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Premios Oscar 2019. El duelo: ¿Green Book vs. Blackkklansman?

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Imagen: David Lee


¿Cuáles son sus favoritos para la ceremonia de los Premios de la Academia? Esperamos desde Dévé sus comentarios al respecto.

Enfilamos la última recta de la temporada de cine producido el año pasado. Y como siempre llegan las clásicas estatuillas de la Academia de Hollywood que se entregarán en la ceremonia del día 24 de Febrero. La semana pasada se conocían los nominados a las diferentes categorías, con películas entre los independiente y lo muy comercial, quizás de forma mucho más compensada que en años anteriores.

Y con temas que van desde historias muy personales, con dos prodigios cinematográficos en blanco y negro ya comentados aquí como Cold War de Pawel Pawlikowski (este sólo como director) y Roma de Alfonso Cuarón, dos dramas musicales potentes  como A Star is Born de Bradley Cooper o Bohemian Rhapsody de Bryan Singer (director de la misma, al menos según los títulos de crédito), dos películas sobre el ejercicio y abuso en el ejercicio del poder con perspectiva histórica dotadas de una personalidad excéntrica como la inglesa La favorita (The Favourite) del griego Yorgos Lanthimos o la estadounidense El vicio del poder (Vice) de Adam McKay.

Pero si hay temas muy resonantes entre varias candidatas son los de la diferencia, segregación o discriminación racial, y la reivindicación de la superación de dichas barreras. Presente tanto en la ya cubierta Black Panther de Ryan Coogler, película del universo Marvel, como en la sentimental y estética El Blues de Beale Street (If Beale Street Could Talk) de Barry Jenkins.

Pero, sobre todo, en las que creo que son las únicas alternativas viables para arrebatar los premios grandes a la película de Cuarón: Green Book de Peter Farrelly y Blackkklansman (Infiltrado en el Ku Klux Klan). del enorme Spike Lee. Ambas merecen su espacio de análisis y también por qué no, de contraste, pues ofrecen versiones distintas, complementarias, pero no encontradas, de asuntos que aún sigue larvados no sólo en Norteamérica, sino en todo el mundo.

Confieso que acudí al cine hace pocos días a ver Green Book con ciertos prejuicios. Muchas de las críticas que había leído previas a su visionado se centraban en, o bien, calificarla de Paseando a Miss Daisy (Driving Miss Daisy, 1989, Bruce Beresford) a la inversa, o bien de ofrecer una visión de la segregación racial de los 50 y 60 en los Estados Unidos, complaciente y suave. Aparte, ciertas polémicas surgidas de las declaraciones o acciones pasadas de tanto su interprete principal, uno de sus guionistas como de su director, habían supuesto cierto menoscabo de su prestigio y posibilidades.

Sin embargo, cuando vi el nombre de Octavia Spencer como productora ejecutiva, me sentí llamado al cine; una impresión positiva que se se confirmó al terminar la proyección cuando durante los títulos de crédito, respiré bastante aliviado y alegre en la butaca. Estaba claro que había visto un título entretenido, bastante sólido y con méritos suficientes para el reconocimiento de alguno de los premios de la Academia, de momento con 5 nominaciones (película, guion original, actor protagonista, actor de reparto y montaje), pero quizá por razones menos evidentes de lo que podía parecer al principio.

Green Book es una historia real que recoge cómo se conocieron sus dos personajes, Tony Tony Lip Vallelonga (interpretado por el camaleón Viggo Mortensen) y Don Shirley (papel llevado a la pantalla por Mahershala Alí), y de la aventura compartida que probablemente definirá con posterioridad sus personalidades. Un relato para el que han tenido que pasar años difíciles para la financiación de su traslación a la gran pantalla, impulsada por la familia de uno de los protagonistas, con las evidentes eso sí, licencias de dulcificación de su puesta en escena.

El primero de ellos es un italoaméricano, entonces “puerta” y seguridad del famoso Club Copacabana y el segundo, un pianista clásico afroaméricano de renombre, residente en el Carnegie Hall neoyorquino, que deben emprender un viaje juntos. Una gira en la que el primero será el chofer y guardaespaldas del segundo, mientras éste ofrece conciertos y recitales privados con una banda en formato trío, en una ruta que les conduce desde la cosmopolita gran manzana hasta el sur profundo y racista de los estados confederados.

