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Valentina Maurel: «Un divorcio es más que una pequeña tragedia»

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Cuando hicimos esta entrevista, Valentina Maurel (Costa Rica, San José, 1988) promocionaba su película recién pasada en la sección Horizontes Latinos del Festival de San Sebastián. Estaba contenta por haber conseguido la distribución de su primer largometraje en España, que será estrenado en salas en febrero de 2023. No sospechaba que tres días después recibiría merecidamente el premio Horizontes que reconoce a la mejor película latinoamericana, reivindicando más financiación para el cine hecho en su país.

No faltaban buenos augurios, pues ella misma y sus dos actores principales, Reinaldo Amien Gutiérrez y la jovencísima Daniela Marín Navarro, habían recibido galardones semanas antes en el Festival de Locarno, por su realización y sus interpretaciones. Valentina, acompañada de Daniela para la ocasión, nos hablan de la familia, del deseo y del cine como un arte que para ellas se parece a la poesía.

Valentina, ¿qué te impulsa a contar esta historia en tu primer largometraje? Tus cortos estaban centrados en los personajes femeninos con las relaciones paternofiliales en algún caso. 

Valentina: Simplemente tenía el deseo de desarrollar más personajes y hablar de cómo la violencia también circula en el seno de una familia. Realmente, sentía que el universo paterno no podía existir sin enseñar el universo materno, como en el caso de esta película que habla de un divorcio. 

De la pequeña tragedia ordinaria que es en superficie, pero que también es algo abismal, un cambio en la vida, un cataclismo. Por eso quería que fuera en el seno de una familia. En esta familia hay una mamá, una hermana mayor, una hermana menor… hasta el gato sufre las consecuencias del divorcio.

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Valentina Maurel | Festival de cine de San Sebastián

Desde la escena inicial y cómo reaccionan todos los personajes, Eva (el personaje de Daniela) ofrece el punto de vista de la familia cuando sale el padre del coche, golpea la puerta, etc. Y a partir de ahí nos muestras la organización de la madre contra el desorden, el caos y también la creatividad poética del padre.

Valentina: Se puede resumir así, pero yo quería hablar de una clase media artística. No quería caer en el cliché de el papá irresponsable, la mamá responsable (ella también tiene una vena artística). Sí de lo vertiginoso que es vivir en una familia que es un poco libre, de una generación que quiso romper con ciertos esquemas de autoridad, pero en la que se generan otras relaciones de poder, otras relaciones de tensión complejas. 

También quería tratar la poesía porque tiene esa dimensión vertiginosa: con ella se puede hablar sin convenciones de temas muy profundos. Esa era la apuesta de esta película: hablar de un tema banal sin juzgar, teniendo personajes complejos y escribiendo con el mismo vértigo con el que uno crea la poesía, dejándose guiar por la intuición, por el deseo.

Daniela, ¿sentías ese ritmo que precisamente imprime la poesía, que también imprime el montaje de la película después, en tu manera de actuar, en tu manera de hacer? Porque a veces es como muy seco, muy rítmico, como muy de percusión. ¿Qué sensaciones tenías a la hora de trabajar?

Daniela: En realidad, fue variando según la escena que estábamos haciendo, pero siempre se intentó mantener el ritmo que todos sabíamos que tenía la película, que tanto se había hablado y tanto habíamos practicado. No en el sentido de que ensayaremos las escenas como tal, sino de que construimos el personaje desde adentro, viendo cómo reaccionaría ante diferentes escenarios, que eso es algo muy importante. 

El ritmo se basó mucho en la parte física, del sentir, del estar: «Ok, mi personaje reaccionaría de esta forma». Era como estar completamente inmerso en la película. 

Fotograma de ‘Tengo sueños eléctricos’

Durante estos ensayos, ¿se veían esos lazos, esa emoción entre Reinaldo (que interpreta a Martín, el padre de Eva en el film) y tú? ¿Hubo química desde el principio?

Daniela: Un poco de todo. Nos conectamos muy bien desde el principio. Como personas en la vida real teníamos muchas cosas en común. Reinaldo es una persona muy fácil de querer porque es muy sincero. Al ser actor yo también lo admiraba. Creo que fue una cuestión de conexión y también de trabajo duro y poder llevar esta conexión a algo real.

