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Cuando tu modelo de negocio se basa en la adicción

No es la primera vez que ocurre. Profesiones antiguas y negocios contra los que gobiernos de países a priori avanzados luchan —o con los que bailan— se han basado en los deseos humanos. O los puntos débiles del cerebro.

En línea con esto, el libre mercado se ha basado en la ley de oferta y demanda hasta límites a partir de los cuales el Estado interviene para regularlos. Ya se sabe: es porque el mercado no puede sostenerse a sí mismo. El Estado pretende actuar a favor del pueblo y protegerlo de la voracidad de algunos. Aunque al Estado también conviene regularlo. Al final es el pulso continuo entre un estado liberal y sus opuestos.

Los límites del Estado

Pero volviendo al tema del libre mercado y su relación con los deseos humanos, el asunto comienza a complicarse cuando la libertad se traduce por «todo vale» y el límite se considera como «lo que ya me pondrán si quieren y ya veré si acepto». Igual que cuando un hombre acosa a una mujer y no entiende que un no es un no. Carece de sentido del límite. Como los hombres acosadores han sido ciertas industrias que no pusieron freno a sus ofertas pese a presenciar destrucciones de hogares, quiebras económicas, enfermedades y muertes. Solo aceptaron, rezongonas, los límites impuestos por el Estado.

Antes la pugna era solo por dinero, después también lo fue por el tiempo de la gente. Time is money. Ahora lo es por la atención (por si algún ser humano no termina de saber cuáles son sus recursos más valiosos) y los datos.

La última noticia es que las grandes tecnológicas han sido demandadas por provocar la crisis de salud mental de los jóvenes de Estados Unidos. Me atrevo a decir que de España también, dado que otra noticia es la nueva plaga de positividad tóxica que ha infectado a los jóvenes, esta vez basada en el síndrome de la chica con suerte (lucky girl syndrome) y este, a su vez, en la ley de la atracción. Pero antes de reprochar a los jóvenes, podemos dedicar un pensamiento a cómo hemos sido los adultos, y cómo nos comportamos en cuanto entramos a un tren. Todos con la cabeza baja mirando el móvil.

¿Hemos perdido el gusto por el esfuerzo? Descúbrelo en este artículo.

Cuando tu modelo de negocio se basa en la adicción

«Que cada uno se controle a sí mismo y cada uno eduque a sus hijos» suena fácil en la teoría. «La gente sabe lo que quiere» (¿Los ciudadanos terminan de saber qué quieren? Como me pronuncie sobre esto, este texto se desvía del tema).

Algunos por un lado, saben cómo funciona el ser humano mejor que él mismo, y por otro, no les faltan escrúpulos para manipular lo que haga falta para conseguir sus intereses. Por desgracia no son gente tan lejana, al menos en lo que refiere a la falta de escrúpulos. Pero la gente incauta sufre las consecuencias: desde la falta de concentración que afecta los resultados académicos (y la solución que encuentran es reducir la dificultad de las tareas y alargar el tiempo de los exámenes, vaya) hasta la falta de sueño, pasando por el aislamiento, la pérdida de habilidades sociales y los comportamientos depresivos.

La creatividad y la disciplina están moribundas

Aunque desde los softwares intentan poner límites como el tiempo de uso en Instagram —esa que compite con Tiktok a ver cuál es más adictiva— es una tapadera. En paralelo, los modelos de negocio basados en la adicción marcan una competencia desleal que arrastra a otros modelos. Como prueba, todos los comerciantes que están en Instagram lamentan que ese es un espacio prestado en el que la competencia por la atención de un internauta incapaz de atender a algo durante más de dos segundos ya es patética. El drenaje, el burnout, el riesgo de adicción.

El mecanismo de demanda está colapsado. Han explotado el sistema de recompensa del cerebro y junto a él, la capacidad de prestar atención. Las consecuencias lo salpican todo. Somos más manipulables, más líquidos y más frágiles. Lo peor es que no lo admitiremos.

Hace pocos años denunciaron las casas de apuestas, en su tiempo expusieron a las tabacaleras. Como consecuencia, se regularon hasta que hoy están cercadas por la ley y por la opinión pública. Preveo que cuando la salud mental cobre un grado de importancia afín a la salud física, estos modelos de negocio que explotan sin ética los mecanismos de recompensa del cerebro serán puestos a examen. Puede que en un futuro haya regularizaciones y un cerco legal también a las redes sociales.

¿Te gustaría leer sobre la brecha digital? Este artículo es para ti.

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Creo que nada es difícil si sabes hacerlo. Soy Esther, ingeniera de Caminos amante de los trenes y del progreso social que traen. Dirijo Dévé, donde edito y escribo sobre estrategia, liderazgo y dinámica social; pilares del desempeño pro y perso. La verdad —simple, directa y clara— te hace libre.

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