Recuperar el placer es un tema que deja el concepto de igualdad al margen. Mejor para mí, porque en algunos temas me cohíbe tener que amoldarme a algo que no es real. Aunque también sucede con los hombres, la inquietud sobre el placer es más frecuente entre las mujeres. Cuando la libido cae, ellas tienden a asumir que algo se les ha estropeado… y sus hombres, se frustran pensando lo mismo.
Para mí, preguntar sobre la libido es preguntar sobre el placer. El placer es parte de la vida, de modo que plantearse cómo recuperarlo es algo muy legítimo. Toda mujer que se precie, independientemente de su relación con las represiones sexuales y los creadores de las mismas, le da cierta importancia a su bienestar. Ergo, indirectamente, a su sensación de vivir.
Entre las mujeres, el placer es una cuestión frecuente. No significa que durante una cena las mujeres hablemos de libido como los hombres debaten sobre marcas de cerveza; más bien, es una cuestión interna muchas veces irresuelta. Primero, por compleja. Segundo, porque no es que la gente no quiera hablar, sino que no quiere aguantar malos conversadores.
El placer, el deseo, es algo sagrado que lamenté perder más de una vez, aunque esta última me dio qué decir. Desconozco si este proceso de pérdida fue lento; es sabido que la rutina es un factor de erosión. Pero un día mi libido ya no estaba. La ausencia se hacía notar cada vez más debajo de las sábanas y fuera de ellas. Realmente, no sé cuándo esa ausencia se tornó desesperación. Solo me recuerdo en agresivos intentos de recuperar mi placer, juguete en mano y compañero frustrado. No, no había dificultades entre nosotros. Por ahora ambos estamos sanos. El dinero no era un problema.
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Mi hombre hacía el amor para relajarse. Por mi lado, la relajación era un objeto sensible. «Muchas mujeres se equivocan al pensar que la sexualidad es algo espontáneo, natural», me señaló mi amiga la yogui, la que me desafió a ser más flexible para tener mejor sexo. Ella es parte de mi fortuna. «Y cuando el deseo disminuye, asumen que es definitivo. ¡Pues no! Cuando en tu cuerpo algo no marcha, buscas las causas, las resuelves y te pones en marcha de nuevo».
Sonaba tan simple… Lo que no era en absoluto una buena idea era hacer como si no hubiera ningún problema. La pérdida del placer podía ser el comienzo, algo que el tiempo por sí solo no iba a curar y pronto nuestra relación estaría en peligro. No dejo pasar ni una cuando el tema es el bienestar sexual, así soy. De modo que correspondía, por el bien propio y el ajeno, hacer una serie de ejercicios simples, pero difíciles cuando la cultura de la distracción y de las obligaciones marcan el ritmo desde la mañana hasta la noche.
¿Qué puede estar pasándote?
-Quizá en el fondo estás resentida con tu compañero porque hay necesidades no satisfechas. Puede que no las hayas pedido, que las hayas pedido mal, que él no te haya entendido o no haya captado su importancia para ti.
-Quizá no confías en él.
-Necesitáis conoceros más y mejor.
-Tu yo profesional de directora general de 8 a 18 no se queda en la oficina y cuando entras en casa, ella entra también. La directora general solo piensa en dirigir.
-Puede que carezcas de tiempo para ser tú. Tus tardes consisten en llegar a tu casa y comenzar tu siguiente jornada laboral: los quehaceres del hogar, los hijos, la cena, hacer de terapeuta de tu marido y planificar el día siguiente.
-Te falta tiempo para escuchar música, leer un libro, bailar un poco. Estás distraída en Instagram y en Twitter y no te escuchas. Eso incluye escuchar tus deseos sexuales.
-Falta sensualidad en tu vida.
-Tal vez falte flexibilidad en tu cuerpo. O ejercicio. Evita el sedentarismo.
-Si todo falla (o no), quizá necesites involucrar a un profesional.
Ante todas estas hipótesis, me eché a temblar. Sin embargo, de eso se trataba. Estar a la escucha se presenta como admitir lo que no marcha y abrirse a la conversación. Algunos conversan desde la frivolidad; otros, desde la tendencia a ser técnicos con todo. Pero el sexo, el buen sexo, merece conversaciones más vulnerables. En un caso normal, abrirse a hablar sobre lo que arrebata el deseo supone un paso importante. Sería bueno oír o decir cosas como: «Esto no funciona, así que dejamos de hacerlo. Vayamos al teatro, vayamos al cine, salgamos, bailemos» Y si no es posible, bien sea por vivir lejos de algunos sitios o por una cuestión financiera, los planes se hacen en casa, cuando los niños están acostados.
La idea es recuperar el placer desde la exploración, desde la sensación de vivir, de cómo es cada una y hacia dónde le es posible expandirse.
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