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Un estúpido diccionario de LinkedIn

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“Todo el mundo mola en LinkedIn”. Lo pienso. En la medida de lo posible, me abstengo de compararme con los demás. No porque al hacerlo me sienta culpable por incurrir en la desobediencia («No te compares con los demás» es un mandamiento de las personas felices del siglo XXI), es porque procuro aplicar a lo virtual lo que creo que funciona fuera de internet. Pero LinkedIn es fascinante. Y vibrante y exigente, tienes que jugar bien sus reglas para gustarle. Y si le quieres gustar, “olvídate de eso de la privacidad: en LinkedIn todos somos personajes públicos”

 

Tarde lluviosa de noviembre. Esther, Ben Mazué, MacBook y LinkedIn. «Pero a ver, qué es eso de gestor de innovación”, pienso mientras deslizo los dedos sobre el trackpad, lo que en inglés sería scroll sown. LinkedIn se lleva mi atención más que el hipnótico paisaje de mi ventana y la tentación de dejarlo todo y ponerme a leer el libro de Murakami que tengo pendiente. LinkedIn tiene la impresión de ser como esa lista de contactos (agenda telefónica, para los que conocemos los 90) en la que apuntábamos números de teléfono como si no hubiera mañana. Pero más grande: puedes acumular contactos durante meses y llegar a tener más de 10000. Un pueblo.

LinkedIn es fascinante —un gran acierto para quien creó ese modelo de negocio, honestamente—. Reid Hoffman quizá no percibió que había detectado, e iba a explotar, una necesidad de reconocimiento social que muchos tienen y pocos admiten. Acto seguido, iba a hacer que ese reconocimiento social dejara de estar en manos de los antes cuatro gatos para ponerlo en manos de todo el que lo quisiera. Reid Hoffman = Robin Hood. Qué bien.

 

—Tía, ¿me hago LinkedIn?

—Sí, ya mismo.

—Uf.

 

El personal branding cuando se convirtió en el capricho de la mayoría, se hizo necesidad. Si eres profesional junior y quebrantas las reglas de LinkedIn debes ser de la resistencia… pero no puedes ganar un juego sin obedecer las reglas. ¿Tiranía? Bueno, mejor no agobiarse. “Tucutún: Esther, tienes un nuevo contacto en LinkedIn. Obtén más información sobre esa persona tan interesante que querías tener en tus contactos”. Esther, esa persona ya está en tus contactos. ¿Y ahora qué? ¿Qué va a pasar ahora?

—¿Me hago Facebook, hija?

—No te pierdes nada fuera de Facebook, mamá.

—Vaya, entonces ¿por qué estáis todos dentro?

 

Ojo, que esto es impresión mía, que puedo estarme equivocando. En LinkedIn proliferan las biografías en las que tanto propios como extraños introducen términos sofisticados, virtudes que teóricamente incrementan el valor como profesional. Como es más fácil atribuirse una virtud en internet que desarrollarla, vale todo. Pero habría que observar el estado de salud de un sistema en el que solo se accede a un puesto de trabajo con experiencia, y la experiencia únicamente se consigue en puestos de trabajo. Hay un negocio en alza en torno a los términos más utilizados en LinkedIn, hasta el punto de confundir la definición de los conceptos ligados a las soft skills.

Y por eso, aquí va. Un estúpido diccionario de LinkedIn moderno (otro, más bien).

 

Contacto: El diccionario concibe seis definiciones para contacto; la buena, la que usamos más que nunca, es la que llama “coloquial”: Conjunto de amistades que tienen influencia para conseguir los favores que se les solicita”. “El éxito profesional depende, en gran medida, de la red de contactos profesionales con la que se cuente”, reza un artículo de internet. Se dice que el 80% de los puestos de trabajo se cubren por contactos. Así, en frío, escuece. Pero qué es un contacto, a ver. Los senior dicen que es alguien que no es tu amigo, pero puedes contar con él en cuestiones profesionales. +500 contactos en LinkedIn. Con cuántos puedes contar. Intercambio de tarjetas. Nos dicen en la red de redes que esto de los contactos puede ser algo mágico, rápido. Pero pensemos una cosa sencilla: las amistades un día fueron contactos. Y la amistad es algo que se cuece a fuego lento en olla de barro. Pero claro, no se cuece solo. En LinkedIn entra en conflicto esa imagen profesional e impoluta que pretende darse con el lado humano —e imperfecto— que permite que conectemos a nivel más profundo con otra persona.

