«La comunicación en pareja es la clave», dicen en internet los consejeros de pareja. Si la comunicación lo fuera todo, seguro que el porcentaje de divorcios sería el 10%, y no el 50% actual.
Hay gente que cree que la comunicación es la clave de todo. Entonces invierte horas elaborando el mejor discurso, el más detallado y preciso para que su pareja les escuche. Sigue los tips de «en el buen momento», «estructurar», «centrarse en el comportamiento». Pero sin saber cómo, la conversación pierde el hilo, todo descarrila. Acaban discutiendo.
Y la cosa empeora. A veces uno se obsesiona tanto con la idea de «hacerse oír» que se ciega a la idea de dejar de lado su vendetta y elegir llevarse bien. Principalmente porque es una idea no intuitiva.
Resulta que la comunicación en sí no arregla nada. Es una herramienta, que cuando se usa mal, el resultado es malo (sorpresa, pasa lo mismo con el resto de herramientas). La comunicación puede ser cruel, vengativa o motivada por el egoísmo. Usar la comunicación como excusa para complacer tus impulsos es fácil, pero está mal.
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No por tener boca y comer sabemos de nutrición. No por saber hablar sabemos comunicar en pareja adecuadamente. La comunicación es un arte. Y por falta de maestría se puede caer en trampas que ponen en peligro lo más importante de la vida. Sé que a todos se nos dificulta; yo misma he caído en las tres trampas que entorpecen comunicación en pareja. La primera confunde, la segunda irrita y la tercera genera resentimientos.
Estos tres hábitos malsanos que corrompen la comunicación en pareja aplican a las relaciones familiares, labórale y afectivas. Si deseas que comunicar como un pro transforme tus relaciones, sigue leyendo:
Primera Trampa: asumir que cuanto más se habla, mejor se comunica
Resulta que a veces en realidad la intención no es hablar, sino desahogarse o expresar una frustración y sentirse validada. Vengo de asumir el «nunca se comunica de más» como una licencia para verterme emocionalmente sobre mi pareja. Pero he aprendido que la forma no hablada de interactuar con la pareja puede crear o disolver problemas que antes me desesperaba por abordar hablando sin más. A veces dejar espacio a la otra persona, permitirle vernos ejerciendo otro rol o estar en paz con el silencio puede ejercer una influencia más potente. Todavía estoy aprendiendo, pero mi moción es equilibrar el hablar, el silencio y lo que siento.
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Segunda trampa: callarse para lo bueno y (solo) hablar para lo malo
Los homenajes son a título póstumo. Cuando el trabajo está bien hecho, se toma como obvio, sin considerar necesaria una palabra de aprecio. Ahí radica un problema: parejas sin darse cuenta solo emiten el aviso «tenemos que hablar» cuando se trata de señalar algo malo que ha hecho la otra persona. Entonces se genera el círculo vicioso de solo hablar cuando se está frustrada.
No todos hemos crecido escuchando «buen trabajo», «estoy orgulloso de ti» o «me has facilitado la vida». Pero si algo tiene esta revista es que pone en tu mano información que quizá no dieron los padres o sistemas educativos. No por ello ahora voy a decir «¡Bravo, buen trabajo por sacar la basura!» dando palmas como una foca, pero sí empujaré la resistencia a las palabras de aprecio y los momentos de homenaje a la pareja en vida. Eso también ayuda a que la pareja nos conozca.
Tercera trampa: «me tiene que aceptar tal y como soy»
Hasta cierto punto el amor es incondicional. Pero estarás de acuerdo conmigo en que si en la fase de noviazgo mi chico es atlético, trabajador, aseado y educado y tras casarme se convierte en todo lo contrario, puedo aceptarlo tal y como es, pero sin amor. Aunque las novelas eróticas para chicas jóvenes quieran dar ideas, lo suyo es que en la medida de lo posible, la otra persona sea una buena experiencia para ti.
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