En este tiempo cuando buscas en internet «horas extra» te aparecen una serie de artículos sobre legislación, qué son y algún que otro foro donde preguntan si te puedes negar a hacerlas y cómo se pagarían, etc. Muy ligero todo. Google parece no atreverse a mostrar lo que pasa en las oficinas.
En la redacción de Dévé ya tenemos una edad, y nos hemos dado cuenta que, de vez en cuando, más o menos cada 3-4 años, salen noticias o corrientes de pensamiento que promueven la idea de que no somos productivos trabajando. Que mucha gente se pasa las horas calentando la silla, vamos. Y oye, mucha gente es así, para que nos vamos a engañar. Hay momentos en los que si se quiere hacer un hito empresarial de la leche y triunfar en el mercado, hay que dar más que la competencia. Cierto; pero hay algo que no acaba de encajar.
Muchos de los que estamos en Dévé y muchos de nuestros lectores suelen ser personas currantes, que han hecho más horas extra que un reloj y lo han dado todo, vida social, amorosa e incluso la salud para realizar su trabajo de forma excelente. Es por eso que hay cosas que no nos acaban de cuadrar. ¿Trabajamos mucho o trabajamos poco? ¿Es cierto que siempre el trabajador se escaquea?
Hablemos con honestidad y transparencia. Pongamos el debate encima de la mesa: hay dos realidades la visión de “todos los trabajadores son unos vagos” y la de “me dedico al 100% a mí trabajo para progresar”. Dos visiones, una única realidad.
Venga, vamos a ponernos serios y desconfiados y a descontar al empleado el rato del café, del cigarro y de hacer caca.
Pero entonces nos ponemos serios todos, ¿no? ⏬
— Súbete a la nutria (@subetealanutria) February 12, 2020
Si se cuentan las horas en las que no somos productivos y no estamos trabajando, también deberíamos contar las horas que trabajamos fuera del trabajo y cedemos nuestras prioridades personales para ello. Porque esa también es una realidad que está pasando y no se cuenta.
Y esos 5 minutos que te quedas de más un día para acabar una cosilla, pues también cuentan.
Y esos emails, whatsapps y llamadas del trabajo que atiendes fuera de tu horario laboral, pues también cuentan.
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«Y esto 5 minutos…» que para un porcentaje importante son 2 horas diarias, y no porque la persona pase dos horas comiendo. Todos conocemos a alguien que ha tenido un rifirrafe por esto (y a la que han echado cobardemente en cara alusiones al tiempo de comida). No vas a ser la primera persona que ha llegado a las 9h y salido a las 19h o más tarde, y que ha sentido un “no sé qué” el día excepcional que salías a la hora.
Y el rato que tardas en llegar y volver del trabajo en coche, andando o haciendo 3 trasbordos, pues también cuenta, ¿no?
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Porque «tienes que hacerlo», «aún no has terminado», etc. Pero la realidad es que tienes demasiado trabajo para el que puedes hacer en ese tiempo sin compañía. Y lo saben. Pero esperan que no lo pienses, no te quejes y lo des todo.
Hagamos un cálculo muy sencillo: si en el contrato pone que pagan por 38 horas, pero a lo largo de una semana hacemos 48 (hay países en las que se pagan, pero hablamos de empresas en las que regalar horas al trabajo extraoficialmente es habitual), el salario es menor. Y el salario emocional (ese también existe) es más burnout y el estrés. Que (oh, sorpresa), necesitas compensarlo con el salario físico.
Podemos contar también el tiempo que pasamos en la médico, en la fisioterapeuta, en la masajista, o lo que sea para que nos solucione cosas que no tendríamos si no hubiéramos estado yendo a trabajar a diario…
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Y lo mismo se puede decir del tiempo que perdemos en acudir al psicólogo, al psiquiatra, al coach o al médico de cabecera para resolver problemas del coco que nos produce el trabajo y que no tendríamos de no ser por él (y sus condiciones).
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Con esto la intención es que no agachemos la cabeza ante una forma de vivir cuya tendencia es que vivamos para trabajar. Porque lo peor no es «las horas»; es la cantidad de perjuicios colaterales que comienzan cuando el trabajo es algo que absorbe y absorbe y nunca está satisfecho.
La próxima vez que la empresa exija "un esfuerzo" o "un empujoncito más" o "un ratito extra" para sacar algo adelante, acuérdate de las veces que esa empresa te ha adelantado dinero cuando tú lo has necesitado.
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El otro día nos contaban el caso de Francisco, un candidato que estaba optando a un trabajo nuevo. En la entrevista le preguntaron: “¿Tú pierdes el sueño por el trabajo?” Se lo preguntaba un directivo de arriba de la escalera corporativa. La respuesta de Francisco fue que no. La del directivo, que sí. Cuatro meses después, ambos perdían el sueño por el trabajo. Ese informe se tenía que hacer sí o sí. Un agravio comparativo pues uno tiene más responsabilidad y por lo tanto más motivos para perder el sueño ganando 4 veces más… Pero ahí tenías a Francisco, implicado y yéndose a casa a leerse ese libro técnico antes de dormir y repensando el sábado por la mañana cuál podía ser la mejor forma de abordar la reunión de la semana siguiente.
Nadie le preguntó a Francisco por qué hacía eso, se daba por hecho de que tenía que arrimar el hombro y hacerlo por la empresa. Sin embargo, sí había un cuestionamiento generalizado cuando agarraba el abrigo a la hora en punto. «¿A qué hora entraste? A las 9… Son las 5, ¿no te vas muy pronto hoy?»
Y cada vez que te vayas a quedar 5 minutos más haciendo cualquier cosa, porque eres una persona normal y razonable y te gusta que las cosas salgan adelante, piensa en que es dinero que regalas a una empresa que planea cobrarte los 5 minutos de hacer caca.
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