Cómo no, las distintas personalidades y orígenes de ambos van a chocar, pues la dureza, campechanía y picardía de Tony son totalmente opuestas al refinamiento, elegancia, y hasta cierta frialdad y distanciamiento de Don, donde la confianza inicial de uno en el otro es mutuamente muy pequeña, quizá porque no haya atisbo de que esta relación pueda sobrevivir después de una larga convivencia forzada en un ambiente que cada vez, cuanto más al sur estén, más hostil les será a los dos, pero sobre todo al músico, por su color de piel.

La incógnita principal será durante este trayecto; sin embargo ¿qué mueve a estos dos hombres a emprender este duro camino juntos? Si bien la respuesta es evidente en el caso del primero, pues busca el cuidado de su familia para cubrir sus necesidades económicas, pese a la separación en tiempo, meses, que el viaje entraña para él, nunca llega a estar clara de forma completa (casi hasta el final) para el segundo. Y la resolución progresiva, dura y a la vez entrañable de ese misterio, más la suave adaptación de sus dos caracteres serán los dos hilos conductores de un relato que a la vez tejerá una amistad duradera hasta el final de sus días.

Es la película de Farrelly, un film melodramático con toques de humor, un tanto a la antigua usanza, clásico, pero que resulta emotivo y sale con buenos propósitos y resultados a la defensa de valores como la tolerancia, la convivencia o la superación de nuestras propias barreras (buena muestra son la evolución de las cartas de Tony a su mujer Dolores según avanza el tiempo o la ruptura de la aversión inicial a la comida rápida sureña de Don…), incluso más allá de las sociales, las primordiales, las que nos unen íntimamente a quienes somos no solo para los demás, sino para nosotros mismos.

Y tiene dos grandes fortalezas. La primera, un guion original sensible y sentido, escrito por el propio Peter Farrelly (quien diría después de esto qué es el mismo autor de los libretos de Algo pasa con Mary o Dos tontos muy tontos), junto con Brian Hayes Currie y Nick Vallelonga (hijo de Tony), dos nombres que hasta ahora se habían movido en la serie B americana, pero que trasladan esta historia personal y familiar con emoción y convicción verdaderas.

Pero, sobre todo, están las actuaciones e interacciones naturales llenas de química y memorables de un Viggo Mortensen entrado en kilos llenos de humanidad real y traviesa, con un Mahershala Ali enorme, incluso por encima del gran nivel del argentino-danés, y que no es en absoluto secundario sino que está a su mismo nivel en protagonismo, y cuyo viaje es no sólo geográfico sino personalmente catártico, pues él representa hasta límites insospechados al diferente, en riesgo, por su origen y elecciones vitales, de vivir aislado, estigmatizado, solitario para siempre.

Es un personaje su Don Shirley, que conmueve y arrastra precisamente porque podría ser el espejo de muchas otras personas, y que elige no permanecer callado o pasivo, sino luchar en su terreno, el de su talento musical, por el reconocimiento y la igualdad en muchas cuestiones. Le recomiendo que al respecto de la película lea las opiniones del ex-baloncestista Kareem-Abdul Jabbar, acertadas en cuanto al consenso y aceptación que debería hallar como recepción en estos tiempos esta película y que aún, por desgracia, no ha encontrado.

También le aconsejo que lea las historias de las sorprendentes biografías de Tony Lip y Don Shirley, y verá cómo sus vidas en efecto volvieron a nacer en cierta forma de este encuentro. El único lastre de Green Book para no ser una película perfecta, es una realización en su dirección, que aunque efectiva y al servicio de la historia, resulta plana sin la presencia de sus actores e hilo dialogado, a los que a los dos principales hay que añadir de forma obligatoria en la reseña a Linda Cardellini, actriz fantástica de carrera totalmente subvalorada y que con muy poco papel y presencia en la trama, resuelve de forma magnífica a Dolores, que es en cierta forma el detonante del cambio que también sufre Tony.

Sin embargo, si hablamos de activismo político acerca de la segregación racial, o de potencia cinematográfica, es imposible pasar por alto a Blackkklansman. Y es este otro relato basado en la realidad, que también se mueve entre la comedia y el drama, pero que tiene además más corrosividad y quilates de oro fílmico en su interior que el anterior. Otra altura de cine, en la que quizás resulta la obra más relevante y ajustada, y sin duda popular, como director de Spike Lee en dos décadas, con la que aparte del reconocimiento de críticos y público, por fin obtiene el sobradamente merecido por una obra concreta que le debía la academia desde hace años, pese a la concesión de uno honorario ya en 2016.

