Qué ironía que en el lugar donde más zancadillas y rivalidad hay, es donde últimamente invocan más el trabajo en equipo (hay una película que en español se llama Puñales por la espalda incluso). Me acuerdo de una empresa en la que trabajé que el jefe apelaba al trabajo en equipo, pero en cuanto se iba y nos dejaba solos, todo eran puñaladas con cada uno intentándo llevarse los méritos del otro.
Claro, como dijimos en Qué hacer cuando el mérito lo tienes tú, pero se lo lleva otro, cada uno compite porque a la hora de la verdad, son los méritos propios los que harán que uno se quede en una empresa, ascienda o, en el peor de los casos, tenga que irse. Por eso lo de «trabajo en equipo» en entornos enfermos cuesta asumirlo.
Mentoring Audaz es el podcast de quienes se inspiran en un liderazgo con clase y valores para esta y la próxima generación. Escúchalo aquí: deve.es/podcast
1. La paz interior:
Lo saludable es no lanzarse a emitir juicios ni a dejar que los prejuicios se lleven lo mejor de ti. Confía en tus posibilidades, dado que eso es el resultado de conocer tu lado bueno y tu lado malo. Cuando tú sabes quién eres, es menos probable que te dejes definir por lo que los demás digan u opinen. Por supuesto, no te achiques para dejar ver cuándo haces un buen trabajo, y tampoco te dé vergüenza admitir que no sabes, o que has cometido un error y tienes un área de mejora. Situaciones así, mejor considerarlas internamente como puntos de inflexión.
A la hora de hablar, mejor no hables de más. Mejor es prestar atención y escuchar más lo que te atañe. Intenta mirar y ver lo bueno que todo el mundo tiene (hay pocas excepciones y no son dignas de ser miradas). Si algo no es posible, tiene que haberse analizado antes de distintas formas, después de que se haya intentado con verdadero ánimo.
Luchar por algo no equivale a pelear. En el trabajo primero, argumenta basándote en hechos y cuando haya desacuerdos, procura separar lo personal de lo profesional, para que no surjan resentimientos que no necesitas. Una lucha que merece la pena suele unir a buenos compañeros.
El interés es real y no tiene por qué ir en tu contra —hoy por ti, mañana por mí—, si sabes hacer que tus méritos sean tuyos y no se los lleve otro. Te reconozco mejor en esto, confío (aunque no lo espero), en que tú podrás hacer lo mismo en otra cosa.
2. Ante alguien que quiere pasarse
No es nada nuevo que el mundo empresarial sea competitivo. No es nada nuevo que haya personas que decidan cambiar de empresa y casi de vocación profesional por causa del equipo y del ambiente en el que están. El compañerismo es algo que se fomenta o destruye desde la cultura de empresa, por eso te conviene poder separar qué es lo que depende de la cultura de empresa, qué es lo que depende de ti y qué es lo que no depende de ti.
La cultura de empresa es algo marcado desde el primer momento, y que lo ves desde el primer día. De hecho, las empresas probablemente deberían volver a implementar códigos de conducta basados en las buenas formas (¿Hay que educar a la gente adulta como a los niños a estas alturas? La respuesta es “probablemente sí”). Las buenas formas fomentan la paz ambiental, y la paz ambiental favorece la paz interior. El compañerismo sólo se entiende desde la paz interior, desde la confianza y tranquilidad. Hay momentos de urgencia y crisis que pueden hacer que las personas se vuelvan agresivas y no sean conscientes de ello. El concepto de éxito ha dado un paso gigante de la persona al grupo. ¿Es posible que, la presión por conseguir objetivos haga a alguien apropiarse de méritos ajenos? ¿Se quiere hoy dejar mal al otro a toda costa? ¿Hay personas que se estresan demasiado? ¿Son conscientes de ello?
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3. Es importante saber analizarse a uno mismo antes que buscar causas externas.
Porque la crítica a uno mismo es siempre una buena aliada. En tiempos como estos, se suelen ver enemigos donde no los hay, y competir innecesariamente. Si se dan signos externos de ninguneo (desplantes) puede que existan causas objetivables —incluso el hecho de ser mejor y más competitivo que muchos otros, que ven amenazado su puesto—, la cuestión de que esos otros estén muy alterados y no puedan comunicarse adecuadamente, o de que tú hayas sido permisivo y buena gente demasiado tiempo sin poner las cosas claras desde el primer minuto.
No es posible que una buena empresa funcione como un campo de batalla. Si los expertos en Recursos Humanos dan información sobre cómo la empresa rentabiliza esa extrema competitividad, que en muchas ocasiones lleva a que sólo queden los que más gritan, avasallan, se aprovechan del prójimo, copian, etc etc, entonces esa empresa puede tener sus días contados. Si pertenece al sector de pequeña mediana empresa con ganas de tener un puesto de know how y buen hacer entre sus trabajadores… Si resulta que hoy la empresa «pasa más que nunca del trabajador» y está «a la orden del día» poner zancadillas, dejar mal al otro, robar méritos… la mayoría siempre tiene la palabra. Lo normal es que el gran conjunto de los trabajadores sean honestos y de buen corazón y de verdad, de verdad, es imposible que una empresa se haga grande entre tinieblas.
Podrá, esa gran mayoría, contar ese tiempo de presión infernal como aprendizaje empresarial de éxito. Si se han dejado la piel en ello y siguen teniendo salud mental, saldrán robustecidos, pero nunca la empresa ganará con ello. Es la persona física, el trabajador, la mano de obra, el «currante» quien a diario es destinatario del pulso empresarial, del sentido de lucha que internamente la empresa asienta cada año. Pero es también cada trabajador quien tiene en su mano hacer que ese pulso sea firme, asentando su fe en el trabajo bien hecho, en hacer lo que uno puede, sabiendo que saldrá mejor, seguro, si se disfruta haciéndolo.
4. Tratamiento y cura, si es posible.
Separar tu yo personal, tu yo profesional, tu desempeño, y la reacción de tu entorno. Y ante todo, mantener a raya el equilibrio emocional.
Que cada trabajador esté orgulloso de lo que a diario hace, pueda seguir estándolo, y pueda compartir logros con sus compañeros, dependerá básicamente del capital humano de la empresa, pero sobre todo, de que exista una verdadera cultura empresarial de cumplimiento arraigada, donde sea evidente y claro que compartir es vivir, que colaborar hoy beneficia al grupo más que nunca, porque más que nunca el mundo está globalizado, todo se sabe y cada uno debe asumirlo para bien y para mejor.
A lo mejor no a todo el mundo le gusta ser jefe.
No a todos los jefes les gusta estar a diario entre la espada y la pared. Hablar y discutir sin elevar el tono es más fácil y resolutivo que pasarse el día gritando.
No es la empresa el lugar para ser siempre el centro de atención.
Proponer ideas originales de forma escueta, confiando en su valor, da más resultados que meterse en todo, intentar solucionar todo y ser todista… a toda costa. Es buena idea confiar en que hay buenos directivos con cabeza bien amueblada y que la organización acabará por poner a cada cual en su lugar..
Quizás sea bueno pensar que los lugares en las empresas modernas son rotativos, intercambiables en su mayoría. Si resulta que no lo son, es claro que las funciones están bien definidas y repartidas, lo que siempre es productivo. ¿Qué quiero: pasar el día lo más rápido posible, o sacar el mayor provecho a mi tiempo y disfrutar haciéndolo? Puede que dependa de mí que de verdad lo sea. Incluso puede que consiga hacer las dos cosas… porque disfrutando el tiempo se va de las manos.