Y de pronto, el mundo se transformó en un lugar hostil.
En la última reunión del equipo editorial de Dévé, hablamos sobre las repercusiones en Europa de la guerra de Medio Oriente. Esther mencionó que, en España, el término Tercera Guerra Mundial se oye con fuerza.
Argentina parece estar lejos de todo y no por distancia, sino por información. O tal vez sea una cuestión psicológica, no lo sé. Lo cierto es que, acostumbrados a vivir en el caos permanente, el fantasma de otra guerra —que en lo personal me ha tocado muy de cerca— no parece mover el amperaje socioeconómico. Aquí el tema más importante es la campaña política, que habita el mundo corporativo, educativo y social desde hace siglos, como una mala novela interminable.
Tal vez fuera por eso que, cuando propuse escribir sobre el liderazgo en tiempos de guerra, no me sorprendió que alguien de mi entorno dijera «Este tema no le interesa a nadie».
El caos está más cerca de lo que crees
Las consecuencias de un conflicto armado nunca son inocuas. Desde lo social, lo económico y lo psicológico, los efectos repercuten, incluso si vivimos lejos del foco. Hay un componente adicional: todavía padecemos las esquirlas de la pandemia covid 19 y Rusia no se retiró de Ucrania. Más allá de que el ser humano tiene una gran capacidad para evadirse, creo que la tolerancia ya no es la misma, lo cual explica de algún modo la otra guerra: los chats y las redes sociales.
No son pocas las personas que se sienten perdidas. Se enfrentan a la sobreinformación, las noticias falsas, la cadena de mensajes, la grieta de opinión y la ignorancia en general. El contenido atraviesa las redes sin ningún tipo de filtro, a lo cual se agregan las especulaciones políticas y estratégicas, vaticinios de lo que vendrá en el futuro, se habla de más recesión, de inflación, de pérdida de empleos.
Días pasados asistí a una charla sobre trauma, en la que aprendí una lección interesante: en el mundo dejaron de existir los lugares seguros. Esta terrible conclusión, lejos de dejarnos totalmente desarmados frente al caos, en realidad nos prepara mejor para enfrentarlo. Si tuviera que sintetizar, la idea sería esta: si no hay un sitio donde refugiarnos, lo que nos queda es buscar refugio en nosotros mismos.
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Tres historias. Tres enseñanzas
Para Norman Schwarzkopf ―icónica figura del ejército de los Estados Unidos durante la Guerra del Golfo― la vida no podía considerarse fácil ni segura, sino sujeta a desafíos y peligros constantes. Su visión de liderazgo fue plasmada en el libro It doesn´t take a Hero, en el cual se vuelcan varias de sus frases. Una de las más famosas es aquella que dice: «Si estás al mando, hazte cargo».
James Stockdale pasó siete años como prisionero durante la Guerra de Vietnam cuando su avión fue derribado. Su historia inspiró un clásico libro, Good to Great, en el que Jim Collins plasmó un verdadero absurdo: Stockdale nunca perdió la fe en que saldría de allí, pero se deshizo del optimismo. De hecho, al ser entrevistado afirmó que quienes perecieron en ese tiempo fueron quienes pensaron que serían rescatados en un corto plazo, y al comprobar que eso no sucedería, se desmoronaron.
Cultor de la filosofía estoica, el almirante creó un sistema de organización y resistencia con los demás presos para poder mantener la energía en los momentos difíciles. Dejó como enseñanza lo que luego se denominó la paradoja Stockdale: no debes confundir el tener fe en habrás de vencer al final, con la disciplina de afrontar los hechos más brutales de tu realidad, cualquiera que estos sean.
Un poco más atrás en la historia, Marco Aurelio también debió abrazar la contradicción que supuso el tener que desempeñar un puesto para el que carecía de la destreza y contextura física necesarias. Criado y protegido por su madre, tenía una mayor inclinación hacia los libros que a las batallas; de todos modos, asumió la tarea política y militar que le fue asignada. Al mismo tiempo, se dedicó al estudio filosófico de su ser interior, el cual plasmó en su diario titulado Meditaciones.
Considerada la obra más antigua de autoayuda y aunque refiere más al campo de lo filosófico, incluye innumerables pautas conductuales, como la necesidad de retomar el eje rápidamente si nos sentimos confusos, o el retiro interior como único lugar donde encontrar la tranquilidad.
La introspección debe llevar a la acción
Durante las últimas semanas he visto a muchas personas tratando de contener la angustia ajena sin haber controlado la propia, incluyéndome. El costo es alto no solo para nosotros, sino para los proyectos que intentamos llevar a cabo.
¿Qué hacer entonces? No estoy aquí para dar recetas, pero me interesa reflexionar al respecto. Sea que pensemos en la guerra como un concepto literal o metafórico, ¿a qué apunto con liderar en el contexto actual? Por un lado, se trata de tomar el mando de nuestra propia vida y atravesar el trauma personal. Por el otro, asumir que debemos enfrentar el caos del afuera, sea en la empresa, en la familia, en la institución a la cual pertenecemos, etc. Creo que lo segundo es casi imposible de lograr sin lo primero.
Así que, si hemos perdido nuestra tranquilidad interior, y al decir de Marco Aurelio, es importante que volvamos a nuestro eje cuanto antes.
Las tres historias que mencioné nos aportan conceptos importantes a la hora de asumir el caos: no perder el horizonte, ser realistas y reforzar nuestro interior. Puede que necesitemos buscar refuerzos internos o externos, o ayuda profesional; construir puentes con otros, hablar de lo que nos pasa con las personas adecuadas.
Pero hacerse cargo no es otra cosa que enfrentar el problema y más temprano que tarde tendremos que pasar a la acción. Que el miedo nos paralice es lo peor que nos puede pasar.