El refranero español siempre tiene una frase lapidaria para lanzar. A todo ser viviente. Hay respuestas para todo, ya saben, sabe más el diablo por viejo que por diablo. Aunque lo que antes eran frases lapidarias hoy, además de eso, son en ocasiones incluso cláusulas de contratos.
La frase “quien mucho abarca, poco aprieta” comenzó con buena intención… como todas las frases, dicen —incluso las tóxicas—. Partió con la premisa de que todo el mundo, absolutamente todo el mundo, quiere apretar mucho en la vida. De modo que para poder “apretar mucho” hay que abarcar poco. Entonces abarcar una sola cosa es lo mejor. Así, entre una cosa y otra la norma definitiva fue “haz una sola cosa en tu vida laboral”.
El problema con las frases es el sesgo cognitivo (sesgo cognitivo: interpretación errónea sistemática de la información disponible que ejerce influencia en la manera de procesar los pensamientos, emitir juicios y tomar decisiones). Todo lo que se sale del “abarcar una cosa” es “abarcar mucho” y “apretar poco”, por tanto, hacerlo mal. Pero podríamos plantearnos cuánto es exactamente “poco”, “mucho” y cuánto interés hay en apretar o abarcar.
Los perfiles polifacéticos o polímatas existen y tienen clara esta cuestión desde el principio. Saben que pueden tener buenos conocimientos técnicos en una materia combinados con otros procedentes de las artes, las humanidades, la sociología o la psicología. ¿Pero el resto del mundo lo sabe? La cuestión es hasta qué punto se les permite ser ellos mismos dentro de ambientes laborales que todavía necesitan comprender otras cuestiones básicas.
¿Qué hubiera pasado si Leonardo Da Vinci viviera en los tiempos de ahora? “Posiblemente no tendría trabajo”, apunta Flavio, con el que debatimos este asunto en el podcast Mentoring Audaz. O José Echegaray, Gregorio Marañón o Santiago Ramón y Cajal. Ellos aparte de sus profesiones eran destacables en otras disciplinas aparte de las oficiales. Hoy, probablemente se encontrarían buscando su sitio sin sentirse de ninguna parte.
Un problema es la mala prensa, herencia del refrán “quien mucho abarca, poco aprieta”. Otro es el doble rasero. En la diversidad de género y procedencias sociales se cuela la diferencia con la que se puede juzgar a un profesional hombre, blanco, con muchos años en su empresa, directivo que desarrolla un perfil polifacético frente a una profesional mujer, de color*, junior, víctima de la inestabilidad laboral y las crisis económicas, que tiene un perfil polifacético. A uno se le puede aplaudir mientras a la otra, criticar. No obstante, los dos perfiles suponen beneficios para quien quiere verlos y prefiere cuestionar ese sesgo cognitivo que, a día de hoy, ya no tiene base:
-Los que asumen que una persona polifacética vivirá distraída de su trabajo por tener una pasión más allá del mismo se distraen mirando cualquier cosa en el móvil. Sin embargo, exigir a una persona polímata que se microespecialice será como querer forzar una figura dentro de otra.
-Los que asumen que una persona no puede hacer más de una cosa son los mismos que querrían desarrollar otras actividades en su vida y querrían que les apreciaran en todas sus facetas.
-Los perfiles polifacéticos son los más flexibles y resilientes, y servir para más de una actividad no va reñido con la profesionalidad. Una persona polímata seguramente ha oído comentarios ácidos sobre su integridad o sobre su capacidad de compromiso y antes de entenderse, se habrá echado culpas encima que no le corresponden a ella, sino a un sistema históricamente rígido.
Estamos en la época del gran desengaño: prueba son los anuncios de Youtube que animan a la gente a dejar el tradicional 9 a 5 por lo tirano que es, y lo poco rentable que se hace en un cierto punto. Ir a a universidad y encontrar un 9 a 5 ya no es el sueño. Poder ser uno mismo, tener libertad financiera y ser feliz sí lo es. El debate se oye a mayor o menor volumen según la libertad de expresión que tenga la fuerza trabajadora y el mayor o menor miedo de las empresas a que los trabajadores se les rebelen.
Pero en fin. Esto ya no podrán pararlo. Los perfiles polifacéticos siempre existieron, y ahora no se van a ir. Así que ¿por qué no reinventarse y pensar en formas nuevas de gestionarlos? Quizá ya no haga falta apretar con tanta fuerza. Conviene en las empresas también abrir la mente: hay puestos cuyas actividades se pueden aprender en unos días, pero para llevar a equipos a un cierto nivel de éxito hace falta más bien una serie de habilidades personales relacionadas con la cohesión, integración o visión global que las personas polímatas pueden tener más desarrolladas por tu trayectoria diversa. Conviene prestar atención.
La polivalencia está recompensada, y, en mi opinión, pero no siempre como quieren los polivalentes. La valoración corresponde a la cúpula superior, y eso depende de que tu polivalencia resulte útil y se exprese. Vale lo que se nota, no los diplomas que puedas tener. Además, hay organizaciones tóxicas en las que no se valora la polivalencia, normalmente por ser timoratas y miedosas.
Cuatro observaciones:
1) La polivalencia que que sirve es la conectada, las muy distantes (ser un experto conocedor de lenguas cuneiformes y de culturas nórdicas, por ejemplo) sirven casi siempre para muy poco. Es un valor la cultura general profunda y variada (que vale mucho para entender el mundo y en las interacciones personales). ¿Por qué no sirve la no conectada? Porque no aporta a tu desempeño
2) No basta para presentar una buena candidatura a los puestos «tradicionales» del organigrama. Para ser responsable de un área hay que tener la suficiente especialización para ser eficaz desde el principio, y demostrar lo que aporta tu polivalencia
3) Sin embargo, la polivalencia suele reforzar muchísimo tu posición frente a otros candidatos
4) La polivalencia ayuda en la medida en la que des consejo e interpretación útiles a tus iguales y superiores
Muchas gracias por leer y valorar este análisis, esta perspectiva que has dado sirve para comprender más la cuestión de la polimatía. ¡Un saludo!