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El efecto Veblen: Cuando vendes más, con un precio más caro

No, no voy a hablar de las teorías de Tyler Durden — aunque no estaría mal— pero sí quiero reflexionar sobre el valor que le damos a determinados objetos.

Los que me conocen saben que estoy pasando por un proceso curioso de soltar cargas materiales. Como siempre, esto se acelera con una mudanza. Estoy vendiendo (y casi no me queda nada), todos los muebles y objetos de un tamaño mayor a lo que quepa en una mochila de 40L. 

Al empezar a vender casi todo lo que tengo en el mercado de segunda mano, quise probar si mis pertenencias aguantarían el efecto Veblen. De ser así ganaría dinero, en lugar de perderlo… 

Esto lo aprendí a través de una amiga neoyorkina, Lu. Me comentó que un día puso a la venta una cómoda vieja en un rastrillo de Brooklyn. Al estar ya muy desmejorada, la puso a un precio bajo, unos 20$. Estuvo yendo como 4 o 5 semanas seguidas a ese rastrillo sin éxito. Su suerte cambió un día que pasó su casero por allí. Este tipo, como muchos propietarios de inmuebles en esa zona, era un pirata. El típico que que te engaña con el alquiler; pero sabía lo que se hacía en temas de negocios. Le dijo “mira Lu, lo que tienes que hacer es ponerlo a un precio desorbitado. Súbelo mucho más y añádele unos cuantos ceros. Ponlo muy caro y ya verás como te sale algún comprador”.

Confundida, le hizo caso, ¿qué podía perder? Efectivamente vendió esa cómoda por 450$. A partir de eso momento, la cómoda ya no era un mueble viejo, era una cómoda vitage.

Aunque hay muchos matices, lo que sucedió es el llamado Efecto Veblen: En general, un producto está afectado por este efecto cuando al aumentar su precio, también aumenta su demanda. Suele suceder sobre todo en objetos de lujo. Está muy ligado al sentimiento humano de querer destacar, ser diferente, más exclusivo, y como no, querer ser mejor que los demás.

A mí estas cosas me fascinan. Si todo el mundo tuviera diamantes, ¿para qué comprarse uno si es algo que ya no te diferencia del resto? Esto también se identifica claramente cuando una marca de coches de lujo lanza un modelo de coche deportivo con muy pocos modelos a la venta.

De todos modos, esto no solo sucede con cosas tan exclusivas, eh. Ya vimos que en el mundo de la moda también sucede. Recordemos el movimiento de Capri Holdings al comprar Versace o lo que hizo Armani hace unos años: se dieron cuenta que todo el mundo tenía camisetas, pantalones, calzoncillos y cinturones con su logo, vieron que el valor de su marca estaba cayendo en picado y se vieron obligados a reducir su portfolio de producto.

También afecta a servicios y a otros tipos de “precio”. Piensa en aquel local o restaurante de moda al que todo el mundo quiere ir porque siempre está lleno y encima hay que hacer una cola kilométrica para entrar. La demanda es claramente alta y el precio, además del que estás dispuesto a pagar por plato/copa, el que estás dispuesto a sufrir: esperar. El producto o servicio no tiene porqué tener un valor objetivamente alto, es suficiente con que se le atribuyan otros atributos subjetivos como la novedad, la escasez, la rareza o el prestigio asociado.

A mí es que estos efectos me parecen muy interesantes para reflexionar en estos días calurosos desde la piscina o la playa. Podemos tratar de aplicarlo en nuestro día a día. O al menos intentarlo… Por mi parte, ya os confirmo que vender mucho más caros los muebles de Ikea no ha hecho aumentar su demanda.


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Consultor de estrategia empresarial y Mentor de artistas. He trabajado en entornos altamente cambiantes y competitivos en el mundo de los negocios, y he visto lo mejor y lo peor del ser humano. He comprobado que el cómo se hagan las cosas es tanto o más importante que el fin en sí mismo; y que el llamado éxito sólo se da gracias a la libertad de mente y espíritu. Fan de Bunbury y coleccionista de relojes.

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