La incertidumbre en nuestro futuro profesional, la mayor volatilidad existente en los productos y servicios que consumimos, la complejidad y ambigüedad tan grande en las relaciones que establecemos hace que sea difícil agarrarse a algo tangible y seguro en la era de la Digitalización. Pero existe un fenómeno que nos puede ayudar a entender mejor porqué están ocurriendo todos estos cambios de forma tan rápida: las tecnologías exponenciales.
Para poder tener una buena visión general, necesitamos entender 4 factores:
1. Adopción más rápida de productos y servicios
Cuando echamos un vistazo a los niveles de adopción de la tecnología durante los últimos tiempos, observamos cada vez es más corto el tiempo en llegar a nuestras vidas. Mientras que los aviones tardaron 64 años en alcanzar 50 millones de usuarios, una pequeña app viral como Pokemon Go tardó solamente 19 días.

Una de las principales razones de este fenómeno es porque cada vez estamos más conectados entre nosotros. Cada vez que decimos unirnos a una red (social):
• El número de conexiones que creamos no solamente se limita a unas pocas personas, sino que solemos conectarnos a cientos o incluso miles de personas. No nos creamos un perfil en una red social para seguir a una persona únicamente. Esto hace que la información cada vez llegue mucho más rápido, en menos tiempo, a un mayor número de gente.
• El hecho de tener cada vez más personas conectadas a una red incrementa el valor de la propia red: Nadie estaría en nuestra app de mensajería favorita si nuestros contactos no la estuvieran usando, y al revés.
Existe, por lo tanto, un factor exponencial (Ley de Metcalfe) en el número de conexiones al añadir nuevas personas (nodos) a esas redes.
2. Todo es susceptible de ser digitalizado
En el siglo XX, para poder llevar un producto a una audiencia global, se requería mucho esfuerzo y dinero. Los componentes de esos productos necesitaban extraerse de la naturaleza, manipularlos adecuadamente, ensamblarlos en interminables cadenas de montaje, distribuirlos a los diferentes países, venderlos. Y si además se vendían en forma de servicio, darles soporte durante todo su ciclo de vida.
Pero ahora todo es susceptible de convertirse en unas cuantas líneas de código (programas) ejecutado sobre miles de ordenadores…
Probablemente conoces la Ley de Moore: el número de transistores en un circuito integrado se duplica cada 2 años. En un gran ejercicio de simplificación, se puede derivar que el rendimiento de los ordenadores sigue una progresión similar (ahora mismo cualquier móvil en nuestro bolsillo tienen más rendimiento que el ordenador del Apolo XI, que envió al primer hombre a la Luna en 1969). Otro ejemplo de una progresión exponencial. Cuando la información se digitaliza es mucho más fácil acceder a ella, compartirla, distribuirla y trasmitirla a través de internet a velocidades increíbles. No existen esas restricciones que existen en el mundo físico. Y una vez que cualquier producto se puede representar con una serie de ceros y unos, se convierte automáticamente en una tecnología exponencial. Esto es así porque los ordenadores donde se procesan esos programas y datos siguen esa progresión exponencial que mencionaba Gordon Moore.
3. Cuál es su coste
Pero alguien podría pensar que, si conseguimos el doble de rendimiento en una tecnología con respecto a otra, pero nos cuesta el doble, habría bastantes reticencias. Pero fijémonos en nuestros móviles; no son exactamente el doble de caros si nuestra marca favorita promete que su nuevo modelo duplica el rendimiento frente a otro modelo anterior… Curioso, ¿no? Ray Kurzweil publicó en 1999 que una tecnología exponencial en un intervalo de tiempo concreto duplica su rendimiento mientras que su coste se reduce por la mitad (¡!)
Algunos ejemplos:
• La impresión 3D (se ha reducido su coste x400 en 7 años)
• Los paneles solares (reducción x200 en 20 años)
• Los drones (x142 en 6 años)
Y hasta la secuenciación del genoma humano, donde hace 16 años costaba 100 millones de dólares, mientras que ahora su coste apenas supera los 1.000 dólares.