Valentina: Daniela es un poco percusionista. Entonces enseñó a Reinaldo clases de batería y ese fue el primer terreno de comunicación que tuvieron, que funcionó muy bien, porque la actuación es ritmo en realidad. Yo creo que ellos encontraron su ritmo en conjunto gracias a la percusión.

Más sobre las relaciones en pantalla.

En tu caso, Daniela, ¿crees que tu personaje, Eva, espera a que le pase algo, aparte de ese padre que conmueve su mundo?

Daniela: A mí lo que me gustó, más allá del planteamiento inicial de la película, es que ella más que esperando, está experimentando muchas cosas. No sabe muy bien qué va a seguir a continuación de lo que le ocurre. Es el caso de la escena final, ella tira una caja por la ventana y no espera las acciones de su padre. La de ellos es una relación compleja en la que es difícil poner el amor en primer lugar y después todo el resto. Pero a la vez, sin un amor tan fuerte no tendría sentido el hecho de por qué ella sigue ahí. Es su padre, lo ama a pesar de la violencia y los problemas familiares.

Valentina: Si Daniela está esperando algo, es un lugar donde vivir con él.

Daniela: Lo que están es perdidos los dos, sin un lugar donde vivir juntos. Pero a partir de ese momento de la caja, la relación cambia.

Valentina: Ellos están en un «no lugar» como en Paul est là (su primer corto). Perdidos en la ciudad, están coexistiendo en esa adversidad concreta de la ausencia de apartamento, de hogar. Es el lugar que buscan y en el que no están.

Valentina, a la hora de elaborar tus películas, se nota que les das un cierto tratamiento elíptico, usando mucho el fuera de campo, como un tiempo para que el espectador repose lo que ha visto.

Valentina: Escribo las escenas y después pongo una después de la otra, a ver qué sucede. Nunca tengo una visión muy global de la estructura. Ese tratamiento elíptico funciona, porque me gusta apreciar el ritmo interno de las escenas, cómo van a dialogar con las que siguen después. A veces, aparece algo fragmentado, sin continuidad lineal. Responde a mi proceso de escritura que es intuitivo, no una cosa teórica. 

Pese a que durante mucho tiempo a mí me daba mucha vergüenza no tener una fuerte teoría de cine que pudiera aplicar a lo que yo hago, que todo fuera tan nebuloso a la hora de hacerlo funcionar, la intuición es igual de legítima o importante. Ahora, creo que así es como veo el arte del cine. Se asemeja a la poesía. No la escribo, pero conozco a otras personas que lo hacen y sus procesos creativos se parecen al mío.

Daniela: En el set, tuvimos la posibilidad de experimentar bastante en las escenas. Grabamos muchas cosas primero como en el guion y luego de nuevo, improvisando casi todo. Hasta Locarno no habíamos visto la película y no sabíamos cómo iba a quedar, qué escenas había elegido al final. Verlo, vernos en pantalla, fue una experiencia surrealista.

Valentina, acabemos con algo sobre tu nuevo proyecto que ya tiene nombre: «Siempre soy tu animal materno», inspirado en un verso de tu madre, qué sugiere…

Valentina: No sé qué aún, pero algo sugiere (risas). Me gusta empezar con un deseo que no está muy claro. Un título es como un norte. Quizá lo cambie, quizás no signifique nada. Siento que resume bien lo que quiero abordar en el próximo largometraje, porque por cuestiones de concisión y estructura había escrito mucho sobre el personaje principal y tuve que quitarle mucho texto. Le tengo mucho cariño.

La maternidad no es una cosa heroica, sino de entrañas, es biológico, está ahí y tiene su parte de condena, que nos pone en relación como seres humanos. Es igual de bizarra y disfuncional que las otras relaciones que vemos en esta película.

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Cinéfilo y crítico a tiempo parcial, además de ingeniero de caminos. Trabajador del ferrocarril y del celuloide, busco tender puentes con otros campos y profesiones, así como recorrer caminos culturales y de ocio. Mi lema es que siempre hay nuevas formas y tiempo para aprender, pero también para enseñar. El cine es una de ellas, proporcionando además una vida libre. Sigo creyendo que John Ford es el mejor director de cine de la historia.

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