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Dejar el trabajo en el trabajo, y las formas de hacerlo

¿Es bueno seguir hablando del trabajo después del trabajo? La respuesta es «Sí, pero…». No por eso ese pero es malo.

«Deja el trabajo en el trabajo» parece un mandamiento, el título de un libro. Quien te lo dice, así, desde fuera de tu cabeza lo dice como si el mero hecho de decírtelo fuera a hacer que lo hicieras; así, en plan magia. Que es verdad, aunque dicho así suena muy bonito.

A la hora de la verdad todos tenemos un cerebro que piensa, y se queda dándole vueltas a asuntos del trabajo. Es que el trabajo es algo importante para nosotros. No es solo por la nómina, ojo. Pasamos más tiempo con esa compañía que nos viene impuesta que con nuestra familia, o nuestros amigos, o nuestra cama mismamente. Y en empleos que son de pensar y de lidiar con unos y otros, es normal que el cerebro le siga dando vueltas. Y si te echan una bronca, o el ambiente es agresivo, ya ni te cuento.

Entonces la pregunta es cómo se hace, en acciones concretas, lo de «dejar el trabajo en el trabajo (mientras estás en el trabajo, otra cosa es desconectar de él una vez fuera)». Porque a la hora de la verdad esto no es tan simple: pasa como con lo prohibido, que cuanto más buscas dejar de pensar en algo, peor, porque más lo haces.

Pero esto es cosa de proponérselo. La vida profesional no es la vida personal, cada una necesita su espacio bien definido. Dejar el trabajo en el trabajo comienza con que la mente se permita asumir que ya ha terminado su trabajo. Esto puede ser como un ejercicio de meditación, pero hay acciones que pueden ayudar a que la mente tenga ese sentido de conclusión y que, cuando salgas del trabajo, salgas con lo necesario. Ojo, no quiero decir que siempre saldrás habiendo dejado todo pensamiento de trabajo en el trabajo; si te dijera que este artículo es la panacea universal te mentiría. Muchos días saldrás del trabajo con un desasosiego que necesitarás contarle a tu persona favorita. Y eso es bueno. No obstante, insisto en que hay hechos que ayudan a que el trabajo quede en el trabajo realmente, por el bien de tu salud mental:

Fijar, al principio de la jornada, qué vas a hacer.

«¡Esther, pues trabajar!». Vale, pero en cierto porcentaje de los trabajos hay que hacer tareas específicas. Hay días en los que es imposible hacer un plan porque esto se monta sobre la marcha. Eso no quita que pueda tenerse un lugar donde se note lo que hay que hacer y llevarse un orden de lo que se va haciendo. Ya lo dijo Emma: escribir es una forma de poner orden en la cabeza.

Los hay que te dicen que te concentres y lo des todo. Que dejes el móvil, etc.

No les quito razón, la cuestión es que todos tenemos una vida perso en la cual suceden cosas que afectan al desempeño en el trabajo. Podemos no dormir bien, tener dolor de cabeza, migrañas, dolor de muelas, anything. Y para más inri, alguien que diga que eso era para ayer. Yo apuesto más bien por estar presente. Que en cada momento sepas qué estás haciendo y a qué objetivo obedece. Las distracciones son algo normal, la lista de control dinámica sirve de mucho.

Hay trabajos en los que siempre, al terminar, se hace un balance de caja, se limpia el espacio, se planifica el día siguiente y la gente se va con todo cerrado.

No es ninguna tontería: hacer eso ayuda a la mente a tener ese sentido de haber terminado. Evaluar la lista de actividades planificadas, hacer balance con los compañeros (si hay equipo), ordenar tu espacio y dejar escrito lo que harás el día siguiente (o al menos una idea).

Hacer balance es también reflexionar durante unos minutos en cómo fue el día. Los hay que pasan de hacer esto… y se pierden el poder tener constancia de sus logros —y desarrollar su confianza— y tener una perspectiva de su performance, por no mencionar que luego el trabajo les persigue en forma de pensamientos que se rumian.

Di «Adiós. Hasta mañana». No “Voy a seguir trabajando en casa”.

Seas el que manda o quién es mandado, decir adiós de forma amable es educación, y algo que os beneficia a todos. Y vete de ahí. El móvil de empresa lo apagas, etc.

Bonus (para aplicarlo en caso de verdadera necesidad): ¿sales con desasosiego porque ha pasado algo? Ya sabes a qué me refiero. Llama a tu persona de confianza a la salida del trabajo que sepas que está disponible. Llama, he dicho. No le mandes un whatsapp. Y suéltalo, pero proponte que en esos 20 minutos de llamada vas a soltarlo con fuerza y cuando cuelgues el teléfono te habrás reído y ya no estarás pensando en ello.


Imagen: Joaquín Romero

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Creo que nada es difícil si sabes hacerlo. Soy Esther, ingeniera de Caminos amante de los trenes y del progreso social que traen. Dirijo Dévé, donde edito y escribo sobre estrategia, liderazgo y dinámica social; pilares del desempeño pro y perso. La verdad —simple, directa y clara— te hace libre.

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