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La neurotecnología se mete en tu trabajo

Bienvenidos al mundo en que tu empresa ya no se conforma con monitorear tu ordenador. También monitorea tu cerebro.

Neurotecnología + Inteligencia artificial en el trabajo: ¿amigos? | imagen de Pavel Danilyuk

Twitter desborda con hilos sobre Chat GPT. El humano ingenuo juguetea con las inteligencias artificiales. Mientras, estas y los avances en neurociencia hace un tiempo que comparten la gestación de una generación de dispositivos neurotecnológicos. Es una forma de denominar a todo aparato que conecta el cerebro humano a ordenadores, con sus algoritmos cada vez más complejos para analizar la actividad cerebral.

En realidad, la neurotecnología ya lleva tiempo entre nosotros. Desde la resonancia magnética o la tomografía, pasando por los encefalogramas, todo con uso exclusivamente médico. O con alguna técnica de neuroestimulación orientada a estudiar actividades cerebrales asociadas al alzheimer o a la demencia. 

No obstante, la carrera por las inteligencias artificiales las ha favorecido. Prueba de ello es que la neurotecnología hoy es más precisa. Si alguien sufre de epilepsia, por ejemplo, podrá tener un aviso con antelación para prepararse ante un próximo ataque. De ahí que esta ciencia sea difícil de subestimar, los mercados lo saben. Esta industria crece un 12% anual. Se espera que para el 2026 ya maneje 21 mil millones de dólares.

Neurotecnología: Del uso médico al laboral

Los dispositivos neurotecnológicos se abren a un abanico de posibilidades comerciales y de gestión de —aquí el plop twist— los recursos humanos. La neurotecnología y la inteligencia artificial comienzan a meterse en el mundo laboral.

Ya hay empresas en el mundo que integran dispositivos en relojes, auriculares y gorras para «monitorear la fatiga», hacer un «seguimiento de la atención» e «incrementar la productividad». La productividad es el fin último. 

En una empresa donde el individuo mira un ordenador durante ocho horas, imponer un monitoreo cerebral es motivo de rechazo, pero se acepta más si es para asegurarse de que un camionero no se queda dormido al volante. Es el caso de empresas como SmartCap, que desde el 2019 comercializa diademas con sensores que evalúan el nivel de fatiga. Cuando el sistema detecta que el trabajador se está durmiendo, envía una alerta a este y a su superior. Antes de que concluyas que esta idea no tiene cabida, más de 5000 empresas en el mundo han comprado las diademas de SmartCap.

En el sector ferroviario de Estados Unidos conocen de descarrilamientos por tomar curvas excesivamente rápido o choques frontales entre trenes de mercancías . Todos por fatiga del maquinista. Pese a que estos casos son de hace años, las tecnologías de control de la fatiga en este sector se limitan al seguimiento de los movimientos oculares y sensores del movimiento de la cabeza. En España, para la tranquilidad del lector, se monitorea la fatiga de los maquinistas desde hace décadas de forma más sencilla. Funciona bien, no se cambia.

La búsqueda de la ergonomía cognitiva

Pero no se trata solo de fatiga. Otro uso es la atención. El sistema Focus UX, por ejemplo, monitorea la actividad cerebral y en tiempo real puede enviar avisos personalizados al empleado y a su superior. La empresa que lo compuso se enorgullece de poder brindar «comentarios útiles sobre su carga cognitiva, estrés y niveles de atención. También puede adaptar la UX para que se ajuste mejor a lo que el usuario puede manejar en ese momento». O un mensaje que diga: «Pedro, es hora de tomar un descanso. ¿Qué te parece una meditación guiada para que vuelvas a concentrarte?». Porque la neurotecnología solo desea tu bien —léase tu productividad. La productividad es el fin último.

Es la ergonomía cognitiva. Todo con objetivos nobles de reducir los riesgos laborales y aumentar el bienestar de los empleados. Esta nueva rama de la neurotecnología promete.

Aunque no puedo evitar lamentar que el ser humano sigue en la tesitura de dar más legitimidad a lo que indica una máquina que escuchar su cuerpo. También se reafirma la idea tácita de que en realidad no somos personas, sino recursos humanos.

Pero este lamento se queda en nada ante la cuestión más acuciante. ¿Esta información merece estar en manos de managers? ¿Usarán lo que digan los dispositivos neurotecnológicos para mejorar condiciones laborales, o para justificar represalias y despidos? Y no solo esto, también están las cuestiones de privacidad, el manejo de la información y el acceso a la misma. Sin olvidar la posible crisis de confianza en las empresas en caso de que en nombre de la seguridad —o la productividad— ya se monitoree el cerebro.

Bienvenidos al mundo en que tu empresa ya no se conforma con monitorear tu ordenador.

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Creo que nada es difícil si sabes hacerlo. Soy Esther, ingeniera de Caminos amante de los trenes y del progreso social que traen. Dirijo Dévé, donde edito y escribo sobre estrategia, liderazgo y dinámica social; pilares del desempeño pro y perso. La verdad —simple, directa y clara— te hace libre.

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