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Toco techo. ¿Y ahora qué, dimito?

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Nos puede pasar perfectamente al común de los mortales, por el simple hecho de que las empresas no son videojuegos de niveles infinitos.

Defínase tocar techo como 1- llegar a una posición en la cual ya no se puede ambicionar a más o 2- como directivo, tener un logro visto como imposible de superar. El caso de Zidane es interesante hasta para quien no está interesado en el fútbol. Los entendidos califican lo que ha logrado Zidane como una proeza —puede verse como cuando en una apuesta uno va ganando y decide plantarse—, proeza insuperable. ¿Qué pasa si toco techo? Esto puede ser apabullante para quien lo logra, porque suele ser muy difícil superar el listón cuando se deja muy alto. Les pasa a todos los que generan expectativas al trabajar. ¿Dimito? La contundencia de la acción de Zidane, vista en la superficie da a pensar que es preferible plantarse que seguir y esperar a malos resultados futuros, que te condenen. A simple vista la tentación de extrapolar esto al ámbito de empresa es…

—No hay analogía posible entre lo que ha hecho Zidane como entrenador y lo que hace un directivo de una empresa.

Carlos Lancha es director de Marketing corporativo en Race. Más de 20 años en puestos directivos, la experiencia de quien seguramente ha tocado más de un techo durante su carrera. “A un directivo de una empresa le toca seguir trabajando, aunque haya tocado techo. Las únicas razones para dimitir en una empresa serían las malas prácticas, no el hecho de haber tocado techo.”

La gestión de las expectativas a partir de ese momento es imprescindible. Una de las claves de las decisiones acertadas es identificar las alternativas, o sea, ponerlo todo sobre la mesa. Hay más opciones aparte de buscar superar un listón muy alto y agobiarse por creer que lo único que ha de hacerse en la vida es superar un listón tras otro. Se puede bien seguir o “ser un directivo exitoso en un departamento diferente, o cambiar de área”.

La complejidad del asunto es algo a tener en cuenta. Iñaki Barrón, directivo en Renfe, señala la necesidad de ser consecuentes. Valorar y ver. En el caso de Zidane hay más factores (conocidos y no conocidos). En el caso de una empresa también hay factores a abordar desde el control interno. “Puedes tener estrés, tocar techo y no querer tocar más. Por ejemplo, los hay que a los 30 tocan techo y ven que ya no hay nada más.”

Cuidado con el síndrome del impostor. Y cuidado, también, con el síndrome de la caja (voy a llamarlo así mientras no venga un psicólogo y me lo corrija): esa sensación de que uno tiene que estar en una posición y seguir el guión asociado a la misma, sin más opciones —porque el hecho de tener éxito en una posición le hace inepto para otras—. Relativizar es un acto realista,

“Al final ser directivo es una posición más”, concluye Iñaki.


Imagen : Nathalia Rodríguez (c) Dévé

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Soy Esther Bolekia, ingeniera de Caminos amante de los trenes y del progreso social que traen. Durante los últimos diez años he sido escritora a tiempo parcial de artículos apasionados por las dinámicas humanas que analizan las leyes no escritas del mundo personal y corporativo. Hoy dirijo Dévé, donde también escribo sobre vida y trabajo, liderazgo, sociología y estilo de vida. Mi forma de escribir se ha descrito como empática, fresca, asertiva y mordaz. Seguramente porque creo que la literatura nunca debería confundirse con mero entretenimiento inocente. Fundé la revista Dévé porque quiero —junto a quien se une a la causa— descubrir las soluciones reales al sufrimiento en el trabajo y lo que hace que disfrutemos de la vida de veras. Escribo para quien desea saber lo que ni los padres, ni la escuela, ni internet enseña sobre el arte de manejarse con maestría en vida y carrera. Por eso arriesgo y voy a las causas y las relaciones entre ellas en los análisis profundos que hago. A menudo me mancho las manos de barro, para llegar adonde nadie más se atreve. La verdad nos hará libres.

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