El autor de las imprescindibles Haz lo que debas (Do the Right Thing, (1989)), Malcolm X (1992) o La última noche (The 25th Hour, (2002)), vuelve al fuego irónico y combativo de sus inicios con una película de encargo de Jordan Peele (Get out) y Jason Blum como productores, con un guion estupendo escrito a ocho manos por Kevin Wilmott (que colaboró con Lee en Chi-raq (2016)), David Rabinowitz y Charlie Wachtel (venidos los dos del mundo del corto), además del propio Spike, sobre la historia verídica de Ron Stallworth (al que intrepreta John David Washington, hijo de Denzel), policía afroamericano de Colorado Springs, que en los años 70 consigue hacerse pasar por teléfono (maravilloso el cambio de dicción y acentos que realiza, véalo en versión original) por un racista supremacista blanco de forma que la policía consiga infiltrarse e intentar detener las actividades del Ku Klux Klan local.

Cuando el mismo Stallworth debe tomar apariencia física, sin embargo, el agente encargado de hacerse pasar por él, será sin un compañero policía blanco y judío, Flip Zimmerman (divertido y ajustadísmo también Adam Driver, sobre todo cuando tiene que hacer de el otro Ron), siendo responsables ambos de mantener con armonía y coherencia, el artificio necesario de ser la misma persona, algo imprescindible para sus fines, pero muy peligroso para sus vidas personales.

Y mientras la acción policial se establece, contemplamos la historia de los movimientos de los derechos cíviles, o de brazos casi político-paramilitares en la lucha racial por el lado afroamericano como los panteras negras, lo que también transcurre sin fisuras, de modo natural, tan infiltrado en la vida de los protagonistas, como lo estará en la historia del país de las barras y estrellas. Washington y Driver están ayudados por Laura Harrier, como Patrice, una orgullosa activista negra, objeto de los afectos (al final mutuos) de Ron, y de un serio, por tenebroso, real, normal y poco caricaturesco, Topher Grace, como David Duke, líder nacional como gran maestre del Ku Klux Klan, con el que Ron consigue hablar, y al que también consigue convencerle del engaño urdido.

La tensión entre el activismo político más o menos violento y el pacífico, la toma de posiciones y la concienciación, la importancia de la fe y creencias en el sostén de nuestras convicciones y vida personal, y más que nada, el conflicto interno entre prestar la ayuda y colaboración al servicio civil en el seno de una sociedad que te margina como ciudadano por puro sentido del honor y la justicia, están en el corazón de esta historia graciosa y llena de gracia, y repleta también de momentos a recordar, como la presentación en la universidad de los movimientos civiles, la preparación y ejecución de una acción explosiva por el Klan o la celebración de la reunión de un grupo encapuchado en una iglesia o en una sala de cenas.

Me gustaría destacar, sin embargo, un pasaje muy singular sin los protagonistas, por claro y expositivo, que es la demostración de que la calidad cinematográfica indiscutible de una obra fundacional del cine americano como El Nacimiento de una nación (The Birth of a Nation, D.W. Griffith (1915)) está también profundamente socavada y herida por el odio y el racismo, mientras se intercalan sus imágenes en paralelo con la terrible historia concreta de la muerte de un menor negro que un anciano Harry Belafonte nos cuenta mientras las vemos. Un ejercicio demoledor en efectividad, verdad y montaje quizá como no se había visto en años en las pantallas de cine, y que muestra como el eléctrico Lee vuelve por sus fueros en una realización a toda máquina.

Y además se reserva una última sorpresa, un tanto discutida por algunos que señalan su obviedad (no es mi caso), que nos traslada justo en su final al ahora, y que nos enseña la vigencia de lo visto, y la profunda necesidad de no olvidar que la lucha por continuar la obtención de los merecidos respetos en común e igualdad entre razas, debe permanecer muy presente en la memoria y con actos, con actitudes concretas.

Son las 6 nominaciones recibidas por el film, justísimas, entre ellas las de mejor película, director (Lee), guion adaptado, actor secundario (Driver), montaje y sonido. Son especialmente notables las dos últimas, pues reconocen por primera vez también a dos colaboradores históricos de Lee, como son Barry Alexander Brown, su montador habitual desde Haz lo que debas, que aquí hace su mejor trabajo, y la de Terence Blanchard, su músico de cabecera, excepcional trompetista de jazz, que ya en La última noche, había logrado otra aportación inolvidable.

Resultaría paradójico que este año Green Book y Blackkklansman se repartiesen el premio de película y director, pero por qué no: casi sería un necesario oxímoron. Pues representan al final dos caras integradas de la misma moneda. La que busca con diferentes alternativas y suertes un mundo lleno de más hombres libres e iguales en derechos. Todo eso, si no gana en ambas categorías Roma, claro está, una película de mensaje de amor universal y cine puro vívido.

