Inicio Sociología La caducidad del libre albedrío

La caducidad del libre albedrío

Imagen de quimono

La existencia del libre albedrío es un debate aparejado con el propio origen de la humanidad y que se mantiene en nuestros días. Se trata del poder y la libertad de tomar nuestras propias decisiones. El debate actual reside en resolver si las decisiones que tomamos obedecen a agentes externos, a una relación de causa y efecto, o si en verdad manifestamos consciencia de lo que hacemos y por qué lo hacemos.

El determinismo

Esta doctrina filosófica rechaza los eventos azarosos o aleatorios. En su lugar, propone que todo responde a la ley de causa y efecto, incluso los pensamientos y decisiones de los individuos. En un nivel más amigable, el determinismo débil sugiere que esta corriente no aplica al comportamiento individual, sino que son las estructuras sociales deterministas las que empujan a los individuos a tomar ciertas decisiones.

Spinoza identificó al libre albedrío con la imaginación o la memoria, acusándolo de una ilusión. Otros autores como Arthur Schopenhauer, Karl Marx, Charles Darwin y Friedrich Nietzsche también son críticos del libre albedrío o lo consideran una mera ilusión.

Esta concepción es un poco desalentadora. Te invita a pensar que si elegiste una pareja, una carrera universitaria, un sueño o un trabajo, estás respondiendo a una serie de causas dentro de una estructura determinista que te llevó a eso.

Otras corrientes filosóficas y metafísicas como el libertarismo se oponen a esta creencia y afirman que los seres humanos poseemos libre albedrío y por lo tanto, la voluntad de tomar nuestras propias decisiones de forma consciente. Esto no implica que no haya causas que te empujen a tomar ciertas elecciones en la vida, pero estas no son las que deciden por ti.

La democracia y otras mentiras

El individuo convencional quiere creer que toma sus propias decisiones, de lo contrario, pierde su esencia como tal. Esta inclinación provocó que las monarquías, el totalitarismo y otras estructuras sociales y políticas perdieran aceptación. En su lugar, hoy tenemos sistemas de elección como la democracia. En donde se crea la ilusión de poder escoger al candidato que mejor represente tus intereses. ¿Pero hasta qué punto somos libres de elegir? Sin hablar de elecciones fraudulentas o manipulables, ¿tenemos las suficientes opciones para hacer una elección propiamente libre? Por lo general, en cada país democrático se reparten la baraja entre dos partidos políticos y poco más. Los republicanos y los demócratas, los de derecha y los de izquierda, los conservadores y liberales.

Se llaman a sí mismas elecciones, pero ¿hasta qué punto tenemos la libertad de elegir?

¿Qué te gustaría ver hoy?

Esta ilusión se ha vinculado a otras áreas de nuestras vidas. Nos gusta Netflix porque tiene numerosas alternativas y nos da la ilusión de que podemos elegir lo que vemos. Muy diferente a los primeros sistemas de televisión por cable en donde debíamos seguir una programación. Si nos gustan las series y películas, lo más probable es que también contratemos otros servicios como Prime, Max, Disney+ y otros de nuestra preferencia. Pero si bien las opciones parecen ser ilimitadas, lo cierto es que obedecen a un catálogo determinado y son las propias plataformas las que te llevan a elegir las opciones más convenientes para estar al día. Esto sumado a los medios, las RR SS y las tendencias que te incitan a ver lo más popular. Pero habrá miles de productos que no son políticamente correctos o no responden a un estándar de calidad o aceptación y que jamás llegarán a este tipo de majors del streaming. Por lo tanto, todo el contenido que consumiremos estará ajustado a una misma visión, a una misma política y a un mismo discurso.

Con esto no quiero decir que no tengamos libre albedrío. Bien podríamos crear nuestro propio partido político, ver series independientes fuera de las plataformas, leer libros no comerciales, buscar otras alternativas. Pero para eso, tenemos que abrir la mente y no conformarnos con lo que nos ofrecen como únicas opciones. No lo son.

Mucho de esto tiene que ver con la violencia simbólica. Te lo explicamos en este artículo.

La ley y el mercado

El libre albedrío tiene una implicación jurídica. Al ser libres de tomar nuestras propias decisiones, entendemos que estas tienen consecuencias. Si cometemos un delito esto podría devenir en una multa o encarcelamiento. Es decir, que el uso de tu libertad para tomar decisiones puede llevar a la privación de la libertad en sí misma. 

Hay otras mentiras disfrazadas en los sistemas sociopolíticos a los que pertenecemos. Las leyes deben protegernos sin privar nuestros derechos. Esta concepción tan alienada nos invita a creer que si seguimos un orden establecido, podemos evitar reprimendas e incluso ser recompensados. 

¿Pero hasta qué punto los sistemas superiores nos protegen y se preocupan por nosotros? ¿Acaso no son legales los cigarrillos, el alcohol, los agrotóxicos, la deforestación, los alimentos dañinos? ¿O es el mercado quien tiene mayor injerencia en lo que debería ser prohibido y lo que no? 

Muchos necesitan ser rescatados. Sus malas decisiones los llevan a la marginación, la delincuencia, a las adicciones ilícitas u otros males. La dependencia también puede desfavorecer el libre albedrío. En ocasiones el Estado interviene, pero la mayoría de las veces hará la vista gorda.

Esto no debe malinterpretarse como la consecuencia de no pertenecer al orden establecido. Es que para estar fuera del sistema no necesariamente tenemos que recurrir a la marginación. 

Deberías leer: Cuando tu modelo de negocio se basa en la adicción.  

¿Cuál es tu elección?

Siempre podemos elegir. El libre albedrío es real, pero debemos saber identificarlo. Ser consciente de hasta qué punto tenemos el control de nuestras decisiones y cuándo debemos reflexionar y replantearnos lo que estamos haciendo y hacia dónde nos dirigimos.

Nadie debería solapar tu poder de decisión.

Google search engine
Artículo anteriorDesconectar sin salir de viaje
Artículo siguienteMe caen bien mis compañeros, pero no quiero más horas con ellos
Soy un amante de la literatura y la cultura en general. Trabajo como corrector editorial y he publicado dos libros: Tetralogía del enemigo y El coleccionista de máscaras. Soy técnico en administración de la cultura, a unos meses de ser licenciado. En Dévé soy, además de editor, creador de mensajes de cultura y sociología.

¿Qué opinas? Hablemos.