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Jefas: ¿es verdad que las mujeres no las quieren?

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El abuso entre mujeres mantiene las brechas de género. Aquí una perspectiva.

 

A mí también me dijeron que las mujeres, entre nosotras, somos lo peor. Se confirmó más de una vez, aunque antes de que hagas una captura de pantalla de esta frase y la guardes como arma arrojadiza, los contextos son clave. O no: quizá si pregunto en confidencia, fuera de la corrección política, más mujeres lo confirmen. También me dijeron que nunca fuera más guapa, sonriente y llamativa que mi jefa, y que si lo fuera, que escondiera mis talentos —bueno, esto es de libro—. Porque hay mujeres inseguras y celosas que ante cualquier hecho interpretado como amenaza, usarán su poder para ponerte en un estado entre el borde de un ataque de nervios y el final de tu carrera.

Este texto puede ser incómodo (Oh, ¿no querías salir de la zona de confort?) Alguien dirá que no apunte al género, sino que diga “los jefes”, en general. Sí, puedo, pero a veces el generalizar nubla lo que se dice, y al final nadie se da por aludido. También puede ser incómodo desde su autoría: mal si lo hace un hombre, mal si lo hace una mujer. Pero algún día hay que tener esta conversación y mejor tenerla ahora. Start before you’re ready.

Hablemos de las jefas. Quizá este texto confirme tus sospechas o te haga pensar en alguien. Harás bien compartiendo:

Síndrome del impostor. 

En Dejen de decir a las mujeres que tienen síndrome del impostor , una de las intenciones es que las mujeres no carguen más de la cuenta. El síndrome del impostor de una mujer no es como cuando Justin Kan publica un tweet diciendo que su síndrome del impostor es sentirse fracasado por vender Twitch por mil millones de dólares. No señor. De una mujer se espera que trabaje como si no tuviera una casa que atender y que atienda la casa como si no tuviera que trabajar. Todo en 24 horas, Se espera que sea superwoman y princesa. Que sea Dita Von Teese y Angela Merkel. Y se espera que sea firme, pero no demasiado, no vaya a ser que sea una mandona. También se espera que demuestre que vale, y cuando lo hace, alguien dice que en realidad le hicieron un favor por las políticas de igualdad. 

Mujeres forzándose a ser masculinas

Hubo un momento en que una mujer creyó la falacia de que su feminidad era su punto débil. Tal cual. No era culpa suya, eh, culpemos también a quienes dijeron día sí y día también que las mujeres “tenían que ponerse a la altura de los hombres”. “La altura de los hombres” entonces era no usar falda, usar tacones cuando quería sentirse más segura, hacer la voz más grave, ocupar mucho espacio en la mesa, hablar alto, decir tacos, ser agresiva —¿o eso es ser asertiva?—, pisar, hacer horas extra y vivir en modo guerra constante. Ah, que no se me olvida: competir con todos y ser la dominante. Por supuesto, todo eso llegando a casa y cuidando los hijos, la casa, la agenda social de la familia y siendo la terapeuta de su marido. Seguramente cobrando menos que su marido y pagando la mitad de los gastos porque sí, ella es una mujer empoderada y aquí hay igualdad.

La positividad tóxica y las frases de instagram

¿A quién no le gusta una frase positiva? Son el nuevo horóscopo. Simples, breves, fáciles de digerir, adaptables a lo que quieras, como quieras. Mejor aún si viene acompañada de colorines, dibujos de unicornios y aguacates fáciles. El siguiente nivel es imprimirla en tazas, agendas, pósters y otras cositas fáciles de comprar… por las mujeres. Cuando la jefa legítimamente ya no pueda más mirará el “tú puedes con todo” impreso en su taza y tendrá que poder. Porque sí, porque lo pone en la taza. Cuando se haya excedido con alguien de su equipo y sienta remordimientos, habrá un “Que nada te haga sentir culpable” en su instagram y todo arreglado. Un “si quieres, puedes” fomentará la terquedad, aunque esté demostrado que es inviable. El “Good vibes only” anulará todo espacio de debate y discrepancia dentro de su equipo. Al final la jefa se habrá embadurnado de una purpurina de empoderamiento rígido, incapaz de adaptarse a la realidad del momento e insensible a todo el espectro emocional de las personas.

 

Creo que ya deben eliminar los sofismas que durante años han empujado a las mujeres a tener que “ponerse a la altura de los hombres”. Primero, porque ¿por qué la altura del hombres es la referencia? Segundo, porque para decenas de mujeres competentes que conozco, ponerse a la altura de los hombres ya implica agacharse. Ya que hablamos de desmantelar, ya que nos gusta el pensamiento crítico, quizá una mujer pueda desmarcarse de lo que le han enseñado que es el “empoderamiento femenino”, porque si un empoderamiento femenino al final te deja estresada, ni es empoderamiento femenino ni es nada. No, no todo trae siempre un lado bueno, a veces el fracaso sí es una opción y a veces hay que rendirse. Y quizá una siendo más real consigo misma consiga más que siendo lo que dicen que tiene que ser una mujer empoderada.

 

La diferencia entre resistir la presión y quitársela de encima está en eso también.

Imagen: El diablo viste de Prada

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Soy Esther Bolekia, ingeniera de Caminos amante de los trenes y del progreso social que traen. Durante los últimos diez años he sido escritora a tiempo parcial de artículos apasionados por las dinámicas humanas que analizan las leyes no escritas del mundo personal y corporativo. Hoy dirijo Dévé, donde también escribo sobre vida y trabajo, liderazgo, sociología y estilo de vida. Mi forma de escribir se ha descrito como empática, fresca, asertiva y mordaz. Seguramente porque creo que la literatura nunca debería confundirse con mero entretenimiento inocente. Fundé la revista Dévé porque quiero —junto a quien se une a la causa— descubrir las soluciones reales al sufrimiento en el trabajo y lo que hace que disfrutemos de la vida de veras. Escribo para quien desea saber lo que ni los padres, ni la escuela, ni internet enseña sobre el arte de manejarse con maestría en vida y carrera. Por eso arriesgo y voy a las causas y las relaciones entre ellas en los análisis profundos que hago. A menudo me mancho las manos de barro, para llegar adonde nadie más se atreve. La verdad nos hará libres.

¿Qué opinas? Hablemos.