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El Management ha muerto. Viva el Management


El puesto de trabajo más criticado de la historia es el de arriba. Incluso el sistema de referencia —el “arriba”— es criticado como concepto. Desde la razón, o desde el resentimiento no curado, seguirá la costumbre de hacerlo; probablemente en el hecho de hablar de otros —por detrás— queda algo de poder para quien se ve impotente.

También el puesto de arriba es el que más nombres tiene, nombres que se suceden a lo largo de la historia, o la evolución del proceso de pensamiento: Jefe, capataz, manager, responsable, JATA, superior, patrón, director, coordinador, CEO. Como si el siguiente nombre fuera un eufemismo del anterior. Pero no. También tenemos patriarca, presidente, mandamás, cabeza, caudillo, dirigente, ejecutivo… Esos son los oficiales. Luego están los que desde el puesto de manager no se escucharán.

Espero que el concepto liderazgo no acabe tan explotado como el de zona de confort —conténganse los gurús, por favor—. La imagen de jefe vs líder, detonante de un sinfín de infografías y textos, es ya de 2012, de cuando el Gangnam Style. Querer exprimirla más a estas alturas es redundar, y no me gusta redundar. Estamos de acuerdo con ella, sobre todo porque sirvió para matar al management tirano —como dijeron hace poco según leí, «el del pavo real», el engreído—, aunque el asunto es más complejo: a veces es lícito estar arriba, no tirar, y señalar hacia dónde tiene que ir el carruaje. Las posiciones cambian según la necesidad. El liderazgo tiene una letra pequeña.

La letra pequeña del liderazgo. Esa es la que me gustaría agrandar en la sección de management. Estar al mismo tiempo a un lado y al otro del liderazgo es algo que da incluso vértigo, porque nadie nace sabiendo ponerse en el lugar del otro —quien no haya resoplado nunca del jefe, ni en los pensamientos, que lo diga, pero debe estar mintiendo—. Pero también es difícil mantener el equilibrio “flexibilidad-firmeza”, tener empatía y no acabar superado por la presión y el “tener que cumplir con tu papel”. Es fácil acabar como Avicii, sin saber cómo, además. Ojalá hubiera una llave maestra que abriera todas las puertas; pero el tiempo es limitado, de modo que vamos a ver cuáles vale la pena abrir. Hacer chequeos y recordatorios es bueno y necesario; en parte para asegurarnos de que, o bien salimos definitivamente de los liderazgos autoritarios abusivos escudados en la impunidad, o no volvemos a ellos: las reuniones pueden ser más eficientes, el líder puede amenizar o enrarecer el ambiente, se puede rechazar una candidatura con clase. Y Dévé va a meterse en eso. Sin olvidar que cada escenario es diferente; manejamos el complejo mundo de las dinámicas humanas. Y que además, no se trata de seguir la solución parche, el placebo, sino de mantener ante todo la ética del trabajo, los valores, los principios.

Sí, el puesto de leader—lo digo en inglés porque me aseguro de no cometer alguna falta, fíjate— se ha llevado exhortaciones acertadas por un lado, y palos e insidias por otro en esta época de sobre información, LinkedIn y gurús que llegan, sin conocerte de nada para decirte que eres un error y tienes que hacer sus 7 cosas. ¿Por qué creo que actualmente el liderazgo está en crisis? ¿Por qué me da la impresión de que al final el puesto de mando es el más incomprendido? Puedo equivocarme, será que conforme aumenta nuestro creído conocimiento, y conforme aumenta el número de gente con la que tratamos, a la vez, de forma imperceptible, aumenta nuestra fragilidad. La verdad, antes de hacerte libre, te sacude. En general, sin acritud lo digo. Lo que desasosiega es que no termina de verse hacia dónde nos dirigimos: hay decenas de soluciones al liderazgo, decenas de manuales, decenas de filosofías, y cada una tiene su público. 

El liderazgo, el auténtico liderazgo, es complejo. Es lidiar con la misión. Lidiar  con las personas. Lidiar con la responsabilidad —el peso pesado de la responsabilidad—. Lidiar con las propias emociones. Con las emociones de los demás, con la forma de ser de cada uno. También con el miedo, con el orgullo, con el temor a decepcionar. También lidiar con la gente que tiene ansia de poner en su LinkedIn que son CEO y entrepreneur. Con los reveses; hay días que estás delante, tirando del carro, como en la tan famosa foto, pero te duele la pierna. ¿Decirlo me hace más débil? ¿No decirlo aumenta mi soberbia?  También se lidia con eso.

Con el ser, con el deber ser. Con esa duda.

El management ha muerto.  O eso creemos.

No dudéis —válgame— en uniros al debate.


Imagen: Nathalia Rodríguez | © DÉVÉ

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Creo que nada es difícil si sabes hacerlo. Soy Esther, ingeniera de Caminos amante de los trenes y del progreso social que traen. Dirijo Dévé, donde edito y escribo sobre estrategia, liderazgo y dinámica social; pilares del desempeño pro y perso. La verdad —simple, directa y clara— te hace libre.

¿Qué opinas? Hablemos.