La primera película de Marvel con un superhéroe asiático combina lo fascinante de la esencia de Marvel con una mirada más profunda en lo cultural.
Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos ha hecho lo que en su tiempo hizo Black Panther: posar la luz sobre un actor en la sombra durante generaciones. Shang-Chi es una perspectiva incisiva sobre el legado, el duelo y la identidad. Con ella, Marvel ha logrado canalizar su creatividad en consonancia con la diversidad de la diáspora china y abrazar a un colectivo más que se sentía racialmente discriminado en la gran pantalla. Por tanto, Shang-Chi es un paso adelante en el logro de representación en el mosaico racial no solo de Estados Unidos, sino también del mundo.
Vemos al protagonista asiático 50 años después de su primera aparición en los cómics, justo entre la ola de violencia contra los asiáticos producida el año pasado #StopAsianHate . De modo que presenciar la gallardía de Samu Liu en la pantalla es un soplo de aire fresco para las audiencias asiáticas. Por otro lado, la película nos trae un súperhéroe en una misión de autoredención para evitar que Wen-Wu abuse del poder de los diez anillos. El componente atractivo de esta película es lo que mueve a Shang-Chi y a Wen-Wu: la relación turbulenta, traumática, causada por una pérdida mutua.
Destacables son también los personajes femeninos, prueba de que, como en Black panther, Marvel ha explorado la complejidad del feminismo chino: Katy, Xialing, Li y Nan, (representadas por Awkwafina, Zhang Meng’er, Fala Chen y Michelle Yeoh) son familia, amigas, mentoras y compañeras de lucha de Shang-Chi. Todas heroínas por su cuenta. ¿Estamos asistiendo a un fenómeno de redención por parte de Marvel que está creando un referente para más industrias? Seguramente. Lo que sí es verdad es que vamos a disfrutar mucho con este nuevo Vengador.
Imagen: Marvel