¿Cuáles son sus favoritos para la ceremonia? Esperamos desde Dévé sus comentarios al respecto debajo de este artículo. Desde aquí les dejo los míos para las categorías principales, así como algunas preferencias personales, alternativas y las ausencias notables.

Mejor Película: Favorita: La genial Roma, de Alfonso Cuarón. Las alternativas: Green Book o Blackkklansman, pero ojo con La Favorita. Las ausencias: Cold War y El reverendo (First Reformed).

Mejor Director: Favorito: Sin duda, Alfonso Cuaron por Roma. La alternativa: Spike Lee por Blackkklansman. El ausente: Paul Schrader por El reverendo.

Mejor Actor protagonista: Favoritos: Christian Bale por su Dick Cheney El vicio del poder o Rami Malek como Freddie Mercury por Bohemian Rhapsody, ambos magníficos y empatadísimos. El ausente: Ethan Hawke por El reverendo, el papel de su vida

Mejor Actriz protagonista: Favorita: Glenn Close por La buena esposa (The Wife), aunque sería en realidad un premio encubierto a toda su carrera y 6 (ahora 7, con esta) nominaciones sin acierto. La alternativa: Olivia Colman por La favorita, sin duda la mejor actuación femenina del año. La ausente: Nicole Kidman por Destroyer.

Mejor Actor de reparto: Favorito: Mahershala Alí por Green Book, sin alternativa posible.

Mejor Actriz de reparto: Favorita: Regina King por El Blues de Beale Street. Las alternativas: Amy Adams por El vicio del poder o Rachel Weisz por La favorita. La ausente: Claire Foy por First Man.

Mejor Guión Original: Favorito: El reverendo de Paul Schrader. Alternativa: Green Book, de Peter Farrelly, Brian Hayes Currie y Nick Vallelonga.

Mejor Guión adaptado: Favorito: Blackkklansman de Spike Lee, Kevin Wilmott , David Rabinowitz y Charlie Wachtel. Alternativa: El Blues de Beale Street de Barry Jenkins.

Mejor Película de Habla no Inglesa: Favorita: Roma (México). Alternativas: Cold War (Polonia),  o Un asunto de familia (Shoplifters) de Hirokazu Kore-Eda)) (Japón)

Mejor Fotografía: Favorita: El excepcional trabajo de Lukasz Zal por Cold War. Alternativas: Robbie Ryan por sus objetivos grandes angulares y ojos de pez que dan plena personalidad a La favorita o el hiperrealismo de Alfonso Cuaron en Roma

Mejor Montaje: Favorito: El magnífico montaje de John Ottman en Bohemian Rhapsody. Su trabajo en los 15 minutos finales de la recreación (total) del concierto del Live Aid y la actuación de Malek justifican ellos solos la película. Alternativa: Hank Corwin por El vicio del poder

Mejor Música: Favorito: Terence Blanchard por Blackkklansman. Alternativas: Alexandre Desplat por Isla de Perros (Isle of Dogs) o Nicholas Britell por El Blues de Beale Street

Mejor Película de Animación: Favorita indiscutible: Spiderman: un nuevo universo (Spiderman: Into the Spiderverse). Sin alternativas, no le contaré nada, sólo que es una maravilla de película (y es de verdad, la primera que me traslada la sensación de un cómic en pantalla). Vaya a verla. Ya.

Me dejo en el tintero los documentales, cortos, un montón de premios técnicos (maquillaje, diseño de producción, vestuario, sonidos y efectos) que creo que se repartirán en su mayoría entre Black Panther y Roma, sin olvidar la canción, casi seguro Shallow de A Star is Born. Suerte para todas las que compiten, pero sobre todo a Madre de Rodrigo Sorogoyen (el autor de El Reino), nominado al mejor cortometraje, y la única representación española en estos premios este año. Ahora es su turno para opinar.


Imágenes: las de Green Book son propiedad de Universal y Dreamworks. Las de Blackkklansman pertenecen a Universal, Focus Features y Legendary.
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Cinéfilo y crítico a tiempo parcial, además de ingeniero de caminos. Trabajador del ferrocarril y del celuloide, busco tender puentes con otros campos y profesiones, así como recorrer caminos culturales y de ocio. Mi lema es que siempre hay nuevas formas y tiempo para aprender, pero también para enseñar. El cine es una de ellas, proporcionando además una vida libre. Sigo creyendo que John Ford es el mejor director de cine de la historia.

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