Confrontar a los empleados: yo que vivo a ambos lados del liderazgo, quizá no debería estar diciendo esto.
Pero seguramente ayude a quien lea este texto y actualmente se vea con poca confianza: no me gusta confrontarme. No me gusta. Nada. Confrontarme, a diferencia de la gente dramática, me drena. Y seguramente asentirás con la cabeza mientas me lees, en mis planes confrontarme ha sido, durante años, la última opción. Lo he evitado siempre que he podido en lo personal. Hay discusiones que se alargan, y cansan mucho.
Sí, error. Pero claro, una no quiere ser hiriente, una no quiere ofender, ser borde, ser demasiado mandona (ya me lo han dicho, siendo jefa). Pero luego sucede que las cosas se desmadran, no salen, la gente no hace lo que necesitas que haga. Hay faltas de respeto, no discipline, they take you for granted. Luego sucede que coges a tu empleado para decirle lo que hace mal y a la mínima te interrumpe con excusas vagas o justificaciones, que bien podrían esperar a que terminaras de hablar.
Confrontarse a los empleados suele costar cuando está la tendencia fraternal de tratar al equipo como si fueras uno más, como explicó Olga en Cosas que crees que te hacen un buen jefe cuando más bien lo contrario. O cuando está otra de las dos tendencias mencionadas en el artículo anterior. También cuesta porque parece que la ira, el contraataque y la defensiva son algo más a la orden del día que antes. Twitter, la red de la ira, lo manifiesta. Ser maestro de escuela hoy es una profesión sufrida ya no por los niños, sino por bastantes padres.
Una no quiere ser hiriente, una no quiere ofender, ser borde, ser demasiado mandona.
La mala noticia, atención, es que huir de la confrontación —ojo, una cosa es que no guste, otra es huir— desemboca en una deslealtad hacia ti y hacia la misión que tienes. El puesto de liderazgo es de responsabilidad, y de uno depende el resultado. Con la huida, por un lado no cumples tu rol como manager; por otro, tu equipo no gana contigo. Por supuesto, a nadie le gusta que su manager le diga «estás haciendo un mal trabajo». Pero peor es un «Ya no vamos a contar contigo porque no has hecho un buen trabajo durante estos meses», cuando no ha habido manera de saber qué es un buen trabajo. Entonces, definitivamente, un empleado tiene el deber de saber cuándo su desempeño no es el que necesita ser.
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¿Cómo poner orden sin confrontar a los empleados? La buena noticia es que, además de los recursos que uno desarrolla al trabajar con el propio carácter como persona (lo pro es consecuencia de lo perso), es que poner orden es sencillo. La gente con la que trabajas es bastante inteligente, y un buen liderazgo siempre es bienvenido. Hasta ahora no he visto problemas que se resistan a un buen liderazgo.
Sobre todo cuando parece que un comportamiento está demasiado arraigado como para cambiarlo a estas alturas. ¿Si hablamos de poner orden en una organización desordenada?
Olga, ¿hay palabras, gestos… que se puedan aplicar para poner orden en una organización, en un equipo?
Bueno, yo utilizo mucho el storytelling. Al final en estos casos de liderazgo y en estos casos de feedback ,contar una historia funciona, en el sentido de que un jefe no le dice al trabajador: «Tienes que hacer esto de esta manera porque es la mejor manera, y porque además, a mí me funciona y yo lo he hecho en todos los sitios, y yo te digo que la forma de hacerlo no es la adecuada. Yo lo hago mucho mejor que tú».
Eso cerraría a la gente…
Eso lo que logra es no convencer a la gente. La gente lo escucha, no lo interioriza y no lo pone en práctica.
«Al final en estos casos de liderazgo y en estos casos de feedback, contar una historia funciona.»
Ajá.
No lo interioriza porque parece una orden. Mientras que si tú utilizas la historia… O sea, a la persona de tu equipo le cuentas tu propia experiencia. Por ejemplo, yo estuve trabajando en una empresa cinco años, y allí me di cuenta de que se cambiaba de jefe cada seis meses. Entonces ¿qué pasaba? Que allí tú tienes que ser profesional y hacer las cosas bien independientemente de quién es tu jefe e independientemente de lo que tu jefe te pueda pedir. Incluso en una ocasión tuve un jefe que me pidió hacer una cosa que no era ya ilegal: era «alegal». Y yo tuve que anticipar y poner mi trabajo profesional por encima de obedecer a mi jefe. Cuando tú cuentas tu experiencia a un trabajador no te estás enfrentando a él; simplemente le estás contando algo que te pasó a ti, y le dejas pensando.
Fíjate…
Lo primero, le haces pensar. Lo segundo le estás enseñando con tu propio ejemplo, con lo que demuestras que tú has estado en su lugar, y que comprendes perfectamente sus sentimientos.
Primera edición: septiembre 2018. Segunda edición: marzo 2023