Puede parecer una obviedad, pero contacto es alguien con quien se puede contactar. Contactar porque responde a los mensajes, al menos. Y porque sus respuestas te resuelven problemas. No hacerlo condena un contacto a la inutilidad y a una relación a muerte.

 

Liderazgo (o leadership): es, digamos, el término atribuido a esa cualidad que está ligada a estar en la cumbre de la pirámide de Maslow. Liderazgo es también el término más democratizado e interpretado de forma personalizada. Normal, dado que en la órbita del liderazgo se encuentran los satélites “dirección”, “influencia”, “primer puesto”. Se han desmontado las primeras mentiras sobre el liderazgo, y ahora estamos pendientes de desmontar las manipulaciones, o las falacias nuevas. Mentiras ya desmentidas: jefe = líder. Falacias aún por desmentir: “Soy líder porque me declaro líder”, no hace falta explicar la razón. Otro punto a matizar: “Hay gente que nació como líder”. Es verdad, sí. Aunque necesitamos más información. Ejemplo muy sencillo: un keniata puede tener más predisposición a correr maratones, pero aún así necesita aprender a correr y entrenar duro. El liderazgo está ligado al carácter, no obstante, uno necesita desarrollarlo. La práctica, no los másters de liderazgo.

 

Proactividad (proactivity): No es la abreviatura de “actuar como un pro”. Tampoco es estar haciendo siempre cosas. Viktor Frankl describió la proactividad como asumir la responsabilidad por la vida, en lugar de buscar culpables en circunstancias o en otras personas. Hoy el comportamiento proactivo se refiere a la anticipación. La proactividad engloba actuar previendo una futura situación, en vez de meramente reaccionar. Dicho así suena bien. Veamos la práctica. El 74% de las empresas que nacen en España no llega al primer año de vida y solo el 29% sobrevive al quinto aniversario. Voy a quitarle el componente de indiferencia: sustituyamos empresas por “niños”. Duro, verdad. Por otro lado, la proactividad es una cualidad que se exige cada vez más a los empleados, de manera cuasi-automática. Pero no todas las empresas necesitan proactividad. Si una parte de la plantilla trabaja prácticamente como robots, ¿para qué necesitan anticiparse?

 

Resiliencia (resilience): Antes de bautizarse banalmente como “capacidad de superar situaciones difíciles”, la resiliencia venía del término latín resilio, que quería decir “volver atrás, volver de un salto, resaltar, rebotar”. En línea con eso, al menos en la ingeniería, se definió como “la energía de deformación (por unidad de volumen) que puede ser recuperada de un cuerpo cuando cesa el esfuerzo que causa la deformación”. Y por otro lado, se dijo que la resiliencia “es igual al trabajo externo realizado para deformar un material hasta su límite elástico”. A ver, pausa. Unas aclaraciones, que esto no tiene por qué entenderlo todo el mundo e incluso los ingenieros pueden (podemos) seguir leyendo y encontrar el símil entre la resiliencia de los materiales y la resiliencia mental. Elasticidad es la capacidad de algunos materiales de recuperar la forma inicial cuando cesa la fuerza que los comprime o estira. Límite elástico es un umbral a partir del cual el material ya no regresa a la forma que tenía antes de serle aplicada esa fuerza, aunque ésta deje de aplicarse. Por otro lado, resiliencia es la cantidad de fuerza que habría que aplicar a un material para que, una vez suelto, se quedara deformado, sin volver a su forma original. Siendo rigurosos, la resiliencia se aplicaría a la psicología de esta manera: a cierto individuo con un nivel A de felicidad le sobreviene X situación adversa. Cuando esta situación adversa termina, el individuo sigue igual, vuelve a su estado inicial. Nada de “hacerse más fuerte”, simplemente volver a su estado inicial, al nivel A de felicidad. Paralelamente, la resiliencia se mediría, más o menos, como “el nivel de gravedad de una situación a partir del cual una persona queda marcada y no vuelve a ser la de antes”. O el término se ha modificado drásticamente, o que alguien me explique qué tiene que ver el ácido fólico con la resiliencia.

 

Zona de confort (o confort zone): término inicialmente acuñado con buena intención, hoy utilizado hasta el abuso. “Sal de tu zona de confort”, es decir “innova un poco en tu vida, no seas vago”

 

Networking (o networking, ya no me acuerdo cómo se dice en español). Hacer contactos, en teoría. Los eventos de networking son en los años 10 una fuente de estrés. Entre otras razones porque se llega a un nivel de obsesión por querer encasillar cada actividad en nombres sofisticados que tira por el desagüe la habilidad de construir relaciones buenas en cualquier lugar, sin que deba haber tarjetas de por medio.

