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Aceptar tu cansancio no es una señal de debilidad.

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El cansancio está mal visto. Lo intentamos combatir, cuando en realidad él no es el enemigo. Y es una pena, porque podríamos dejar de culpabilizarnos.

Y de culpabilizar.

Cansancio físico o mental: ahí donde lo vemos, podríamos separar uno del otro. Pero por el modo de vida que vivimos, creo que no valdría la pena. En realidad, el cansancio que sufrimos la mayoría de nosotros es mental, o sea, total. Cansancio físico, intelectual, emocional, sexual: aflora según los puntos débiles de cada uno, dado que el cuerpo es el reflejo de lo que pasa por la mente.

Nuestro modo de vida nos sumerge en un dilema: sabemos mucho sobre el estrés, pero estamos más estresados que nunca. ¿Por qué? Porque el mero hecho de saber no significa nada si no hay algo más. Criticaré lo inhumano de una sociedad que se enfoca en producir, producir, producir. En producir, en consumir y en el alto rendimiento, como sea. Se valora a la successful person, la que se levanta muy temprano, llega al trabajo como una rosa, está fit, tiene el pelo brillante, es altamente inteligente, camina con confidence y cumple un perfil ideal tipo abogado americano agresivo de serie de Netflix. El que puede con todo, no suda, no bosteza, y no muestra signos de cansancio. Eso se asocia a fuerza, a vigor, a incluso liderazgo. ¿Legítimo? Sí, vale. Pero sin cuidado eso degenera en una tiranía: parece que si no estás siempre en modo alerta, combativo, eres un débil; pierdes tu sitio en la sociedad.

El resultado es que profesionales serios, diligentes, disciplinados, que no quieren decepcionar a su profesión, que tanto confía en ellos, acaban buscando apoyo en los estimulantes. El más inofensivo, el café, aunque no lo será tanto si los hay que dicen (hasta con un toque de orgullo) «Hasta que no me tomo mi café, no soy persona». Otros, tiran de bebidas «energéticas», el alcohol, y un conjunto de drogas. Es comprensible que uno crea que «no le queda más remedio, o si no, no rinde». Pero preguntémonos de dónde viene esa necesidad, ese «no queda más remedio».

¿Seguro que necesitas mostrarte siempre al 120%?

El cuerpo es el primero en dar señales de que hay que parar. Si alguna vez has olvidado lo que ibas a decir, lo que ibas a hacer, notabas que perdías la memoria, estabas irascible, notabas que podías explotar en lágrimas en cualquier momento, o no sabías qué sentido tenía lo que estabas haciendo, estabas en un estado de cansancio. Y si a eso le añades el estrés, o la ansiedad (de eso tenemos que hablar más), acabamos con una plétora de males: hernias de hiato, eccemas, pérdida de cabello, desajustes hormonales, insomnio, contracturas.

Aceptar tu cansancio no es señal de debilidad.

Esta es una buena noticia.

No eres débil por cansarte. A nadie le gusta estar cansado, vale. Hay bastante presión social. Pero aceptar que estás cansado no te hace débil. Con esto dicho, hay dos maneras de enfrentarse al cansancio. Una, la habitual, la contraproducente, que básicamente consiste en negar el cansancio y rechazarlo. Otra, la inteligente, ¡que comienza simplemente por aceptarlo! «Sí, hoy estoy cansado». Ya está. Fin. Estar cansado es un derecho humano. Admite que, de la misma manera que un ordenador se toma su tiempo para instalar sus actualizaciones —y ahí te quedas, aunque el ordenador se tire dos horas—, tú necesitas descansar. Y los demás también pueden cansarse. Esta es una de las causas por las que las jornadas maratonianas de trabajo deberían acabar y fomentarse una adecuada gestión del tiempo. 

¿Y después de admitirlo, qué?

–Organízate para lograr descansar más. Y descansar no se limita a dormir; descansar también es despejarse la cabeza.

–Si estás quemada con tu trabajo, hay formas de combatir el burnout cuando las vacaciones están lejos, o no puedes cambiar de trabajo.

–Prueba hacer un detox digital. Yo los he hecho, y te digo que he visto el mundo de otra manera. En las redes sociales hay a veces mucha ira, mucho compararse con los demás, y se pierde tiempo distraído. Demasiada pantalla cansa. ¿Por qué no miras más el cielo, o los bellos ojos de tu persona favorita?

–Toma el aire. No comas delante del ordenador.

–Siéntate contigo misma y mira por qué te sientes así. Quizá llegas a casa molesta «por todo», cuando en realidad «todo» es «esa persona a la que no sé cómo decirle que no, porque eso que me pide es demasiado, y eso me frustra».

–Habla de tu cansancio. Muchas veces un problema comienza a solucionarse cuando lo cuentas. Desahógate. Y cuando alguien se esté desahogando contigo, por favor, no le interrumpas. Ya cuesta encontrar en alguien en quien confiar; si tú resultas ser la persona en la que otro confía, honra la confianza que han depositado en ti.

–Deja cosas para mañana. No todo tiene que ser para hoy.

–Cuida tu alimentación. Estarás más cansado si tomas azúcares.

Por dar algunos ejemplos.


Foto: Úrsula Madarriaga

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Creo que nada es difícil si sabes hacerlo. Soy Esther, ingeniera de Caminos amante de los trenes y del progreso social que traen. Dirijo Dévé, donde edito y escribo sobre estrategia, liderazgo y dinámica social; pilares del desempeño pro y perso. La verdad —simple, directa y clara— te hace libre.

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