Puedes tener una relación más sana con tus errores, y más productiva (en errores honestos). Te lo dice alguien que hace tiempo buscaba esconderlos desesperadamente, y en el intento de esconder los errores, erraba más todavía. Los errores son una parte esencial del proceso de aprendizaje: no equivocarse es no aprender
Cuando somos pequeños y aún conservamos la inocencia, disfrutamos todas las etapas de nuestro aprendizaje. Un niño que está aprendiendo a caminar se levanta con espontaneidad y torpemente mueve sus piernas con el fin de llegar a algún lugar; si se cae, no intenta disimularlo ni se avergüenza de su caída, es más, posiblemente gritará o llorará para que todos se enteren y le presten ayuda. Cuando el dolor haya pasado, se levantará y lo intentará nuevamente; la ventaja que tiene es que no repetirá la maniobra que previamente generó su caída, pues se ha hecho consciente de que si lo hace obtendrá el mismo resultado y sentirá dolor. En la medida en que el niño adquiere práctica y aprende de sus equivocaciones, su forma de caminar es más fluida, espontanea, adecuada, eficiente y satisfactoria.
Si de niños disfrutábamos el proceso de aprendizaje sin avergonzarnos de nuestras caídas (errores) ¿Por qué en la adultez cometer errores avergüenza? ¿Por qué se siente la necesidad de esconder las equivocaciones? ¿Será que escondiendo el error vamos a aprender de él? ¿Nos rechazarán los demás por no ser perfectos? ¿Qué significa ser perfecto?
Todo comienza a muy temprana edad, nuestros padres nos dan lo mejor que pueden y nos han educado de la manera que han creído que es la más adecuada. Antiguamente la herramienta educativa más utilizada era la autoridad, la prohibición y el castigo sin previa comunicación, es decir, sin una explicación clara del porqué de las cosas.
Lo anterior genera en el instinto de supervivencia un impacto, al no comprender la razón del regaño y del castigo, buscamos la manera de no volver a experimentar esta situación. El inconveniente es que al no haber recibido retroalimentación del adulto, el niño crea sus propias respuestas mentales provenientes de su percepción inocente e instaura sus primeras creencias limitantes. Muy posiblemente cuando vuelva a hacer algo que crea que generará molestia en alguno de sus padres o del entorno, lo que hará será esconderlo. En este momento se ancla en nuestra mente la falsa idea de que para ser aceptados no podemos cometer errores.
No necesitas esconder tus errores para que te acepten. Puedes convertir los errores en aliados.
Aquí te cuento cómo:
Reconócelo. No pasa nada
Primer paso. No reconocer un error y optar por esconderlo puede hacer que la mente lo olvide pronto. Pero el cerebro no procesará que los resultados obtenidos se relacionan con el error cometido y harán que el error se perpetúe. Al no haber consciencia de que la actitud ha generado lo que no deseas, al no haber experimentado las consecuencias de tu comportamiento, tienes el peligro de caer nuevamente en esa actitud, intención o acción.
Acéptalo. Pero sin castigarte
Un error honesto no necesita ir seguido automáticamente por un castigo, en el momento que te castigas te trasladas al momento de tu infancia donde se ancló en el interior el hábito de esconder o negar, en vez de reconocer y aceptar. Esto imposibilita la acción y estanca el proceso de aprendizaje. Cuenta que una cosa es la culpa, y otra es la responsabilidad. ¿Para qué anclarse en la primera, si lo que te hace progresar es la segunda?
Analiza.
Habiendo reconocido y aceptado el error, comenzarás a observarlo en profundidad con el fin de comprender qué resultados produce para ti y para el entorno, y qué estímulos internos o externos te impulsan a caer en él. Esta parte del proceso es muy importante, si logras identificar dichos estímulos, podrás estar alerta y frenar comportamientos automáticos que estén instaurados en ti.
(El análisis ayuda a reemplazar hábitos negativos por hábitos positivos. Si necesitas un apoyo en esto cuenta con nosotros )
Asume tu responsabilidad
Como ahora has optado por la sinceridad asumiendo tus errores y observando sus consecuencias, te habitúas a responsabilizarte por tus resultados. Eso es más efectivo que culpar a otros por lo que no te gusta de tu vida. Pensar que todos los demás son culpables de lo que te sucede significa entregar el poder de tu vida a otros para que la manejen a su antojo. Creer que seré feliz cuando el otro actúe como espero que lo haga es una utopía.
Corregir
Cada vez que trabajes en los pasos anteriores debes determinar qué puedes hacer para subsanar lo que el error ha generado, al final todo lo que haces tiene un impacto sobre ti.
Repetir
La práctica hace al maestro, no te rindas, caer es normal; toma fuerzas y levántate con alegría y positivismo, todo lo que haces reiteradamente se convierte en un hábito y se vuelve un comportamiento automático. ”Sustituyendo Hábitos Negativos por Hábitos Positivos“