Inicio Estilo de Vida Julia Holter “Aviary Tour“ (Petit Bain (París) – 05/12/2018)

Julia Holter “Aviary Tour“ (Petit Bain (París) – 05/12/2018)

Al comenzar a comentar algo sobre la música de la californiana Julia Holter (1984, EEUU), me siento como intentando atrapar todo el aire de la atmósfera con ambas manos. Resulta muy difícil conseguir abarcar su mundo de fascinación musical, subyugante, tan denso y rico en influencias y estilos. El show que realizó en Le Petit Bain el último diciembre, con motivo de la presentación de su último disco Aviary (Domino Records, 2018) tuvo además algo de místico. De extraña y nada reposada comunión entre la compositora y cantante, y su público.

Sentirse fuera de lugar. Transportado. Entre una oscuridad calma y extática. Llevado por las notas y los suaves fraseos. Sumido en un vaivén. Elevado y hundido. Ingrávido, entre un cielo acuático…

Todas esas cosas pasaban por mi cabeza, mientras mis pasos me llevaban por Bercy, en la noche tras abandonar el barco de Petit Bain… Mis pies sobre el pavés del port de la Gare y el Allée Arthur Rimbaud hacia la Quai de la Gare resonaban en contraste en un tamborileo, seco y duro. Como si una estrella negra me acompañara por el canal del Sena, como una guardiana reposada y ensimismada.

Sólo empecé a despertar un poco a pesar del frío reinante cuando el metro parisino me dejó media hora más tarde en mi parada habitual, y ya era en torno a la medianoche. Quién, quién puede entre la delicadeza del sentir musical reposar tales pensamientos, como impregnando las conciencias de sus oyentes… , era una pregunta constante. Lo cierto es que eso solo está en las manos de pocos artistas de hoy.

Pero ahora no me cabe duda que Julia Holter es uno de ellos. Y quizá venir a la Ciudad de la Luz, aunque sea en invierno le inspire a la hora de tejer un tapiz de implicación tan fuerte entre ella y su audiencia. Repasar su carrera, nacida de sus estudios en el Instituto de Artes Musicales de California, nos podría poner algo más en el contexto de establecer las coordenadas en las que se mueve.

Hay que recordar que un álbum tan experimental e intricado como su début en grabación, Tragedy(Leaving/Night School/Domino Records, 2011), que estaba hilado entre citas a Eurípides, con tonos de drones y la culta música concreta, dio paso casi de inmediato a su segundo largo Ekstasis(RVNG/Domino Records, 2012). Allí, retomaba el ambient y los sintetizadores como leit motif, y añadía la teatralidad del art pop, el pop barroco y unas gotas de dream pop, con referencias literarias de Virginia Woolf o Frank O’Hara en sus letras, contando con algunas joyas en composiciones como “Marienbad” o “Boy In The Moon” donde se notaba que se había inspirado en maestras de lo minimalista y preciso pero sublime como Laurie Anderson o Kate Bush (quizás la última, su mejor medida de comparación).

Su paso de confianza estaría sin embargo, en el año siguiente, cuando decide lanzar Loud City Song (Domino Records, 2013), una colección de canciones en una reinterpretación “sui generis” del musical (precisamente de ambiente parisino y nacido de la novela de la escritora Colette) Gigi, donde a la mezcla anterior se añaden tonos de vientos amenzadores, trompetas y trombones, con arrebatadoras secciones de piano y cuerdas orquestadas, o potentes elementos rítmicos, enriquecen la mezcla en un paisaje cinemático entre la etereidad del jazz y la contundencia de la música de cámara, y en la que aparecían piezas como “Horns Surrounding Me” o “In the Green Wild” que imaginamos podrían hacer las delicias  de muchos connoisseurs puestas en conjunción con las obras audiovisuales de directores como Ridley Scott o David Lynch.