 

Talento (o talent): Talento. Oh, el talento. Qué palabra tan seductora cuando se la dices a un junior. Los clubes de talento se definen como “clubes en los que se gestiona el talento”. Se atribuyen nombres de estrellas y les añaden el sufijo talent, y con eso encandilan a juniors ingenuos. Le añaden un proceso de selección dudoso y caché asegurado. Clubes de talento se promocionan mediante eventos de networking para al final captar por un lado personas con talento para que lo desarrollen, y por otro, las ideas de las personas con talento para desarrollarlas ellos…mientras se gestiona el talento de los active members. “Como si el talento se pudiera gestionar”, diría Jesús Alcoba. “Al talento más bien hay que dejar de estorbarlo”.

 

Hablar en público (public speaking). Ahora. Por qué ahora. Está claro que saber comunicar es esencial, y cuanto mayor el nivel de precisión, mejor. Pensemos que el público puede ser desde 1 persona hasta varios miles de personas. Llama la atención que en Toastmasters por primera vez en 10 años el concurso mundial de public speaking lo gane una mujer (y negra). En los concursos de oratoria actualmente los discursos de motivación son los que más posibilidades tienen de ganar. Tiene sentido, dado el auge de la oratoria motivacional. Pero en la oratoria motivacional sucede que existe un componente de actuación que tiene en riesgo de convertir al orador en un personaje. “En los TED Talks no queremos un personaje, queremos que seas tú”. Juan Ignacio Durán expresaba uno de los males del hablar en público. “De modo que uno de los trabajos más duros fue hacer que saliera de ese traje” Una charla puede ser elaborada y rica en recursos, pero no transmitir nada.

Emprendedor (o entrepreneur). Un emprendedor es una persona que diseña, lanza y pone en funcionamiento un nuevo negocio. Tambien es la capacidad y deseo de desarrollar, organizar y manejar un negocio (y sus riesgos) con el fin de obtener una ganancia. Pero hay diccionarios que incluyen “persona que tiene la iniciativa y decisión de emprender acciones que entrañan dificultad o resultan arriesgadas”. Con estas definiciones es difícil mantener la ortodoxia en el término emprendimiento, esa que los que fundan empresas —con todo el esfuerzo real que eso conlleva— querrían que se les asociara únicamente a ellos. Prueba de ello es el movimiento de protesta contra los “fake entrepreneurs”: están los emprendedores que crean una empresa. Están los que ponen en su cuenta de Instagram que son emprendedores porque su cuenta tiene frases de motivación y hay 30000 seguidores. 30000 seguidores pueden infatuar hasta ese punto.

 

«Ah, gestor de innovación debe ser alguien que más o menos gestiona las ideas nuevas que se crean dentro de su empresa», me sugiero un segundo antes de pasar al siguiente perfil de LinkedIn. Tras el gestor de innovación, viene Human Asset Development. Y después el «Business Intelligence Manager. Pero qué es esto».

 

Esto de LinkedIn es fascinante.

Oye, que no se vaya internet, que esto me da la vida.

Y que no se vaya la luz, que esto se va tomar por saco.

 

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Soy Esther Bolekia, ingeniera de Caminos amante de los trenes y del progreso social que traen. Durante los últimos diez años he sido escritora a tiempo parcial de artículos apasionados por las dinámicas humanas que analizan las leyes no escritas del mundo personal y corporativo. Hoy dirijo Dévé, donde también escribo sobre vida y trabajo, liderazgo, sociología y estilo de vida. Mi forma de escribir se ha descrito como empática, fresca, asertiva y mordaz. Seguramente porque creo que la literatura nunca debería confundirse con mero entretenimiento inocente. Fundé la revista Dévé porque quiero —junto a quien se une a la causa— descubrir las soluciones reales al sufrimiento en el trabajo y lo que hace que disfrutemos de la vida de veras. Escribo para quien desea saber lo que ni los padres, ni la escuela, ni internet enseña sobre el arte de manejarse con maestría en vida y carrera. Por eso arriesgo y voy a las causas y las relaciones entre ellas en los análisis profundos que hago. A menudo me mancho las manos de barro, para llegar adonde nadie más se atreve. La verdad nos hará libres.

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