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La muerte puede ser una lectura muy entretenida

Aún no entiendo cómo puede haber personas a las que un buen libro no enganche, relaje, emocione… No hablo ni tan siquiera de una obra maestra o una novela, si no de leer una historia liviana que te despeje y te lleve a “un lugar muy muy lejano”, y es algo que todavía demasiadas personas no hacen.

Sucede mucho que el ritmo de vida no permite “beberte” un libro tanto como quisieras, pero es innegable que muchos ansían unas vacaciones para leer y desconectar, porque eso es lo que hace la lectura, evadirte durante unos instantes de lo que sucede a tu alrededor.

Y hay creaciones escritas justo para eso, para meterte en la historia y que no importe nada ni nadie a tu alrededor. Tan en alza en los últimos años, es lo que sucede un poco con la literatura japonesa; una vez consigues hacerte a ella la consideras exquisita.

Los Amigos es una obra de Kazumi Yumoto publicada por Nocturna. Creada en 95, su éxito resultó fulminante quedando plasmada en su traducción a más de 14 idiomas, recibiendo premios a nivel internacional y hasta grabándose una película con su historia como protagonista.

La adolescencia por todos es sabido que es una época complicada. Nos invaden las preguntas más trascendentales llegándonos a agobiar seriamente. Es lo que le sucede a tres chicos de 12 años, que sin antes haber estado en contacto con una pérdida como es la muerte de un abuelo, uno de ellos lo vive por primera vez, dejando impactado al resto del grupo.

Si esta transición personal, vulgarmente conocida como “la edad del pavo”, resulta desesperante, “las menos veces” da lugar a situaciones hilarantes como las que provocan estos jóvenes.

Estos quieren/necesitan vivir esa experiencia en primera persona. No les vale que le cuenten con todo lujo de detalles cómo es un cadáver, un velatorio, recibir el pésame…

Escuchan a uno de sus adultos decir que un vecino está en las últimas, por lo que deciden seguir cada (inexistente) paso que da e incluso espiarle, para estar presentes y formar parte del momento justo en el paso de la vida a la muerte.

Su afán de conocer más sobre esa persistente posibilidad que nos ronda todos los días, hace que la lectura se torne embaucadora, si bien no lo ha conseguido desde el principio, el paso de las páginas lo conseguirá progresivamente.

(Anotación personal: La cultura nipona es tan diferente que debo reconocer que cada vez que leo a un autor japonés tardo unos capítulos en cambiar el chip.)

El objetivo de los chicos da un giro inesperado cuando, de repente, comienza a cambiar la monotonía de sus días por una rutina mucho más activa, llevando al anciano protagonista a ser uno más entre ellos, haciendo que se convierta en una pandilla de lo más variopinta.

Gusta la naturalidad con la que se habla de la vida y la muerte, quizá tan a falta en nuestra cultura y que tanto debería inculcarse desde la infancia. Las conversaciones entre los actores principales resultan entretenidas, divertidas y entrañables, pero otras crueles y duras, como es la vida.

El rol que adopta el longevo amigo hace a los chicos plantearse muchas cosas, desde el amor hasta en qué/quién se quieren convertir. Esto no solo les beneficia a ellos, también al anciano que consigue ser uno más en este original grupo de amigos.

La relación entre “el viejo” y los amigos hace que la perspectiva de vida cambia para todos, mientras uno se vuelve cada más vital gracias a sus jóvenes amigos, los adolescentes maduran a pasos agigantados, replanteándose temas y actitudes adultas.

Con este libro, la siempre accesible de leer, Yumoto consigue enganchar al lector con una vida frenética. Esa figura que necesita un ratito de intimidad y asueto, que busca un asiento en el transporte público, entre su café y la tostada, o un lugar mucho más íntimo no tiene más que buscar un libro como este y dejarse llevar.

Sin duda, es una obra a la que se coge cariño. Muy recomendable para todos los que buscan un ratito para ellos mismos, sin más. Un ratito tan imprescindible para cualquiera.

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Extremeña de nacimiento y madrileña de adopción. Llego a Dévé para dar un enfoque práctico de los lugares con más carisma de la capital y hablar sobre diferentes asuntos que atañen al estilo de vida en su amplio significado (libros, música, arte...). Me encanta poder dedicarme a mi pasión y poder demostrar que el periodismo aún no está muerto.

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