Y por último, Julia se lanzaba dos años más tarde, con su disco más abierto al público en general, “Have You in My Wilderness(Domino Records, 2015), suntuoso y exhuberante, donde el toque de free jazz añadido al pop a la manera de los últimos dos discos de Talk Talk, aporta junto otro toque más de seducción junto a la introducción orgánica de chelos, violines, saxo y teclados, cubriendo con una muy atractiva patina su producción, que está realizada por la propia artista, que ya estaba ayudada esde el anterior disco, y nuevamente en esta ocasión por Cole Marsden Greiff Neill. Y surgían de él canciones excepcionales, melancólicas, pastorales y melódicas como “Feel You”, “Silhouette”, “Sea Calls Me Home” o “Betsy on the Roof”, fijas ahora en el repertorio en directo de Holter.

La sorpresa que nos reserva “Aviary”, es que, en lugar de abrirse aún más, Julia Holter, vuelve a pensar en otra escala distinta, aportando a su ya rico lenguaje musical, tonos de polifonía del medievo y una mayor introducción de la música clásica actual, sobre todo en las cuerdas, entrando violas y contrabajos, así como una parte experimental en las percusiones y vientos, incluyendo gaitas o sintetizadores analógicos. Y pese a lo bizarro la mezcla funciona. Claro que funciona.

Que la americana se vaya de gira con su propia de banda de estudio, refuerza la apuesta por este repertorio, que la propia artista quería que recordase a una de sus inspiraciones, la banda sonora de “Blade Runner” de Vangelis, poniendo así un pie en el pasado y otro en el presente. Y es así, es como se presenta junto con Corey Fogel (percusión), Devin Hoff (bajos), Dina Maccabee (violín, viola y coros), Sarah Belle Reid (trompeta, arpa y trombón), Andrew Tholl (violín) y Tashi Wada (sintetizadores y gaitas), aparte de las propias aportaciones de Holter (teclados y voz), con esas piruetas vocales que solo su voz angélica, a la vez decidida y delicada como un hierro enfundado en seda, puede ahora alcanzar.

Le Petit Bain, esa sala situada en un barco en el curso del Sena, era esta vez el escenario perfecto para los movimientos de Julia y sus colaboradores, algo que ya había probado algo antes el telonero, el mallorquín afincado en Bruselas, Marc Julià. Su set centrado en la música de su sintetizador Prophet 08 “Music for the Prophet”, cuyas dulces digitalizadas atmosferas de arrullos electrónicos, debió ya remover las aguas del curso, porque el barco, bien por la estela de las naves que aún pasaban, o bien por la cadencia de los presentes, comenzó ya a balancearse suavemente.

Ese vaivén, se aceleró, al plantarse Holter y tomar la escena, donde las luces, dos columnas de sondos colgadas de las paredes del barco, y la bola de espejos, crearon un hipnótico conjunto en marcha, al iniciar en solitario al piano y voz sin casi efectos, las primeras notas de “In Garden’s Muteness” como bucólica introducción de oscura y teatral salida. Poco a poco tras terminar, su multitudinaria banda se presentaba cogiendo forma, y metiendo ya como segunda pieza “I Shall Love 1”, con la rotundidad de sus percusiones, agudos coros y suficiencia de sus vientos medievales, solo aliviados por su parte central de teclados.

Algo se puso internamente en desequilibrio de los presentes, al comenzar la rítmica pulsante de “Whether”, con un horizonte entre unas trompetas que marcan el tránsito hacia la música del próximo siglo, hasta su “outro” vocal espiritual y casi desnudo. “Silhouette”, sin embargo, marcó un paso de calma, devolviendo a la Julia de las melodías jazzísticas, que mecían como un suave viento fresco los espíritus del público, hasta su caos final entre cuerdas y teclados de clavicordio, que se encadenó con la suavidad serena de “Chaitius”, con su canto preludio cercano al gregoriano, y su recitado electrónico intermedio de voces dobladas, que dan paso a una pieza jazzística de ambiente nocturno cargado de amor misterioso.