4. Nuestro cerebro es lineal
La pregunta entonces sería porque las compañías, con sus modelos de negocio tradicionales, siguen reaccionando tan tarde. Y esto no es tan sencillo de responder. Imaginemos por un momento que nuestra empresa usa una tecnología, de la cual depende mucha parte de nuestros ingresos anuales. Cada año, como es lógico, vamos optimizándola poco a poco (de forma general, la mejora incremental suele ser bastante inferior a un 10%).

Pero un día observamos, por el rabillo de ojo, que una startup está utilizando una tecnología muy diferente a lo nuestra que afecta a nuestro mercado. Sus resultados son bastante decepcionantes (ver punto 1 de la figura 3). Su progresión es 0.001, luego 0.002 al año siguiente, 0.004… (es decir, prácticamente cero). Así que decidimos ignorarla. No son rivales para nuestra compañía.
Al cabo de un tiempo vemos que ya empiezan a agitar el mercado (punto 2). Comprobamos que han crecido más de lo que esperábamos y decidimos volver a evaluarles. Vemos que, si hacemos una progresión lineal, en unos años es posible que nos alcancen. Pero seguimos teniendo una gran ventaja competitiva, somos importantes y seguimos optimizando nuestro negocio cada año (otra opción que se nos puede pasar por la cabeza es adquirir esta startup más tarde).
Y entonces un día nos despertamos y descubrimos, sin darnos cuenta, que esa nueva tecnología es la número uno, y encima, sigue despuntando (punto 3). La distancia entre ellos y nosotros es cada vez mayor. Aquí es donde ocurre la disrupción. Muchos de nuestros clientes se han decidido cambiarse a su empresa, que ya no tiene nada de startup. Si decidimos que nuestro modelo de negocio use su nueva tecnología tendríamos aún mucho camino por recorrer (no es inmediato porque no tenemos el conocimiento para usarla); y si seguimos apostando por la nuestra, estamos condenados al fracaso. Hemos reaccionado demasiado tarde. Nuestra compañía ya está en bancarrota (¿Alguien le suena el caso de Kodak?)
Vinod Khosla, uno de los fundadores de Sun Microsystems (empresa en la que trabajé), dirigió una investigación hace unos años acerca de la adopción de los teléfonos móviles en la década de su explosión (2000-2010). Analizó todas las predicciones de las grandes consultoras especializadas en IT (Gartner, Forrester, McKinsey, Jupiter) durante ese periodo. Esto fue lo que descubrió:
• En 2002, los expertos predijeron de media un incremento de un 16% cuando la realidad fue que creció el doble (100%)
• En 2004, predijeron de media un 14% de incremento (se dobló de nuevo, es decir, 100%)
• En 2016, se predijo un 12% (y de nuevo se dobló)
• Y así sucesivamente…
Incluso los expertos se equivocan. Son humanos.
Nuestro cerebro no es capaz de comprender fácilmente progresiones exponenciales. Siempre intentamos ajustar linealmente donde quiera que vayamos. Vamos a hacer un ejercicio para comprobarlo:
Imagina que estamos en el Sol (empezamos a 1 kilómetro, para no quemarnos mucho) y empezamos a andar en dirección a la Tierra sobre un puente imaginario. Cada paso que damos sería un paso exponencial (avanzamos un paso: estamos a 2 kilómetros, segundo paso: a 4 kilómetros…). ¿Dónde estaríamos después de 30 pasos? ¿Habríamos abandonado al menos la corona solar? Tómate un rato para pensarlo …
La respuesta es que no solo habríamos dejado atrás a nuestro amado planeta azul en el que vivimos, sino que estaríamos a mitad de distancia entre Júpiter y Saturno. Ya puedes odiar a tu cerebro por esto. Aunque a tu cerebro le da igual, está programado así.
Vivimos en tiempos exponenciales
Estamos viviendo en un momento privilegiado de la historia de la humanidad. La rápida evolución de la inteligencia artificial, la biotecnología, la nanotecnología, la neurociencia, los robots… hacen que estas tecnologías se integren cada vez más rápido en nuestros hábitos de vida. Se estima que en este siglo la humanidad podría avanzar más que en los 20.000 años anteriores. ¿Estaremos realmente viviendo en primera persona un cambio de era en la historia de la humanidad? En cualquier caso, bienvenidos al presente.
Imágenes del artículo: Miguel Ángel Rojas (elaboración propia)