la historia?, ¿o intervendrías para cortarlo todo de raíz, aún a riesgo de que con eso no pase nada en ningún momento, el dolor se anestesie y por tanto no se cierren bien las emociones tan frágiles y sensibles que manejan?
Vayan todos a ver la película, disfruten de este diminuto pero mayúsculo trabajo artesano. Admiren a la realizadora Céline Sciamma y sus actrices, sobre todo a las dos niñas. Opinen lo que opinen, después, de lo que han leído hasta aquí. Pero, sobre todo, no se la pierdan y acudan a sus pantallas más cercanas antes de que salga de la cartelera de los cines de su ciudad.
Copyright Imágenes Petite Maman: Lilies Films / Mk2 Films / Avalon