“Feel You” apareció hacia la mitad del concierto, como trayendo a la oscuridad del interior del barco la luminosidad del sol californiano y mexicano, en la búsqueda de ese amor, perfumado y desafiante que su letra promete. Cegador, imponente y con un poso de melancolía, como la de vestir una gabardina en una mañana sin claros. Todo para regresar a la familiar noche con la electrónica, contundente y distorsionada “Underneath The Moon”, florida y cargada de ritmo y densidad, a la que siguió la sobria y triste “I Would Rather See”, una balada entre marinera y evocadora.

“Les Jeux To You”, sin embargo, volvía a los teclados juguetones, y las cuerdas acompañantes que acunan al oyente, hasta ese estribillo maníaco, casi recitado, y nuevo regreso a la calma, todo ello precisamente en ese registro cercano a Kate Bush, que en ella resulta tan atractivo. “Voce Simul” con su letra recitada en latín, con el fondo de suaves teclas, arpa, trompeta y contrabajo, tenues en ocasiones, como zumbidos, devolvía a la inquietud de un paisaje brumoso, y a veces futurista, hasta su etéreo final.

Los compases iniciales de “Sea Calls Home”, llamaban a la utilización de las armas en una lucidez costera por la independencia de las almas. Y justo entonces, prometo que, o bien por acción de los presentes, moviendo sus cuerpos, o del propio ambiente sonoro, o quizás por contribución del paso de barcos cercanos, le Petit Bain comenzó a batirse bastante en el solo de saxo de su última parte. Recuerdo una sensación de evidente falta de equilibrio, como un vértigo que me arrastraba. Y no debí ser el único, pues hubo un leve desmayo en una de las filas traseras del lugar dónde me encontraba. En cualquier caso, nadie debería dudar que en aquellos momentos la música de la californiana arrastraba hacia sensaciones estimulantes.

Y para terminar, las dos mejores canciones de “Aviary”. Primero, “Words I Heard” con sus arpegios de violines y cuerdas en general, y su piano majestuoso, que harían palidecer en maestría a varios maestros del barroco, y emocionarse a todos aquellos a quienes aún no gustan sino del pop tradicional, evocando ese sentimiento del amor puro que solo sale de las ciudades del hombre, y colofón, como no, con “I Shall Love 2”, entre burbujeantes y crujientes teclados y cajas de ritmo, sintetizadores y coros doblados de voces en reverb, que obnubilan, que llevan a sus oyentes hacia el reconocimiento y la obligación a plegarse ante la superioridad del amor magnífico, por encima de todas las cosas, un absoluto. Magia que presidió en el ambiente tras la última nota entre aplausos durante cinco minutos.

Entre la longitud del concierto, y quizá también por el desmayo, a pesar de que en la lista de temas original, (largo, cierto, pero nos faltaron incluso algunas delicatessen como “Colligere” o “Why Sad Song”) figuraba un bis, con la más que apropiada culminación con “Betsy On the Roof”, Julia y su banda, por desgracia, no volvieron a salir al escenario. Y a ese extasis sin reposo último, quizá se debiera que muchos de los presentes volvieran a casa, entre el mareo de cuerpo y espíritu, la post-excitación mística y la perplejidad ante la perfección escénica de una artista tan joven pero completa.

Les recomiendo que no dejen de acudir a ver a Julia Holter en directo en su nuevo paso por Europa en este 2019 a partir de finales de Marzo, y entre el final de la primavera y el inicio del verano. Para los españoles la oportunidad será en el Primavera Sound de Barcelona a inicios de Junio, y para los parisinos de nuevo en el Parc de la Vilette o en el Trabendo, algunas fechas más tarde. Como dicen por aquí, ella es una estrella “incontournable” (imperdible o inevitable) del hoy y el mañana sonoro.

Fotos: David Villalmanzo

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Ingeniero civil. Ahora trabajo sobre caminos de hierro, pero el resto del tiempo busco tender puentes con otros ámbitos y profesiones, además de transitar por sendas culturales y de ocio. Mi lema es que siempre hay nuevas formas y tiempo para aprender, y también para enseñar.

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